Desde una rama de su árbol, un gavilán dice a una parvada de palomas que vuelan cerca: “Adiós mis 100 palomas”. Ellas contestan: “Nosotras, más otro tanto de nosotras, más la cuarta parte de nosotras, y usted, señor gavilán, somos sus 100 palomas”.¿Cuántas eran las palomas? A mi padre le gustaba proponer ese acertijo. Él sabía que la respuesta eran 44 palomas, pero no la manera de llegar a ella. Cuando me la presentó yo cursaba la escuela secundaria, y, como el gavilán, creí que era cosa de un breve cálculo aritmético. No fue así, y tuve que recurrir a una vía menos elegante y menos explicativa: una sencilla ecuación algebraica fraccionaria de primer grado, cuya mecánica explicaba con maravillosa sencillez el inevitable matemático y maestro cubano don Aurelio Baldor.
Porque Baldor fue inevitable, desde la aritmética práctica hasta la trigonometría. En las escuelas públicas sus textos enseñaron a millares de estudiantes durante décadas, y aún siguen siendo recomendados, gracias a la sencillez de sus métodos y explicaciones.
Hace unas semanas, un antiguo y apreciado amigo me envió una breve biografía en video del maestro Aurelio Baldor. Es un valioso documento, un pequeño acto de justicia que me ha reverdecido memorias y nostalgias, todas hermosas. Las compañeras, los compañeros, las maestras, los maestros, el amado Instituto Central, los primeros amores… Pero yo sabía que entre tantos recuerdos teñidos de sepia, había algo más que debía a Baldor, para mí tan importante como su matemática. Y el video me hizo recordarlo. Baldor me presentó a Hipatia de Alejandría, una de mis más admiradas mujeres en la historia de la ciencia. En una cansada edición del álgebra de Baldor, en un folio borrado por el paso del tiempo y el manoseo de tantos estudiantes, aparece una escueta referencia a Hipatia de Alejandría, matemática, astrónoma, filósofa, científica, nacida en Alejandría (Egipto) en 370 y asesinada en 415 de nuestra era. ¿Cómo -me pregunté- pudo Hipatia acumular tanta grandeza siendo mujer, en aquella época? ¿Por qué su nombre ha sido silenciado tanto tiempo, cuando otros científicos contemporáneos suyos pasaron con gloria a la posteridad?
Hipatia mostró su mayor genio cuando intuyó, sin más instrumentos que sus ojos para escudriñar las estrellas, que los planetas de nuestro sistema solar describen una curva elíptica, no una circunferencia, en su traslación alrededor del Sol. Hipatia había trabajado el tema de las secciones cónicas durante sus estudios anteriores en Atenas. Esta intuición extraordinaria fue confirmada más de mil doscientos años después por los astrónomos Johannes Kepler y Tico Brahe.
El genio, la obra y el sacrifico de Hipatia han sido silenciados durante 1,500 años. Pero poco a poco destaca el valor de una mujer para luchar por sus ideales en las peores condiciones, aún al precio de su vida; la conciencia de que el prejuicio destruye a la sociedad humana. Ahora, que afloran con inexplicable fuerza los prejuicios étnicos, sociales, políticos, sexuales, religiosos, la vida y el asesinato de Hipatia son una lección, un ejemplo, y una advertencia de que, como en el pasado, los peores crímenes y errores pueden repetirse; y de cuán borrosas y equívocas son las fronteras que protegen del suicidio de la especie humana.