Para eso se ha abierto la discusión sobre el interés de los debates y su influencia en el voto de los electores. Estas discusiones no son comunes en nuestro país, lo que abunda son las mentadas de madre, los insultos a granel, las majaderías recreadas en televisión, sacarse la podredumbre de sus actos y las imbecilidades paridas en los reflectores de las emociones cavernarias que, según ellos, se llama política.
Formalmente hubo a finales de los 90 algunas experiencias con los candidatos de la época, en una carrera para seducir el voto popular. De paso servía como propagandas políticas, y medio se iluminaba cuál camino nos tocaba con los presidenciables que disputaban el poder.
Para eso sirven los debates, pues debería ser una ley, ya que es la mejor forma de lograr una discusión entre los candidatos, considerando que el ejercicio de la libertad de expresión es uno de los pilares de la democracia que ellos tanto «defienden».
El debate público debe ser obligatorio, porque estamos ante ciudadanos a ocupar el cargo de presidente, que se supone tiene como fin una sociedad democrática, con cultura política que promueva cambios en quienes votamos por las mejores opciones, más allá de una bandera desvanecida en las manos de un activista.
En América Latina, solo cuatro países tienen ley de debate electoral: Colombia, Costa Rica, Brasil y Argentina.
Y el debate más recordado en la historia fue el 26 de septiembre de 1960, entre el senador John Kennedy, del Partido Demócrata, y el vicepresidente Richard Nixon, del Partido Republicano, con la transmisión en directo, donde los estadounidenses tuvieron la oportunidad despejada en esos momentos críticos de la guerra fría, pues lo hicieron con la mejor opción.
Un debate debería ser una síntesis de claridad para saber escoger bien en estos días funestos para el país. Hay que guiar a los electorales, en medio de campañas frívolas, superficiales, zonzas y absurdas, violando todos los niveles de la inteligencia del pueblo, con cantos de sirena, comunismos trasnochados, abortos fantasmales y usando niños con capacidades especiales, en la peor bajeza de un reality show sin escrúpulos.
El Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep) convocó días atrás a un debate entre los candidatos de los tres principales partidos políticos, pero brillaron por su ausencia, no solo de ideas, sino de respuesta. El Cohep, con justa razón, quería saber: ¿dónde va a dar el dinero del país?, ¿qué se hará con la economía quebrada por la corrupción que ha vaciado las arcas y mantiene al filo del despeñadero a la empresa privada constantemente?
Para eso son los debates, señora y señor, para poner en práctica la capacidad de escuchar las ideas que podrían ser determinantes en la agenda de la Administración pública, dentro un marco de civilizado, con altura para a cambiar la percepción que tienen los votantes con respecto a ustedes y sus proyecciones que pueda orientar a los ciudadanos para tomar decisiones templadas ante la bruma que despiden sus actos grises.
Una oportunidad de verificar sus opiniones con base en una sólida preparación, para convencer a los electores de otorgarles su voto y aprovechar la oportunidad para aclarar las acusaciones hechas por sus opositores. Al menos que sea verdad que nos van a gobernar los narcos y los comunistas.