Los gobiernos tienen la obligación de velar por la felicidad de los ciudadanos. No solo deben prometerla sino que deben materializarla. Pero en Honduras esta satisfacción está secuestrada por los que ejercen el poder, mientras que la infelicidad se reparte entre las mayorías.
Los diccionarios definen la felicidad “como el estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno”.
Tres estudios del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia sobre el bienestar de la población en 158 países del planeta revelan cómo cada año la alegría de los hondureños se despedaza.
En el primer reporte, en 2012, Honduras ocupó el puesto 63 de las poblaciones felices. El 2013 pasó al puesto 84 y en el 2015 la satisfacción se ubicó en la posición 105.
Eso demuestra que en este país la felicidad está concentrándose en los que manejan el poder, quienes derrochan los recursos y llevan una vida de reyes; mientras los gobernados cada vez caminan hacia la tragedia.
De la responsabilidad de esta desgracia nadie puede excluirse. Ni la iniciativa privada que ha vivido indiferente esperando que los políticos resuelvan los problema,s y ellos lo que solucionan son las cuestiones de su parentela, de sus amigos, de todo lo que corresponde a su ámbito de relaciones, y precisamente por eso hacen hasta alianzas estratégicas para llevarse el dinero, ocultando con decretos la corrupción.
Ejemplos vergonzozos son el saqueo de los presupuestos para infraestructura, el latrocinio en el Seguro Social y el blindaje de algunos fideicomisos para que nadie se dé cuenta de cómo se roban los recursos, mientras en lo público hablan de administraciones abiertas a la rendición de cuentas.
Desafortunadamente no hemos tenido gobiernos para darle felicidad a la gente. Por lo tanto, la alegría de los hondureños deberá esperar hasta que aparezca un liderazgo capaz de aumentar el Producto Interno Bruto y su distribución más equitativa, capaz de gene.ar más esperanza de vida, de aumentar la libertad y de tomar decisiones eficaces en el combate de la corrupción.
*Empresario