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En la calzada del dolor

Esta semana se consagró la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor, martirizado en el Gólgota. Hoy las calles lucen desoladas, sin ningún cristiano que mueva las palmas y aclame ¡Hosanna!, ya que el luto embarga a muchas familias, no solo de Honduras sino del mundo entero.

No estará el Rabí que al ver la multitud de mercaderes que han convertido la zona del templo un mercado San Isidro para volcarles sus mesas a todos los agiotistas que al ver la desazón que existe en la sociedad están haciendo billete porque incrementan los precios de los productos porque aplican el dicho que reza “en río revuelto, ganancia de pescadores”.

En esta semana no habrá una traición del apóstol más odiado por el cristianismo, pero prefigurado en las profecías que sería el traidor que haría posible la entrega a las autoridades para que fuera atormentado y posteriormente ejecutado como un blasfemo, sedicioso, pero fue el que hizo posible que las profecías se cumplieran.

No habrá una última cena donde libará con vino y pan ácimo para celebrar la Pascua judía que recuerda a los hebreos su estadía en Egipto y donde comieron cordero con hierbas amargas, porque las calles están regadas con las lágrimas salobres de todos los hondureños que estamos temerosos, evadiendo para que no nos pongan las “coronas” por la terrible enfermedad del coronavirus.

No hay cántico de alabanza dando gracias a nuestro Creador y proclamando que él es nuestro amigo e instaura un nuevo pacto, pacto que debemos desempolvar porque los seres humanos sacan a luz su humanidad cuando el peligro atemoriza nuestras incertidumbres y nos volcamos como uno solo para enfrentar las adversidades en un frente común.

Debemos de orar y no dormirnos, ya que la noche tenebrosa se ha cernido sobre las cabezas de todos y la luz al final del túnel en nuestra querida Honduras aún está un poco tardada y las sombras siguen cubriendo nuestros valles y montañas.

Sudamos y nuestro sudor se convierte en gotas de sangre cada vez que nuestro hermano o hermana fenece por tan terrible enfermedad que poco va inundando y quemando los órganos respiratorios hasta hacerlos colapsar.

No se escuchará la escolta que marchan a la luz de las antorchas y lámparas de aceite de oliva y cuyo propósito es capturar al que desea convertirse en rey, lo venden por 30 monedas de plata, un pinche precio por un ser de tan alta valía, es como los políticos que se frotan las manos porque han declarado emergencia nacional y el billete corre como río raudo a la bolsa izquierda.

Los golpes en la cara, los empujones, las humillaciones cesaron porque estamos confinados como ovejas en su redil y dejar que pase el ángel de la muerte y que nuestro dintel esté cubierto por la mancha de la sangre de nuestro Señor que sacrificó su vida. Los únicos que estarán furiosos son aquellos que tenían reservaciones en hoteles y lugares de descanso donde llevarían a su familia o sus amantes y que han visto que el disfrute de la semana zángana se les frustró.

No habrá coronación con corona de espinas ni me vestirán de púrpura, ni se reirán de mí porque cada año mis seguidores hacen todo un escenario de las últimas horas donde sufrí las peores vejaciones y al creer que al hacer esta conmemoración es para traer santidad cuando la verdad es todos debemos de vivir por la fe y no por las cosas que se ven.

Mi madero de tormento, mi cruz ya está en mis hombros, poco a poco comienzo con cada paso que doy me está conduciendo al Gólgota donde sufriré la muerte más infame, y mis amigos y familiares serán pocos porque a mis seguidores los llenó de pánico y se evaporaron dejándome solo, más mis pasos serán a través de una Vía Dolorosa y ahí encontrarán a un humilde campesino que cansado de sus faenas diarias lo harán cargar este pesado y enorme tronco de árbol. Cruz pesada que llevamos los hondureños que marchan de su patria por el camino de la muerte por tratar de conseguir su sueño americano.

Mis carnes sufren por cada martillazo que rompen mi piel, mis músculos y el dolor tan insoportable calan en lo profundo de mi ser, más perdono a todos por su ignorancia porque no saben lo que están haciendo, aún veo a mi madre que, con un corazón quebrantado y lleno del más profundo dolor, más en su mirada veo su amor que me hace sentir que soy amado hasta en mis últimas horas. Fenezco, la cortina del templo se rompe en dos, hay truenos, rayos y llueve a cántaros, mi sangre se derrama y se esparce en el arroyo que se ha formado, mi ser es bajado y con finos perfumes me entierran en tumba de rico donde permaneceré sin el hálito de vida durante tres días, la oscuridad cubrió la tierra.

La potencia de mi Padre se ha apoderado de mí y me levantó como ser espiritual lleno de poder y gloria.

Hoy se establecen firmemente las bases del cristianismo, hoy los discípulos tomarán en cuenta mis palabras y las declararán por el mundo entero regándolo con las palabras de amor al prójimo, dar la mejilla cuando se hace una ofensa, dar caridad, no descuidar a los ancianos, y el amarse uno con el otro llenándonos de amor que no debe ser solo por una semana sino por siempre, esta semana debe ser de meditación y oración, entregando nuestro corazón para ser libres al conocer la verdad que nos enseñó nuestro Señor Jesucristo.

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