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Aprender a descansar

Me contaron una vez que alguien fue a trabajar unos días a un país europeo. En su afán por dejar todos sus trabajos cumplidos, cada día terminaba su jornada a altas horas de la noche. En cambio, se sorprendía de cómo sus compañeros salían todos puntualmente a la hora indicada en el contrato. Cuando le hizo ver este detalle a su jefe, este le mencionó que se trataba de trabajar con calidad, y, casi siempre, cuando esto no se consigue, será necesario reponer la falta de calidad con la cantidad de tiempo dedicado al trabajo. La conversación concluyó con la advertencia de que si no hacía un mejor esfuerzo por trabajar mejor, en poco tiempo se vería fuera de la empresa.

Estamos en una sociedad con muchos contrastes con relación al trabajo y al descanso. Por una parte, en los últimos meses, aparecieron numerosos artículos defendiendo la implementación de una semana laboral de cuatro días, un aumento en la baja por maternidad y paternidad y mayores restricciones en las horas extras. Todo en aras del tiempo libre y la productividad.

Por otra parte, el teletrabajo nos presenta nuevas exigencias que, si no estamos atentos, pueden llevarnos a descuidar asuntos tan importantes como la propia familia o nuestra formación espiritual. Pensaba en esto ahora que tengo el gran regalo de pasar unos días de vacaciones en Panamá. Cualquiera sabe que trabajar bien no es solo asunto de querer hacerlo, sino, sobre todo, que es algo que debe ser aprendido.

Tener un orden y unas prioridades claras, atender a las necesidades y exigencias de los superiores, saber renunciar a gustos y caprichos para estar centrado en los objetivos trazados, tratar con respeto y amabilidad a las personas, en fin, trabajar bien requiere muchas energías y dedicación. En una palabra, aprender a emplear a fondo todas las cualidades personales.

Tan cierto es lo anterior como que también hemos de aprender a descansar de forma profesional. En cierta ocasión escuché una pregunta que me hizo pensar: “¿Trabajas para descansar o descansas para trabajar?” Parece algo sin sentido, sin embargo, encierra la sabiduría de cuáles son los fines por los cuales hacemos las cosas.

Nuestras ocupaciones laborales no deberían consumir todo nuestro tiempo, porque también tenemos otros aspectos y obligaciones que es necesario atender; la dedicación a la familia, la salud física, la propia formación y múltiples proyectos a los que también hemos de dedicarles tiempo e ilusión. Hace falta humildad para reconocer que nuestras fuerzas son limitadas y que tampoco somos imprescindibles.

Necesitamos desconectar de cuando en cuando de nuestras ocupaciones habituales para contemplar el panorama de nuestra vida desde otras perspectivas. Ampliar horizontes vitales, represar fuerzas, replantearnos los modos en que hacemos las cosas, acumular formación para mejorar y crecer.

Un psiquiatra famoso mencionaba en una ocasión que descansar “es como ponerse una vacuna psicológica para estar inmunizados ante los aspectos negativos del entorno. Las personas que no consiguen esta independencia emocional respecto al mundo, viven en tensión y con temor, lo que les produce un cansancio suplementario”.No olvidemos que necesitamos de cuando en cuando parar todas nuestras actividades, ya lo decía un artista famoso: “Las obras grandes surgen solamente de la soledad, del descanso, del saber esperar y del dejar madurar”.