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Educación y empleo

Apenas hace unas cuatro décadas, para un padre de familia, la mejor herencia que se le podía dejar a un hijo o hija era la formación profesional, incluso, una carrera del nivel medio era motivo de satisfacción familiar y una vía para el mundo del trabajo.

Las empresas financieras y de otra naturaleza del país se presentaban a las instituciones educativas solicitando la lista de los mejores alumnos para emplearlos en sus empresas. Un profesional en ejercicio de sus funciones tenía garantizado un ingreso modesto que le permitía cubrir los gastos de él y su familia.

Lo anterior ha cambiado dramáticamente, graduarse de nivel medio e incluso en la universidad no es garantía de trabajo y ni de un salario que le permita a un joven constituir un hogar donde se reproduzcan y mejoren las condiciones de vida de sus antecesores.

En Honduras, según el INE, la población en edad de trabajar llega a 6,936,385 personas, de las cuales el 52.9% (3,666,904) son mujeres y el 47,1% (3, 269,481) hombres. La Población Económicamente Activa es de 4,093,474 de personas, de las cuales el 60.7% son hombres y el 39.3% mujeres.

Del total de la PEA, se estima que apenas 3,819,978 están ocupados. Pero el problema no solo es el desempleo abierto sino también el subempleo y los empleos de baja remuneración.

Hasta hace algún tiempo, el desempleo afectaba más a las personas sin ninguna o con poca formación escolar. Tener una profesión, como ya se ha señalado, era tener mejores posibilidades para una colocación en el sector público o privado, la situación ha cambiado, el desempleo afecta también a los profesionales.

Para citar un ejemplo, en el sector de salud, se estima que cerca de la mitad de los médicos graduados en el país no tienen un empleo formal y si se contabilizan el número de enfermeras desempleadas, tenemos que se contabilizaban más de 2 mil que no cuentan con una ocupación permanente.

El sistema de salud en el país tiene un déficit, tanto en el número de médicos por paciente como de enfermeras, pero problemas de recursos económicos y burocráticos impiden su contratación.

Hace algún tiempo, la periodista Orfa Mejía publicaba en un diario sampedrano (La Prensa, 23 de junio de 2015) un reportaje acerca de los desempleados con formación profesional y calificaba a este segmento de la población como “pobres ilustrados”.

Son miles de profesionales que andan con copias de sus títulos debajo del brazo en busca de un trabajo que corresponda con su formación académica y desde luego, con un salario que sea correspondiente con su formación, al final se conforman con un trabajo en otra actividad para la cual fueron formados, con una remuneración más baja y en condiciones inapropiadas para sus expectativas.

El sistema educativo hondureño sigue formando profesionales para una oferta de trabajo que ya no existe; tanto las carreras como sus planes y programas de estudio ya no se corresponden con la demanda laboral del país.Seguimos en lo que algunos han llamado en la escuela de los “alumnos del siglo XXI en escuelas del siglo XX”.