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Contra todos los pronósticos, Nicaragua

Hace un par de meses nadie podía imaginar que Nicaragua experimentaría un cambio tan drástico en el ámbito político como el que vive en este momento.

La imagen del país que circulaba en el mundo era de estabilidad y seguridad, al punto que contaba con la admiración de sus vecinos centroamericanos. Eso cambió el 18 de abril cuando una ola de movilización y protestas sociales se extendió en todo el territorio y en el tiempo.

Dos meses después, el balance no es alentador para el gobierno y se ha visto obligado a sentarse en una mesa de diálogo. Las protestas comenzaron a inicios de abril cuando grupos de jóvenes ambientalistas protestaron por la negligencia estatal ante el incendio de la reserva biológica Indio Maíz, una de las más importantes del país. Esas protestas fueron reprimidas por la policía y el gobierno intentó acallarlas con contramarchas gubernamentales.

A mediados del mes, la presidencia emitió un decreto ejecutivo que reformó de facto el sistema de seguridad social. La medida afectaba directamente a los miles de trabajadores cotizantes con un incremento de la cuota de cotización, y a los pensionados y jubilados a quienes les deducirían un 5% de su pensión.

Las primeras protestas en las que participaron mayoritariamente personas de la tercera edad se realizaron el 18 y 19 de abril, y fueron violentamente reprimidas por la policía y fuerzas parapoliciales. Numerosos periodistas y medios de comunicación también fueron víctimas de la represión y sus equipos robados o destruidos por las fuerzas parapoliciales.

En vez de atemorizar, la indignación se incrementó y miles de personas se lanzaron a las calles en las ciudades más importantes del país. A ellas se sumaron los jóvenes estudiantes universitarios que ocuparon varios recintos en Managua, la capital, y otras ciudades del país.

La movilización social y la represión estatal tuvieron uno de sus momentos más intensos entre el 18 y 22 de abril. De acuerdo al informe preliminar de observación elaborado por la CIDH, en esos días fueron asesinados 76 jóvenes, más de 800 heridos y un poco más de 400 detenidos.

A la fecha, la cantidad de jóvenes asesinados asciende a más de 80, cientos de heridos y otros cientos de detenidos ilegalmente.

Aunque los catalizadores fueron el incendio de Indio Maíz y la reforma de la seguridad social, las causas de la movilización y protesta fueron un acumulado de descontentos e insatisfacciones sociales con el gobierno que incluyeron: los sistemáticos fraudes electorales, las restricciones a la libertad de expresión y la libertad de prensa, los constantes incrementos al precio de los combustibles, la falta de empleo, los altos índices de pobreza y el alto costo de la canasta básica, entre otros.

Desde el inicio los protagonistas han sido jóvenes estudiantes a los que se han sumado el movimiento campesino, el movimiento de mujeres y cientos de miles de ciudadanos en todo el país. Los jóvenes pertenecen mayoritariamente a dos generaciones nacidas después de 1990, son los jóvenes de la posrevolución o de la era democrática que hasta hace poco eran considerados como apáticos e indiferentes.

La presión de la movilización social y la falta de legitimidad a causa de la brutal represión han obligado al gobierno a sentarse en una mesa de diálogo para discutir dos temas cruciales que surgieron del consenso social: justicia y democratización.

Con algunos traspiés y complejos retos, el diálogo ha avanzado lento, pero en buena dirección con la mediación de la Iglesia Católica. La percepción que los actores tienen del mismo es diferente, pero todos reconocen que es un mecanismo pacífico para encontrar una solución a la crisis política que vive el país. Los desenlaces son inciertos.

El gobierno no ha dado suficientes muestras de buena voluntad pero del otro lado, la voluntad de la sociedad nicaragüense de propiciar un cambio significativo se mantiene firme. La gente no ha dejado de salir multitudinariamente a las calles armadas principalmente de civismo, firmeza y una bandera en sus manos.