Las imágenes tienen la finalidad de hacer que ese “algo” se vuelva imaginable para nosotros. También, las imágenes no son símbolos como los números, las imágenes necesitan ser interpretadas, las mismas contienen dos dimensiones: Espacio, tiempo, la mirada del observador sobre las superficies planas con el propósito de abstraer lo temporal de la misma realidad es la imaginación del porqué del antes y después.
En este plano todo participa de un contexto del mundo y de su magia donde todo es un efecto en las causas.
Las imágenes son mediaciones entre el hombre y el mundo donde hay realidad en la imagen e imagen en la realidad. El mundo llega ser como una imagen, sus múltiples escenas y situaciones. Un pintor, por ejemplo, está interpuesto entre las imágenes y su significado. El pintor va elaborando los símbolos de la imagen “en su mente” los ha transferido mediante un pincel, aplicando pintura sobre la superficie. Si deseamos descifrar tales imágenes, debemos decodificar el proceso codificador ocurrido en “la cabeza” del pintor.
Sin embargo, respecto de las imágenes el asunto no es tan simple. Es verdad que también aquí se interpone un factor entre la imagen y su significado, en este caso una cámara y el hombre que la utiliza.
No obstante, este factor, este “operador del aparato”, no parece interrumpir la cadena entre la imagen y su significado. No obstante, el asunto no es tan sencillo como parece.
La fotografía no es una herramienta semejante a una máquina; es un juego, como la baraja o el ajedrez. Si tomamos la fotografía como nuestro modelo, no sustituimos simplemente un tipo de herramienta por otro tipo de herramienta como modelo; sustituimos una clase de modelo por otra clase. Así, la hipótesis aquí propuesta, según la cual hemos empezado a razonar dentro de una estructura de categorías fotográficas, indica que la estructura de nuestro pensamiento está a punto de experimentar una mutación entre realidad espacio y tiempo; y tiempo, espacio y realidad.