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Dos siglos de la doctrina Monroe

Este principio de política exterior formulado por la entonces joven nación estadounidense, enunciando durante la administración del presidente James Monroe, se constituyó como el primer enunciado diplomático de la política exterior hacia la América Latina.Con el tiempo se elucubraron otros por parte de su Cancillería, entre ellos el corolario Roosevelt a la doctrina Monroe, la política del buen vecino, la Alianza para el Progreso, y en la edificación de instituciones: Unión Panamericana, Organización de Estados Americanos, Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, Escuelas de las Américas, convenios bilaterales de comercio, asistencia militar, programas culturales.

La doctrina Monroe fue una proclamación unilateral, no un tratado o convención internacional por parte de Washington, pero sí se constituyó en la piedra angular de las relaciones inter-americanas. En síntesis, advertía a las potencias del Viejo Continente que cualquier intento de reconquista de las recién liberadas excolonias el Caribe, Centro y Sudamérica sería percibido como un peligro para la paz y seguridad de Estados Unidos; no interferiría en el estatus colonial vigente, pero respecto a los nuevos países que ya habían alcanzado su emancipación política, y la habían logrado preservar, habiendo sido reconocidas diplomáticamente por Estados Unidos, vería cualquier intento de reconquista o control europeo como una expresión de actitud no amistosa hacia los Estados Unidos.

En otras palabras, se erigía, sin decirlo directamente, como el protector, guardián y garante de aquellas recién proclamadas repúblicas al sur del río Grande, por cuanto estaban incluidas en su hegemonía soberana: “América para los americanos” sintetizaba su contenido, su interpelación y alcance.

Cuando fue proclamada, en 1823, la gran potencia mundial lo era la Gran Bretaña, con su poderío industrial, financiero, naval, opuesta a que otras potencias coloniales europeas intentaran reconquistar las recién liberadas naciones americanas de sus metrópolis: España y Francia. Estados Unidos proseguía con su expansión territorial interna, adquiriendo Lousiana (1803), Florida (1821), Alaska (1867), combatiendo a las tribus indígenas para despojarlas de sus tierras, arrebatándole a México má de la mitad de su área original (1846-1848), despojando a España de sus últimas posesiones americanas: Cuba y Puerto Rico (1898) y asiáticas (Filipinas, Guam) anexándose Hawai (1898).

Fue en las Antillas y Centroamérica en donde inicialmente consolidó su presencia comercial y militar, al punto que ambas zonas son consideradas “el patio trasero” de su control en las Américas; para preservar tal dominio ha intervenido utilizando diversidad de métodos: promoviendo golpes de Estado (Guatemala, 1954), invasiones y bloqueos (Cuba), desembarcando tropas, (Cuba, República Dominicana, Granada, Nicaragua, Panamá), estableciendo bases militares (Cuba, Panamá, Honduras).

Con el fin de la Primera Guerra Mundial (1918) y el declive de Gran Bretaña, Francia, Rusia y Alemania, Estados Unidos se convirtió en la primera potencia industrial, comercial, bélica del mundo, ampliando su influencia y poderío a escala planetaria, cuestionada en su momento por la antigua Unión Soviética; hoy, por China.