Un descomunal huracán había pasado sobre el territorio de Honduras en octubre de 1998, había gente desesperada, sin alimentos, sin servicios de agua y electricidad, puentes y aeropuertos destruidos, carreteras dañadas y un sistema de salud colapsado. Cuando lo ríos bajaron su caudal aparecieron los cadáveres, restos de utensilios de cocinas de habitaciones que habían cedido ante las lluvias de un huracán --el huracán Mitch-- que parecía había andado con mapa destruyendo todo lo hermoso de la naturaleza y lo que la sociedad había creado en años. En aquellas condiciones, no hubo tiempo ni espacio para que los que perdieron un familiar lloraran a los muertos en acto solemne de despedida.
Que el daño se localizara en una pequeña porción del planeta, Centro América; facilitó que la ayuda internacional se volcara sobre la nación, se estableció un puente de auxilio humanitario de diferentes países. Cuba no se hizo esperar, el propio Fidel Castro, jefe de Estado de aquella nación hermana dirigió el operativo de ayuda a Honduras, país que había sido el más afectado en la región. La caída de aviones y las llamadas telefónicas eran constantes a cualquier hora del día y de la noche. El jefe de Estado cubano prometió enviar 2 mil médicos a los países afectados por el huracán, además la formación de unos 5 mil profesionales de la salud. Bajo esta idea se fundó la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, que funciona en La Habana, donde más de mil compatriotas se han graduado, muchos de ellos con especialidades.
En aquellas circunstancias, la junta Directiva del Colegio Médico, ante la fuerza de los acontecimientos y la acción solidaria, hicieron silencio, después, una vez que la situación se iba normalizando, el gremio médico empezó una ruidosa y sistemática campaña en contra de los brigadistas cubanos, incluso, algunos (a), que ahora son dirigentes del gremio, desde la academia promovieron acciones en la Corte Suprema de Justicia, solicitando la emisión de resolución de desconocimiento a los graduados en Cuba.
Las sociedades se crecen en solidaridad en momentos de crisis, pero también afloran sentimientos de mezquindad, lo perverso que algunos seres humanos llevan dentro salen para ocultar acciones nobles que les desnudan su vileza.
Cuando se anunció la llegada de los brigadistas cubanos, ante la pandemia del coronavirus, los dirigentes gremiales, Suyapa Figueroa y Carlos Umaña, salieron con su habitual incontinencia verbal a denostar, con lenguaje ofensivo a los profesionales de la medicina de Cuba. Argumentos pueriles, xenofóbicos y mentirosos salieron a flote; siguiendo el libreto de los gobiernos ultraconservadores de Brasil, Bolivia y de la posición ideo política del trasnochado y enfermiso exilio cubano en Miami.
La solidaridad del personal médico cubano en nuestro país, y en el mundo, ha recorrido bastante y la misma población se ha encargado de defender su presencia. Cuba forma a sus médicos para servir, no para competir.
En una coyuntura como la actual, “debemos aprender a vivir juntos como hermanos o vamos a perecer juntos como tontos”. Martin Luther King.
Que el daño se localizara en una pequeña porción del planeta, Centro América; facilitó que la ayuda internacional se volcara sobre la nación, se estableció un puente de auxilio humanitario de diferentes países. Cuba no se hizo esperar, el propio Fidel Castro, jefe de Estado de aquella nación hermana dirigió el operativo de ayuda a Honduras, país que había sido el más afectado en la región. La caída de aviones y las llamadas telefónicas eran constantes a cualquier hora del día y de la noche. El jefe de Estado cubano prometió enviar 2 mil médicos a los países afectados por el huracán, además la formación de unos 5 mil profesionales de la salud. Bajo esta idea se fundó la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, que funciona en La Habana, donde más de mil compatriotas se han graduado, muchos de ellos con especialidades.
En aquellas circunstancias, la junta Directiva del Colegio Médico, ante la fuerza de los acontecimientos y la acción solidaria, hicieron silencio, después, una vez que la situación se iba normalizando, el gremio médico empezó una ruidosa y sistemática campaña en contra de los brigadistas cubanos, incluso, algunos (a), que ahora son dirigentes del gremio, desde la academia promovieron acciones en la Corte Suprema de Justicia, solicitando la emisión de resolución de desconocimiento a los graduados en Cuba.
Las sociedades se crecen en solidaridad en momentos de crisis, pero también afloran sentimientos de mezquindad, lo perverso que algunos seres humanos llevan dentro salen para ocultar acciones nobles que les desnudan su vileza.
Cuando se anunció la llegada de los brigadistas cubanos, ante la pandemia del coronavirus, los dirigentes gremiales, Suyapa Figueroa y Carlos Umaña, salieron con su habitual incontinencia verbal a denostar, con lenguaje ofensivo a los profesionales de la medicina de Cuba. Argumentos pueriles, xenofóbicos y mentirosos salieron a flote; siguiendo el libreto de los gobiernos ultraconservadores de Brasil, Bolivia y de la posición ideo política del trasnochado y enfermiso exilio cubano en Miami.
La solidaridad del personal médico cubano en nuestro país, y en el mundo, ha recorrido bastante y la misma población se ha encargado de defender su presencia. Cuba forma a sus médicos para servir, no para competir.
En una coyuntura como la actual, “debemos aprender a vivir juntos como hermanos o vamos a perecer juntos como tontos”. Martin Luther King.