Las desgracias de nuestra Honduras, provocadas en el transcurso de dos siglos, no son, de ninguna manera, responsabilidad de la naturaleza, de nuestra posición geográfica, de nuestra escasez de recursos o de la falta de espíritu de un pueblo que ha luchado denodadamente por alcanzar niveles superiores de bienestar y mucho menos constituyen castigo de Dios.Los males de Honduras son el resultado de la infortunada escogencia, que de manera ingenua, hemos hecho y seguimos haciendo de aquellos personajes a quien, en su mayoría, de manera inmerecida, le hemos otorgado el honroso título de “líderes” y en quienes inocentemente hemos depositado la responsabilidad de conducir la nave del país y decidir sobre el futuro de nuestros hijos y las siguientes generaciones. Que nos hemos equivocado, imposible negarlo, y lo hemos hecho, no obstante, las visibles y permanentes demostraciones de incapacidad que estos mismos, mal elegidos, nos han proporcionado antes de encumbrarlos a las alturas del poder. Advertencias como las que nos hiciera nuestro recordado y difunto presidente Reina Idiáquez, en relación con “lo peor que le iba a pasar a Honduras y al Partido Liberal”, fueron desoídas. Esa amnesia crónica que padecemos nos hace olvidar los malos acontecimientos y actitudes reprochables en cuestión de pocas horas, días o meses, descartamos y no damos importancia a las acciones ilegales o inmorales, vicios y otras debilidades ostensibles que nos hacen con suficiente tiempo, estos mal elegidos.Hoy pagamos con lágrimas y con profundo temor del futuro, los graves errores cometidos. Y estos personajes, que no aparecen solos en las paginas oscuras de nuestra historia, han tenido y tienen a su alrededor un coro de incondicionales (vampiros de la política), fariseos hipócritas, que cantan las melodías que las altas jefaturas políticas les imponen. Defienden lo indefendible, justifican cínicamente lo injustificable, pregonan defender la justicia cuando son los primeros en violentarla y esa clase de ídolos de barro son los que se creen grandes gobernadores de nuestras vidas. Los próximos meses antes de las elecciones serán un escenario más de paraísos ofrecidos, promesas incumplibles, obcecación política enfermiza, desconsideración absoluta de los intereses genuinos del pueblo hondureño, ataques ponzoñosos del contrario, mentiras repetidas cargadas de infundios, persecución de inocentes, acallamiento de voces disonantes mediante amenazas de acciones de la Fiscalía, abuso ilimitado de los bienes del Estado para el proselitismo del oficialismo y otras situaciones reprochables que no son desconocidas del pueblo hondureño. Después de los chichotes recibidos, será increíble si los electores tropiezan nuevamente en las urnas.Mi amigo Carlos Sosa Coello, ha pregonado que “los males de Honduras tienen nombre y apellidos”, es momento en que empecemos a desnudar y condenar esas figuras perniciosas que nos tienen en los últimos puestos de todas las escalas del desarrollo humano. Honduras merece algo más, no contribuyamos a hundirle la lanza en el costado, no la crucifiquemos más. Como ha dicho la Conferencia Episcopal: ¡Basta ya!
Empecemos a condenar
Honduras merece algo más, no contribuyamos a hundirle la lanza en el costado, no la crucifiquemos más”
- 10 de mayo de 2025 a las 00:00
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