Triunfo de Kast en Chile, el regreso de la sombra de Pinochet

La victoria electoral de José Antonio Kast marca un hito en Chile al llevar al poder a un defensor de la dictadura, impulsado por el malestar y la inseguridad

  • Actualizado: 26 de diciembre de 2025 a las 19:20
Triunfo de Kast en Chile, el regreso de la sombra de Pinochet

Por Ariel Dorfman/ The New York Times

El General Augusto Pinochet, el hombre fuerte que impuso un régimen de terror en Chile de 1973 a 1990, debe estar sonriendo desde su tumba.

José Antonio Kast, su aguerrido defensor y admirador, acaba de ser electo Presidente de Chile. Kast, un político de derecha que ha elogiado la dictadura militar y que en una ocasión dijo que si Pinochet estuviera vivo “habría votado por mí”, ganó por un margen abrumador, superando a su oponente de centroizquierda por unos 16 puntos. Es la primera vez desde la restauración de la democracia en Chile hace 35 años que un partidario de la dictadura ha alcanzado un cargo tan alto.

La victoria de Kast no es necesariamente un respaldo a su veneración por Pinochet. Sus promesas de campaña apelaron a una población enojada, cansada y confundida, ansiosa por un cambio radical: la promesa de expulsar a cientos de miles de inmigrantes indocumentados, la lucha contra la delincuencia y el narcotráfico, la promesa de recortar el gasto público e impulsar el crecimiento económico. Kast, un católico ultraconservador, también se opone al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo, a la protección de la identidad de género y a los derechos de los indígenas.

Algunos podrían considerar su ascenso como un caso más de la alarmante tendencia mundial hacia el autoritarismo nativista —y así es. Pero la consiguiente rehabilitación de uno de los autócratas más tristemente célebres del continente representa un revés particularmente doloroso en un País donde muchos consideraban ganada la larga lucha por la democracia.

En 1973, el Ejército, con Pinochet al mando, depuso al Gobierno democráticamente electo de Salvador Allende. El General procedió a clausurar el Congreso, torturar y asesinar a miles de partidarios de Allende, y perseguir y exiliar a muchos más. El poder de Pinochet comenzó a decaer a finales de la década de 1980, y la democracia en Chile finalmente se restableció en 1990. En 1998, fue arrestado en Londres acusado de abusos contra los derechos humanos; las posteriores revelaciones de que había acumulado ilícitamente millones de dólares alimentaron un aborrecimiento generalizado que lo convirtió en un paria aún mayor. Cuando murió en 2006, multitudes se congregaron en las ciudades chilenas, coreando “¡Adiós, General!”. Para esos ciudadanos danzantes y alborotados, era la oportunidad de enterrar para siempre, junto con el cadáver de Pinochet, la influencia que había ejercido sobre Chile durante tantas décadas.

Yo no estaba tan seguro. El control totalitario que ejerció durante tanto tiempo y el temor que había engendrado tan profundamente no parecían disiparse fácilmente. Presenciando el éxtasis carnavalesco en las calles de Santiago, pregunté en un ensayo si el legado del General realmente había muerto. “¿Dejará alguna vez de contaminar cada espejo esquizofrénico de nuestra vida?”, pregunté. “¿Dejará Chile alguna vez de ser una nación dividida?”.

Casi 20 años después, la respuesta a ambas preguntas parece ser un rotundo no.

Los partidarios de Pinochet nunca desaparecieron del todo. El General, dicen, salvó al País del comunismo; impuso la ley y el orden; sus políticas económicas neoliberales hicieron de Chile un país moderno. Pero invariablemente han sido una minoría.

La victoria de Kast es un terremoto político y ético. Por primera vez en la historia contemporánea de Chile, es posible que el hombre más poderoso del País utilice toda la fuerza del poder ejecutivo para sanitizar el violento pasado de Chile.

¿Qué impulsó a millones de chilenos a acogerlo de esta manera? Al hablar con electores de todos los estratos sociales y preferencias políticas, la palabra que se escuchaba constantemente era “malestar”. Hombres y mujeres de todo el País sienten que algo está mal y desequilibrado, y que esto exige un regreso a los tiempos en que un líder fuerte imponía disciplina y seguridad, independientemente del costo. Esto es lo que indica la victoria de Kast: la creencia de que la democracia por sí sola es incapaz de resolver los problemas cotidianos de la delincuencia, el costo de la vida y la inmigración desenfrenada.

En su cruzada por reescribir el pasado y reconfigurar el futuro, Kast podría no tener un camino fácil. Hay disidentes en su propia coalición conservadora que podrían intentar frenar los peores instintos del nuevo Presidente. Chile también puede contar con un poder judicial vigoroso y verdaderamente independiente que no está dispuesto a tolerar una ofensiva antidemocrática. Tampoco es seguro que las fuerzas armadas, reticentes a involucrarse en la política civil y aún dolidas por la vergüenza de haber perpetrado tantos de los horrores de Pinochet, se conviertan en los perros de guerra de Kast.

La principal oposición a los planes de Kast provendrá de la ciudadanía. Cualquier resistencia que saquen a las calles debe ir acompañada por un intento igualmente valiente de imaginar una salida a esta crisis. Kast no habría podido ganar si los partidos de centroizquierda y sus élites no hubieran fracasado en ofrecer una alternativa viable a la crónica infelicidad del País.

Lo que Chile necesita ahora es una profunda renovación intelectual de sus fuerzas progresistas, un doloroso ajuste de cuentas con sus deficiencias y fracturas. La respuesta de la Oposición chilena a esta aleccionadora derrota determinará si Kast realmente representa un giro ominoso hacia el desolador panorama actual de dictadores en potencia, o si se convierte en un mero paréntesis en el errático, pero perpetuo avance de Chile hacia la libertad y la justicia. La batalla por el alma y la identidad de mi País adoptivo está lejos de terminar.

Ariel Dorfman, escritor chileno-estadounidense, es autor de la obra “La muerte y la doncella” y de las novelas “Allende y el museo del suicidio” y “Allegro”

© 2025 The New York Times Company

Únete a nuestro canal de WhatsApp

Infórmate sobre las noticias más destacadas de Honduras y el mundo.
Te gustó este artículo, compártelo
Últimas Noticias