Monseñor Claudio María Volio, obispo de Santa Rosa de Copán, estaba oficiando en Gracias en 1919 cuando presenció el primer combate de una guerra civil que enfrentaba a partidarios conservadores del presidente Francisco Bertrand y miembros del Partido Constitucionalista Democrático (Liberal), alzados en armas para protestar la imposición que el gobernante pretendía con su concuño Nazario Soriano, a quien, contra ley, quería dejar como mandatario sucesor.
Creyendo que su autoridad moral evitaría la tragedia Volio escribió al alférez Vicente Tosta, dirigente de la revolución, instándolo a deponer los fusiles, asegurando que él garantizaba su libertad y de los guerrilleros.
“Usted se encuentra solo -dice la misiva- nadie más toma el camino de la violencia fratricida. El gobierno es demasiado fuerte y no tardarán sus ejércitos en rodearlo y destruirlo. Dios no puede proteger su causa y esfuerzo porque Él ama la paz”.
Aparece el relato en un gran libro sobre historia patria moderna -“La revolución del 19”, por Néstor Enrique Alvarado (Bulnes, 1967).
“Tosta la leyó varias veces (...) sus hombres reaccionaron de forma extraña pues a pesar de su espíritu religioso y respeto por los sacerdotes” los indignó el intervencionismo.
Tosta respondió sencillo: “No depondremos las armas, monseñor, nuestra causa es justa y abandonarla sería traición y deshonra. Dios está con nosotros porque protege a quienes luchan por la libertad y la justicia”.
Más tarde captura a Volio un grupo de rebeldes y cuando lo llevan a siniestro monte Tosta lo rescata.
“Nunca creí que pudiera usted tomar rápido esta plaza” duda el togado. ¿Cómo lo hizo?”.
Tosta recuerda la carta y responde: “Con la ayuda de dios, monseñor”...
106 años más tarde monseñor Óscar Andrés Rodríguez (músico, políglota, piloto aéreo) ocupó televisión y emisoras para advertir al defenestrado presidente José Manuel Zelaya que, pese al golpe de Estado, “los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial están en vigor legal” de acuerdo a la Constitución (05/07/2009 EFE), mientras que El Heraldo reporta ese mismo día: “el Cardenal pidió al expresidente que no venga a Honduras, para evitar un derramamiento de sangre”.
El sacerdote hizo un llamado al “amigo” Zelaya: “Sé que usted ama la vida y la respeta, hasta hoy no ha muerto un solo hondureño [pero] por favor medite porque después sería demasiado tarde”, instó el prelado.
El máximo jerarca también pidió a OEA prestar “atención a los hechos ilegales que venían ocurriendo en el país antes del 28 de Junio”.
Para contento de monseñor Rodríguez ningún equipo guerrillero pretendió capturarlo y llevarlo al monte y más bien el expresidente Manuel Zelaya le expresó años luego:
“Reverendísimo: Estamos a tiempo de detener el retorno de épocas oscuras y terribles donde quienes se atrevieron a luchar por la verdad murieron torturados. Usted es el sacerdote que me enseñó la moral de decir siempre la verdad, sin medir costo o beneficio, pero también a defender el sagrado derecho a la vida como don de dios y base de la existencia humana”. Informe de Honduprensa (Enero 2015).
Se repiten los hombres, compatriotas, no la historia. En particular cuando coinciden las mentes reaccionarias de ayer como de hoy.