La Navidad siempre ha sido motivo de festejo por parte de la mayoría de la sociedad hondureña, hasta las personas más pobres en la noche del 24 de diciembre preparan alguna actividad relacionada con alguna comida especial. Un nacatamal, algún dulce o una bebida de ocasión casi nunca han faltado en los hogares en fecha tan especial.
La Navidad ha tenido esa fuerza de la tradición que se espera con entusiasmo y alegría. Este año, a pesar de las promociones que hacen los comerciantes, no se percibe el entusiasmo y alegría de otros tiempos.
Una pobreza que afecta a más del 60% de sus 8.7 millones de habitantes, el Instituto Nacional de Estadística ha reiterado que los ingresos del hondureño están por debajo del costo de una canasta básica de consumo que incluye alimentos y otros bienes y servicios.
Muy a pesar de los éxitos macroeconómicos que el gobierno anuncia y que los organismos internacionales respaldan, esos éxitos no se ven reflejados en una mejora de las condiciones de vida de la población.
A la situación ya deprimida de ese grueso segmento de la población hay que agregarle las circunstancias derivadas del pasado proceso electoral, situación que ha dejado una estela de dolor, destrucción y muerte de algunos compatriotas en algunas localidades del país.
Pérdida de empleos provocados por incendios y saqueos de pequeños, medianos y grandes empresas, salarios dejados de percibir por días no trabajados y parálisis de actividades económicas generadas por tomas de carreteras están dejando un panorama desolador para el país y para miles de ciudadanos que de pronto se han encontrado con un panorama sombrío y carente de perspectivas halagüeñas para el futuro.
Lo ocurrido tendrá un efecto en espiral para la generalidad de la población, efecto que se manifestará de diferentes formas, costará mucho tiempo y esfuerzo recuperarse y, en algunos casos, los daños son irreparables, sobre todo para aquellos que han perdido familiares en las protestas callejeras.
Todo lo sucedido antes, durante y después del proceso electoral presagiaba acontecimientos deplorables. Una campaña de odio feroz, descalificación y sentido de venganza llevada a cabo previo a las elecciones insuflaban un nivel de crispación en la población que se ha tornado imposible, por lo menos a corto plazo, de desmontar para el logro de entendimientos políticos, concluyendo con un proceso de votación que deja más grietas en el cuerpo social de la sociedad hondureña.
Se observa en el ambiente social una cierta melancolía, cada quien sufriéndola según el grado de afectación por lo que le ha sucedido en los últimos días a raíz de la enconada lucha por el poder. Hasta las comunicaciones entre amigos y familiares se están viendo afectadas por el temor de que una fogata en la calle o bulevar de la ciudad le pueda interrumpir el paso de llegada o de regreso a su hogar.
Lo más triste es que los que más están sufriendo en esta Navidad son los que menos tienen que ganar en una batalla campal impulsada por las ambiciones de poder y vanidad de unos pocos. Se nota que cuanto más se sacrifica el pueblo, más aumenta el ego de los políticos inescrupulosos.