Hemos respirado desde el inicio de su gobierno, como la mayoría de colombianos, el nuevo aire que supo imprimir el presidente Juan Manuel Santos a la cosa pública en sus diferentes frentes, especialmente en el campo de las relaciones internacionales, de la economía y de la seguridad pública. El alto perfil de los miembros de su gabinete garantizaba la difícil misión de encarrilar de nuevo al país por los canales de la democracia y del desarrollo, para devolver la esperanza de su viabilidad perdida, tras una vorágine de desgobierno, escándalos, violencia y aislamiento del país. Santos encontró el escenario y las condiciones propicias para pasar a la historia como un verdadero estadista, para lo que sin duda, se ha preparado. En ese empeño, ha concitado el decidido respaldo político y funcional de otras importantes instituciones del Estado como la Procuraduría, la Contraloría, la Fiscalía y la Auditoría General de la Nación, las que igualmente, salvo contadas falencias, han venido desempeñando un importante papel de acompañamiento, y lo que es más destacable, intentando una reingeniería operativa a su propio interior, que garantice, por fin, el cumplimiento de sus funciones de control público y ciudadano. Estos nuevos órganos, creados unos, fortalecidos otros, por la nueva Carta Política de 1991, habían estado muy lejos de satisfacer todas las expectativas. También Santos encontró un auspicioso clima de economía en la región,
En este punto, el enorme desafío de Santos es hacer que las cifras de la macroeconomía de las que se enorgullecen los poderosos gremios económicos reviertan a los sectores más pobres de la población. En fin, el presidente Santos debe, de inmediato, tomar decisiones de choque que impidan el deterioro de la imagen de su gobierno, pero lo que es más importante, identificar y aplicar los ajustes que sean del caso, para que los colombianos no sufran otra decepción histórica y de verdad, Colombia se encamine por el sendero del progreso y la prosperidad económica prometidos.
–el que aún subsiste–, y en el que Colombia ocupa un destacado lugar. Los mismos éxitos en la lucha contra la subversión, empañados, no obstante, por el vil asesinato de los militares y secuestrados, fortalecieron la imagen del gobierno, ante ojos propios y extraños. Pero la 'luna de miel' comienza a desvanecerse en forma sutil, según las últimas percepciones de la ciudadanía, recogidas en recientes encuestas que merecen alguna credibilidad. La crisis del invierno que azota al país, con miles de damnificados, ha afectado gravemente el prestigio de la administración nacional, pues la impresión que se tiene es que ha existido una grave improvisación, ya que la emergencia anunciada con suficiente antelación no fue atendida debidamente. Pero también esa generosa situación que alimentan los indicadores económicos de la región no se ha visto proyectada en los altos niveles de desempleo y el cuadro básico de las necesidades insatisfechas que soportan los colombianos.