Hace muchos años las Naciones Unidas (ONU), como resultado de intensas reuniones en 1992, 1997 y 2015, nos advirtieron sobre las implicaciones del cambio climático en el mundo entero y lo peor del caso, para algunos científicos, parece ya irreversible, por lo que los países vulnerables ante tal situación deben tomar medidas de mitigación urgentes para enfrentar los diferentes desastres que nos amenazan tal como ocurrió en el país con los incendios forestales con daños incuantificables. Alabamos y aplaudimos aquellos esfuerzos por recuperar las áreas forestales dañadas por incendios u otras actividades, aplicando tecnologías de reforestación avanzada porque hasta el mismo bosque de forma natural tiene sus propios mecanismos de autorregenerarse y no queremos darnos cuenta que el problema es otro porque lo real es la falta de conciencia de las autoridades al actuar con mayor equidad en cuanto a los beneficios del bosque y darnos cuenta de que el proceso de restauración es caro, con un proceso de mediano a largo plazo. Mientras no cambiemos la mentalidad de nuestra gente en el campo fuera de lo político, toda acción será en vano y los megaproyectos con suficiente presupuesto quedarán solamente en buenas intenciones. Ante la situación anterior, es importante REVISAR políticas para reflexionar que, para RESTAURAR EL BOSQUE, lo primero para hacer es proteger lo que aún tenemos y cuando ya tenemos una población con actitud proteccionista, podemos pensar en la reforestación de áreas que sí lo necesitan. En tal sentido, podríamos no seguir malgastando fondos nacionales y mucho menos aportaciones extranjeras. No podemos seguir ignorando el valor incalculable de los bosques del país, por sus bienes y servicios ambientales, y aunque hay un panorama desolador, Honduras aún tiene sus ventajas que debe aprovechar para mitigar el impacto de fenómenos impredecibles. En este sentido, hagamos realidad la restauración de los bosques.