Walter Lippman escribía: “Los líderes son los custodias de una nación, son los fieles guardianes que convierten a un simple grupo de individuos en una nación fuerte, próspera y respetada”.
Hace demasiados años que venimos escuchando que en Honduras se están terminando los líderes genuinos, pero, a cambio, proliferan los charlatanes, los falsos profetas, los semidioses, los superhombres y ahora las supermujeres. El resultado es un país sumergido en una pobreza que lastima y en un atraso que avergüenza.
Una de las características infalibles de un líder que trasciende, aun en la historia, es que cifra su éxito en el grado de simpatía, respeto y cariño que le guarda su pueblo. En nuestros últimos períodos presidenciales, este atributo parece haber brillado por su ausencia. Se ve la carencia de un liderazgo genuino.
Escuché decir a uno de nuestros últimos presidentes en una entrevista brindada después de uno de esos viajes al exterior (paseos que deberían servirle para aprender a entender y aceptar nuestros lacerantes necesidades, comparándolas con la prosperidad de otros pueblos bien conducidos), que a él lo habían “elegido para gobernar, no para ser simpático”; pobre diablo, me dije; ¿cómo pretendes ser el conductor de un pueblo que ya te está resintiendo; ¿qué esperas, que te llegue a odiar?
Más de algún gobernante se ha preocupado por salvar su imagen, pero con qué facilidad sus subalternos se la llegan a enlodar con su soberbia, altanería y desprecio para un pueblo que con sudor y lágrimas paga sus tributos al “soberano”, con las cuales se sustentan los agigantados salarios, beneficios y privilegios de los que gozan.
Cuando una nueva generación de políticos surja en Honduras, impregnados de un sólido sentido de los valores cívicos, morales y culturales; cuando una juventud pujante educada y capaz asuma la conducción de este pueblo, entonces podremos decir que los sueños de una Honduras más justa, más próspera y más respetada se habrán hecho realidad. Cuando surjan esos verdaderos liderazgos, llenos de verdadero patriotismo, de amor al prójimo, de una solidaridad espontánea, iniciará en Honduras la verdadera ruta que todos esperamos.
Ya es momento de que quienes nos gobiernan tomen conciencia de que los tiempos de angustia, de violencia y caos social que vive el país no dan para esperar mucho. Urgen los líderes con valores irrefutables, que nos dejen a todos con la sensación de alivio y de esperanza. Vamos a seguir esperando.
*Empresario y analista