Columnistas

La conmemoración olvidada ayer

Pasa que toda la algazara por la celebración del Día del Periodista distrae maquinal el origen de la efeméride: la publicación del primer periódico de nuestro país, La Gaceta, el 25 de mayo de 1830, una pila de años sobreviviendo a guerras, revueltas, golpes de Estado, traiciones, fraudes, personajes oscuros y tiempos revueltos.

Morazán, como algunos hondureños más, recibió los fulgores esperanzadores de la Ilustración, y quiso para nuestro incipiente país la cultura, la educación y la salida de la feroz ignorancia, así que en nombre del Estado compró por mil pesos de plata la primera imprenta en 1829.

Que no es un gran armatoste -para quienes no lo han visto en el museo de Comayagua-, apenas una austera fundición metálica del tamaño de un sillón de sala, que necesitó la contratación de dos especialistas para que lo manejaran.

La intención ilusionada de Morazán era promover el pensamiento revolucionario que había transformado la estructura política y el mapa de Europa y otras regiones del planeta; que el conocimiento y la cultura impulsaran el desarrollo y vencieran el oscurantismo.

Si aquellos brutales conservadores no lo hubiesen fusilado y una improbable edad matusalénica lo tuviera entre nosotros, seguro se desencantaría con lo que hoy vemos; con otras herramientas y dispositivos, el raciocinio y el discernimiento no son habituales entre hondureños.

Imagino, además, a varios personajillos retrógrados del actual Congreso Nacional; veo los rostros de politicastros desfasados, incultos y ultras, lo mismo que ciertos comerciantes, que ahora mismo enviarían a Morazán al paredón por rojo, anarquista y cosas así.

Pero, a lo que iba, esta temporada también debería servir para celebrar y estudiar el papel de la prensa en el inconsciente colectivo y en la actualidad de la vida del país, cómo ha sido y cómo debe ser el compromiso del periodismo en una sociedad rota, confrontada, dividida y encima sacudida por un mundo en conflicto, que queramos o no, nos toca.

El hondureño se presenta agresivo, intolerante, violento; pleitos en la vía pública, nadie da el paso en las calles, se injurian en el trabajo, se insultan por cualquier cosa, o los casos extremos de tiroteos y espeluznantes asesinatos a sangre fría; sin olvidar el lenguaje hostil y corrosivo de los políticos, que sólo fomentan el odio y la enemistad.

Es cierto que los medios de comunicación tradicionales están en crisis económica, y que el periodismo sensato, analítico e intelectual está malherido por la irrupción bestial de las redes sociales, que con la desinformación, noticias falsas, la maledicencia y la difamación impune lograron captar al gran público necesitado de atención y destrucción.

Tal vez estamos a tiempo de recuperar el periodismo ecuánime, cerebral y crítico sin conspirar; o de exprimir todo lo bueno de internet y lo divertido de las redes sociales, o elegimos la autodestrucción. Morazán vigila.