Por Andrew E. Kramer y Maria Varenikova / The New York Times
KIEV, Ucrania — Cuando la Administración Trump propuso un plan de paz que reconocería el control ruso de la península de Crimea, la respuesta de Kiev fue un no rotundo e inequívoco.
Hacerlo violaría la Constitución del País, dijo el Presidente Volodymyr Zelensky de Ucrania a los periodistas. Nunca sucedería, declaró, ni siquiera a cambio del fin de la guerra que se libra mayormente lejos del territorio en disputa que ha estado en manos rusas durante más de una década.
La línea roja de Zelensky está sujeta por una dura realidad política. Dentro de Ucrania, el reconocimiento formal del control ruso de Crimea sería visto ampliamente como una concesión peligrosa a un rival embustero y un abandono de los ucranianos que aún viven en la región. También frustraría las esperanzas de reunificación de las familias separadas por la ocupación del 2014 —cuando muchos residentes proucranianos huyeron mientras sus parientes ancianos o prorrusos permanecieron atrás.
“No hay un solo político ucraniano que votara a favor de legalizar la ocupación de territorios ucranianos”, declaró Kostyantyn Yeliseyev, ex subjefe de gabinete presidencial. “Para los parlamentarios, sería peor que un suicidio político”.
El Presidente Donald J. Trump expresó su frustración por la reacción de Zelensky el 23 de abril, publicando en redes sociales que Crimea se “perdió hace años” y sugiriendo que el líder ucraniano estaba prolongando la guerra por un sueño guajiro. “Puede tener paz o puede pelear otros tres años antes de perder todo el País”, escribió Trump.
La toma de la península de Crimea en el 2014 comenzó cuando soldados rusos tomaron edificios gubernamentales y bases militares.
La operación fue prácticamente sin derramamiento de sangre; los soldados ucranianos se retiraron o cambiaron de bando. Pero esa invasión desencadenó un intento ruso de capturar territorio en el este de Ucrania utilizando su Ejército y fuerzas apoderadas, iniciando un conflicto que causó la muerte de unos 14 mil soldados y civiles de ambos bandos antes de que la invasión total por parte de Rusia en el 2022 desencadenara una guerra más amplia, reporta la ONU.
En las conversaciones de paz mediadas por Estados Unidos, Ucrania esperaba dejar el control de Crimea fuera de discusión. Ha solicitado un alto el fuego inmediato, así como garantías de seguridad contra nuevos ataques, como el despliegue de una fuerza europea de mantenimiento de paz o una membresía a la OTAN.
Pero la Administración Trump rechazó ese enfoque el mes pasado. Su propuesta incluía la aceptación del dominio ruso en Crimea y un veto a la membresía a la OTAN para Ucrania.
El recuerdo de la toma de Crimea aún está a flor de piel en Ucrania. El reconocimiento del control ruso también se enfrenta a la oposición de una organización que representa a los tártaros de Crimea, un grupo étnico con raíces en la península.
“Crimea es la patria del pueblo tártaro de Crimea y una parte integral de Ucrania”, escribió Refat Chubarov, cabeza del Mejlis, un consejo de los tártaros de Crimea, en una publicación en redes sociales. “Nadie —bajo ninguna circunstancia— puede decidir el destino de Crimea, salvo el Estado ucraniano y el pueblo tártaro de Crimea”.
Entre los funcionarios ucranianos, negociar el estatus de Crimea es considerado políticamente arriesgado. En Kiev, las autoridades recuerdan que los predecesores que firmaron en el 2010 una ampliación del contrato de arrendamiento de una base naval rusa en Crimea fueron posteriormente procesados por traición.
Los ucranianos afirman que el reconocimiento violaría los principios de la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial, que se oponían al desplazamiento forzoso de fronteras. “Ningún Presidente ucraniano tendrá jamás la autoridad para reconocer a Crimea, ya que fue tomada por la fuerza como parte de Rusia”, declaró Oleksandra Matviichuk, abogada ucraniana de derechos humanos.
Medir la opinión pública en Crimea es difícil, pues escasean las encuestas fiables.
Kaja Kallas, la máxima diplomática de la Unión Europea, ha dicho que el bloque se opone al reconocimiento formal de la soberanía rusa sobre Crimea.
Durante el primer mandato de Trump, su Administración también se opuso al reconocimiento. Una declaración del 2018 afirmaba que Estados Unidos “reafirma como política su negativa a reconocer los reclamos de soberanía del Kremlin sobre el territorio tomado por la fuerza en contravención del derecho internacional”.
Anna Lukinova contribuyó con reportes a este artículo.
© 2024 The New York Times Company