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El gusto creciente de no estar en redes

Cristiano Ronaldo cobra 1.6 millones de dólares por anuncio en Instagram; le sigue el actor Dwayne Johnson (La Roca); o las cantantes Ariana Grande o Selena Gómez, y hasta Messi; aún así, hay otros famosos que prefieren no usar redes sociales, y marcan una tendencia, para defender la vida privada, la dignidad y la individualidad.

Hace poco, el ermitaño de redes -que no estaba en Facebook o Twitter- generaba desconfianza, sospecha; pero esas plataformas se degeneraron tanto, rebajándose hasta la procacidad, el insulto y la descalificación, que ahora no es muy prestigioso estar en ellas, incluso, muchos usuarios habituales las niegan.

Bromeaba un amigo cincuentón, que adolescente buceaba entre las cosas de su hermano, buscando aquellas revistas concupiscentes, Penthouse o Playboy, que ahora son nada, porque basta navegar en Instagram, Facebook o Twitter, entre otras, para encontrar -en ropa mínima- galerías de conocidas, desconocidas y por conocer.

Desde luego, no solo están las personas que exhiben atrevidas lo que natura les dio, con retoques y filtros para resaltar esbeltez, borrar arrugas, y ponerse más guapas que cualquiera; también sobran los expertos que saben de Ucrania, de las vacunas del coronavirus y hasta la mejor alineación para el Barcelona o el Manchester.

Pero entre tantos especialistas en nada y opinantes de todo, se destacan un sinfín de agresivos que insultan lo indecible; oprobiosos y calumniosos, que amparados en nombres fingidos y confiados en la distancia, se envalentonan para agraviar, como no lo harían si tuvieran a su contrincante enfrente.

También se multiplican como peste los que reparten noticias falsas, desde los divertidos que alegan que la Tierra es plana hasta los conspiranoicos de los chips en las vacunas; pero podrían ser más peligrosos que los insultadores: la desinformación puede cobrar vidas.

Al final, es una multiplicación del odio y la intransigencia, la proliferación del sectarismo político, fundamentalismo religioso, discriminación social, fanatismo racial, linchamiento virtual. Es tan preocupante, que ha reunido a líderes mundiales de diferentes instituciones, organizaciones, para buscar cómo reducir el poder de la redes.

En la Edad Media, con la invención de la imprenta por Gutenberg, hacia 1450, libelos y panfletos eran como las redes sociales -más lentos por el analfabetismo dominante-, hasta que las hojas volantes que cualquiera publicaba para atacar, denigrar y calumniar a otro cayeron en descrédito y desaparecieron. Quizás la ignominia y el cansancio liquiden a Facebook o Instagram.

No solo George Clooney, Brad Pitt o Emma Stone descubrieron el gusto de no estar en redes; la tendencia crece, muchos descubren que hay vida afuera, más interesante que el narcisismo y la agresividad con que tantos envilecen estos sitios, y que opacan lo bueno que pudieran tener.