Si ya el control que tienen los delincuentes en los centros penales para adultos, los constantes asesinatos y fugas de los prisioneros, algunos de los cuales incluso siguen dirigiendo desde allí sus fechorías, resulta chocante y exhibe de forma palmaria la clase de gobierno y de sociedad que tenemos; que lo mismo esté ocurriendo en los centros asignados para los menores de edad, en los que tampoco la rehabilitación existe ya ni siquiera como una utopía, no es más que una muestra de que en realidad los esfuerzos que aseguran hace tiempo comenzaron contra la inseguridad no han sido integrales ni mucho menos pensando en el futuro.
Así lo confirman dos ejemplos ampliamente expuestos en estos últimos días por EL HERALDO: lo que ocurre en el centro de reclusión de menores de Los Cobras –donde hace algunos días fue asesinado alias “El Pony”, supuestamente vinculado al asesinato de dos fiscales en San Pedro Sula, en octubre pasado--, y en Renacer, donde a principios de este año se descubrió una fosa común con los cadáveres de cinco menores desmembrados.
Ambos centros están controlados plenamente por los mareros --¡adultos algunos de ellos!--, ya que tanto las autoridades de los mismos como los empleados han sido amedrentados y solo a los segundos se les permite llegar hasta el portón a dejarles los alimentos. Mientras, los “infractores” reciben allí drogas para continuar o iniciar a otros niños en la adicción y teléfonos celulares hasta para participar en las extorsiones e incluso armas de fuego con las que imponen el terror.
Esto y todos los demás horrores que se viven en estos centros, y cuyas víctimas son los mismos niños, principalmente aquellos que no pertenecen a grupos delictivos, unido a claras muestras de irresponsabilidad gubernamental como pretender entregarlos a ONG o tratar de escudarse en las “limitaciones” del obligado cumplimiento a los derechos humanos y demás leyes vigentes, deben ser inmediatamente superados.
No hay excusa válida para que continúe este terrible caos más que la ineptitud, la displicencia y la falta de planificación.