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La pólvora, ¿cómo se lucha con la tradición?

Las luces y las explosiones de la pólvora han acompañado a la humanidad por muchos siglos, tantos como para normalizar la pirotecnia y relacionarla con el ambiente festivo.

Algunos pueblos explican su uso desde la magia y el mundo más allá de la física, otros simplemente se impresionan con ella.

De hecho, a pesar de la prohibición del uso de pólvora en muchas ciudades, y la conciencia del peligro que su manipulación por manos inexpertas implica la ausencia de explosiones y luces en una celebración importante deja la sensación de que el ambiente no es tan alegre.

De ahí que las fiestas de Navidad y Año Nuevo siempre dejan hechos lamentables para las familias no solo hondureñas, sino del mundo entero, con sus honorables excepciones.

Entra en juego, además, aquel pensamiento tan humano que nos incita a pensar que el daño siempre es más posible para el otro que para uno mismo.

En consecuencia, tenemos entonces cada año, niños y adultos quemados, con dedos y manos amputadas, padres de familia en los juzgados, y hasta vidas perdidas; en general hogares sufriendo, porque cada una de las situaciones antes dichas las sufre la familia entera y no solo el afectado.

Por otra parte, “reventar cohetes” (llámese así a toda actividad pirotécnica en el país) es una tradición que parece demasiado enraizada en el quehacer navideño de las personas como para cortarla de tajo y que no se haga más.

También es cierto que esa normalización de la ilegalidad para muchos hechos en el país, incluida la pólvora, hace que la erradicación de las tragedias, en este caso por pirotecnia, se vuelva muy difícil de controlar.

Entonces, ¿qué hacer si existe una población que a pesar de todo gusta de la pólvora y por eso trasgrede la ley, cree que el daño es siempre primero para el otro y que la tragedia a él no lo puede tocar?, ¿cómo combatir este dragón de mil cabezas compuesto por el gusto de la gente, la normalización de la trasgresión de la ley, la tradición profundamente enraizada, la necesidad de comercialización entre otros?

Si ya la pregunta se nos hace compleja, imaginemos la respuesta.

Podría ser una posible solución que los patronatos o juntas directivas de los barrios, colonias, comunidades, aldeas y demás sistemas de organización se encarguen, en momentos estratégicos y fechas importantes de la manipulación de los fuegos artificiales, como se hace en algunos lugares.

Lógicamente, se tendría que saber vender esta idea de espectáculo, en primer lugar, porque si no se sabe proponer esta idea podría ser más bien contraproducente, provocaría una excitación mayor de la población y una mayor comercialización de pólvora, que es justo lo que se busca evitar para que no haya más incidentes de quemaduras y sus daños posteriores y adyacentes.

Tendría que acompañarse de una fuerte campaña de concientización y una aplicación rigurosa de la ley.

Tendría que venderse como una forma segura de conservar y disfrutar la tradición que por tantos años nos ha acompañado.

Del mismo modo sería una manera de que no se venda pólvora a espaldas de la autoridad, sino bajo su supervisión.

No es poco la mano, los dedos, la salud, la vida y la felicidad de los niños, sus padres y ciudadanos en general. No es poco la tranquilidad de un hogar y no es poco que un país viva unas fiestas en la más completa armonía.

Así son los pueblos con sus costumbres y tradiciones, apegados a ellas y caprichosos cuando de olvidarlas se trata.

Actúan de manera casi automática frente, es entonces cuando debe aparecer el razonamiento y buscar la manera de conservarla sin causar más daño y más dolor.