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Parece diluida la posibilidad de dialogar e inspirados por los más altos ideales en pro de nuestra Honduras, lograr acuerdos. La conclusión del dialogo, auspiciado por el PNUD y cuerpo diplomático, es evidencia de las disfunciones de la práctica política, acentuada por la ola de moralidad que recorre el mundo y por la pobre mentalidad tercermundista de quienes ambicionan de la forma más proterva, el poder. Tenían razón quienes afirmaron que las nobles intenciones de convocantes y autoconvocados eran insuficientes y que solo serían instrumentalizadas, por quienes, sin cuota relevante de poder, el exdueño del Pac y el presidente del CCEPL, se apropiarían del diálogo para imponer sus pseudorazones y para legitimar a como diera lugar sus desafortunadas y confusas dirigencias. Dirigencias no liderazgos. Personalidades similares, han encontrado forma de apoyarse uno al otro para mantener su vigencia. Y dañar cuanto a su paso se opone. Politiqueros, tal cuales los que ellos señalan. Sería solo asunto de que llegaran a tener poder real para exhibir en toda su dimensión los mismos vicios. La transpiración de odio, así como de condiciones personales sumamente preocupantes, deben ser ajenas a cualquier compatriota que aspire a dirigir los destinos de la nación. Si tan solo pudiera serles aplicado un examen psicométrico. Pero hay que ver para delante. El diálogo no debe eliminarse como vía a los acuerdos democráticos. Habrá que rediseñarlo y entender que Honduras es más que dos líderes rabiosos y que ni paraestatales son la sociedad civil, ni megalómanos aprendices de dictadores en nuestras instituciones democráticas, pueden imponer sus intereses sobre los de nuestro país.

El oportunismo con que se presentan como antisistema, aunque son parte viva del mismo sistema, prueba de lo que son capaces. Por suerte, seguiremos siendo librados de ellos. Conclusión: hay que seguir en diálogo, escucharles a todos, pero hacerles caso solo a quienes demuestren velar por Honduras.