El político como envase vacío

Es el tiempo del narcisismo, donde se aplaude la tontería y la banalidad, y se trata con asombrosa indulgencia la ignorancia. Casi podríamos decir que la respetan, la comparten y, tal vez, hasta la admiran

  • 20 de junio de 2025 a las 00:00

Hubo un tiempo en que los políticos decían cosas interesantes. No eran, por definición, intelectuales ni académicos, pero tenían doctrina y diversos conocimientos que les permitían elaborar un discurso con sustancia, tan distinto al actual, donde la mentira, el insulto y la descalificación dominan el lenguaje público.

Aquellos señores se ufanaban de tener planteamientos claros y propuestas novedosas. Lo habitual era hablar de proyectos y programas que aplicarían entre la población, aunque fueran irreales o imposibles. Pero al menos tenían algo que decir y qué discutir.

Cuando los entrevistábamos, se notaba que habían leído o escuchado algo sobre los clásicos de la filosofía, los pensadores de la Ilustración, los teóricos de la economía y las proposiciones del derecho y otras ciencias sociales. Adornaban su discurso con una frase oportuna o una idea clara.

También es cierto que no todos eran así, ni siquiera la mayoría. Pero los pocos ilustrados dominaban la participación pública en los medios; quienes tenían menos recursos intelectuales guardaban silencio, porque la tontería y la necedad estaban mal vistas. Se limitaban a una modesta opinión sobre un tema específico.

Para estos políticos de entonces, Platón y Aristóteles no eran desconocidos; otros sabían algo de Rousseau, Montesquieu o Locke; los más avanzados conocían a Bobbio, Arendt y Habermas. En fin, había tema para rato, aunque nunca llegaran a nada.

Ahora, cuando revisamos las listas de los partidos políticos, da pena: se han llenado de personajillos que irrumpieron desde las redes sociales exhibiendo tonterías y su afán irrefrenable por ganar audiencia. Como decía Borges: “La estupidez es siempre popular”. Así ganaron miles de seguidores que, desgraciadamente, después también los votaron.

Es el tiempo del narcisismo, donde se aplaude la tontería y la banalidad, y se trata con asombrosa indulgencia la ignorancia. Casi podríamos decir que la respetan, la comparten y, tal vez, hasta la admiran. Así, un enjambre de internautas lo ha invadido todo, colándose por todas partes, incluso entre los tomadores de decisiones del país.

Muchachas y muchachos
-jóvenes y no tan jóvenes- ocupan el espacio político con poca ilustración y menos libros. Politicastros casi vacíos inundan la agenda de discusión nacional y, como es lógico, imponen lo superficial e intrascendente en el debate público. Esto arrastra también a los viejos políticos, a periodistas y a supuestos “analistas” hacia lo trivial y destructivo.

Desde luego, esto ocurre en muchos países, pero con menor incidencia. Vamos a elecciones en noviembre, y la campaña se pondrá intensa. Existe el peligro de que estos seres vanidosos y mediocres lleguen al Congreso Nacional -o adonde sea- a decidir por nosotros. Algunos ya superaron las primarias con muchos votos, así que el temor no es infundado.

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