La Estatua de la Libertad, además de ser un monumento de la ciudad de Nueva York, se convirtió en un símbolo de Estados Unidos, representa, en un plano más general, la libertad y emancipación con respecto a la opresión.
Fue un regalo del gobierno francés en el centenario de la independencia estadunidense. Desde su inauguración en 1886, era la primera visión que tenían los migrantes que por miles venían a la nación del norte, en medio del bullicio de un país que se levantaba a pasos agigantados bajo el impulso del industrialismo. La Estatua de la Libertad, como un saludo alegórico abría las manos para extenderlas a asustados viajeros.
Las razones de las corrientes migratorias siempre han sido las mismas: persecución política o religiosa, hambrunas provocadas por sequías, guerras y conflictos interétnicos. La diferencia es que ahora los migrantes ya no son recibidos como recursos humanos para impulsar el desarrollo y crecimiento de las naciones que en el pasado lejano requerían de mano de obra barata para realizar aquellos trabajos más degradantes y expuestos a toda clase de peligros.
Ahora la Estatua de la Libertad ya no recibe a los migrantes en Nueva York con su brazo en alto sosteniendo la antorcha de la Libertad, los recibe en la frontera con todo tipo de resguardo para evitarles la entrada. En la época colonial fueron miles de europeos los que vinieron a América en busca de enriquecimiento, ascenso social o una vida mejor.
La formación de nuestras naciones, en todo el continente, tiene un componente que nos obliga a ser tolerantes con este fenómeno, incluyendo EEUU, nación de las más cosmopolitas de todo el continente.
Los mismos que hoy se levantan en contra de los migrantes, si se les estudia su árbol genealógico se descubrirá que apenas hace una generación vinieron a poblar los Estados Unidos. Lamentablemente, los temas de población han venido empeorando y ya no son objeto de debate en los organismos internacionales, un tema como la migración que era exclusivo de un grupo de países, con el tiempo está afectando a todas las naciones, por lo cual debería ser abordado en los organismos de las Naciones Unidas (ONU) para dar respuestas colectivas a un problema que empieza a ser de todos.
Es penoso que el mandatario estadounidense Donald Trump haya hecho del tema migratorio un tema de campaña política y en su incontinencia verbal esté despotricando en contra de los migrantes, haciéndoles bullying al estilo de un escolar mal educado y, peor todavía, que en una acción impropia de un gobernante de la principal potencia del mundo, esté amenazando con quitarles la ayuda a naciones empobrecidas como Honduras, El Salvador y Guatemala, porque según él, sus gobiernos no están haciendo lo suficiente para detener a los migrantes de estos países, olvidándose que ellos, en el pasado, hicieron demasiado para saquear nuestros recursos, alimentando con ello la prosperidad de esa gran nación.