Olvido total: enterrados como desconocidos 80% de los cuerpos sin reclamar
Más de mil personas han terminado en fosas comunes desde 2012, la mayoría sin identificar. Los cuerpos llegan en avanzado estado de putrefacción, fragmentados, quemados o reducidos a osamentas, lo que dificulta su identificación.
- 17 de marzo de 2025 a las 23:59

Tegucigalpa, Honduras.- El olor a muerto, ese hedor tan fuerte que golpea las fosas nasales, es el único vestigio momentáneo que dejan los cuerpos de los hondureños arrojados a una tumba sin el adiós de nadie cercano o, peor aún, sin un registro de su identidad.
A las 7:00 de la mañana del sábado 22 de febrero de 2025, funcionarios forenses sacan de los cuartos fríos de la morgue capitalina un par de bolsas blancas, algunas salpicadas de agua y en otros casos con rastros de sangre.
Los trabajadores de la Dirección de Medicina Forense cargaban los restos mortales como bultos a un viejo camión con carrocería de madera (...) adentro quizás almacenaban los restos de María, Pedro, Juan, Gloria o Jorgito, pero en realidad nadie lo sabe, porque la mayoría están sin identificar.
El cuarto frío de Medicina Forense, un contenedor viejo que mantiene molestos a los habitantes de los alrededores de la morgue capitalina por el hedor, es testigo silencioso del llanto de esos espíritus en pena, así como del dolor de las madres y padres que nunca volverá a ver a sus seres queridos.
“Entre las 5:00 y 6:00 de la mañana meten los cuerpos de los muertos que no vienen a traer, solo se ve que sale una nube de hielo y se siente ese olor horrible, que uno después no quiere ni comer”, relató un habitante de los alrededores que pidió no se identificado.
EL HERALDO Plus, por medio de la solicitud de información SOL-MP-2999-2025, comprobó que entre 2012-2024 aproximadamente 1,000 hondureños han sido sepultados por el Ministerio Público (MP) en fosas comunes.

Las diferentes oficinas de Medicina Forense (Tegucigalpa, San Pedro Sula y La Ceiba) reciben de manera frecuente cuerpos sin ningún de identificación. En otros casos no hay datos de procedencia.
En los casos más críticos llegan osamentas o cadáveres en estado putrefacto.
Se han documentado casos más extremos: solo se conserva la cabeza de la víctima... o una de sus extremidades. También situaciones donde únicamente aparece el cuerpo del fallecido sin la cabeza o completamente carbonizado, casi irreconocible.
Según el Ministerio Público, entre enero de 2012 y el cierre de 2024 se sepultaron 1,007 cuerpos en fosas comunes, y el 80% de ellos quedaron sin identificación.
Aunque el 20% restante se identificó, esta información es meramente supuesta, ya que se basó en nombre proporcionado por un testigo sin haber sido corroborado científicamente.
Issa Alvarado, vocera del Centro de Ciencias Forenses, explicó que la Fiscalía conserva en los cuartos fríos, durante un período de dos a seis meses, a los cuerpos no reclamados ni identificados. Además, a través de los medios de comunicación se realizan llamados a los familiares para que los reclamen.
Si nadie aparece, el MP procede a inhumar los cadáveres, es decir, colocan en una bolsa junto a una ficha con datos generales y se meten en ataúdes donados por la Alcaldía para enterrarlos en una enorme fosa.
El padre Juan Martínez, de la parroquia El Salvador del Mundo, llegó al cementerio Los Ángeles, ubicado a un costado de la carretera que conduce a Olancho en el kilómetro 14, donde reflexionó que, a pesar que una persona haya fallecido, el cuerpo es templo del espíritu y merece un digno entierro.
Dijo que enterrar a los muertos es una obra de misericordia y no hay que olvidarse que son seres humanos y merecen un digno descanso, al tiempo de orar un Padre Nuestro, el Ave María y rociarlos con agua bendita.

Según Medicina Forense, cada año se realizan de tres a cuatro inhumaciones masivas, sepultando alrededor de cien cuerpos sin reclamar por familiares, ya que fueron olvidados hasta el último momento de sus vidas.
De los más de 1,000 cuerpos sepultados en los últimos años, cerca de 900 eran hombres, según evidencian las cifras proporcionadas por el MP.
Búsqueda de familiares
Desde hace cuatro meses, Alex Laínez busca a su hijo, Edwin Edgardo Laínez Ordoñez, de 29 años, quien desapareció desde el 13 de noviembre de 2024 en Tegucigalpa. A pesar de preguntar por él en cada rincón conocido, todavía no lo encuentra.
El desesperado padre recordó que su vástago vivía solo en la colonia Loarque Sur de Tegucigalpa, y siempre caminaba en una camioneta. Sin embargo, el vehículo está en la casa así como su computadora personal.
Hace un par de meses visitó Medicina Forense, pero los funcionarios aclararon que no han recibido a nadie con el nombre de su hijo. Las autoridades solo le pidieron el nombre completo del joven y una fotografía, aunque no le tomaron una muestra de ADN para cotejarlos con los datos de los “no identificados”.
Según personal de Medicina Forense, los olvidados generalmente son personas que vivían en la calle o que quedaron en abandono en hospitales. Probablemente unos fueron ejecutados de forma violenta, pero la familia no puede reclamarlos por carencia de recursos.
Las causas de las muertes de las víctimas no identificados son variadas: homicidios, accidentes de tránsito, percances de trabajo, suicidios o muertes indeterminadas. En todo caso, es necesario practicar una autopsia médico legal para determinar la causa y manera del fallecimiento, explicó Alvarado.
El 22 de febrero de 2025, la Fiscalía se aprestaba a sepultar 34 cuerpos que permanecieron en los cuartos fríos desde septiembre del año 2024, pero días antes cuatro de esos fueron reclamados en el último minuto por sus familiares.
Expertos de Medicina Forense explicaron a EL HERALDO Plus que debería existir una base de datos de los desaparecidos para que se corrobore con las denuncias interpuestas en la Dirección Policial de Investigaciones (DPI), y así buscarlos entre los desconocidos.
Tener información antemortem, proporcionada por la familia, y postmortem, derivada de la autopsia, es importante en estas situaciones, dijo un experto de Medicina Forense que pidió no ser identificado.

En Honduras debería haber un banco de ADN para aplicar los métodos científicos; sin embargo, en el país las entregas de cuerpos se realizan a partir de indicios, como sucedió con el cuerpo del empresario Franklin Villeda, identificado por el reloj que portaba, según indicó el experto.
Identificación
La vocera de Medicina Forense explicó que el primer proceso que realizan para determinar la identidad de una persona fallecida es la identificación por el método científico de huellas dactilares, ya que se cuenta con una oficina del Registro Nacional de las Personas (RNP), donde se corrobora la información. En esta base de datos debe salir el nombre completo y la fotografía de la persona.
Si no se puede identificar de esa manera, proceden a realizar un odontograma o autopsia oral, y por último una prueba de ADN. No obstante, para este examen es necesario la presencia de un familiar, necesario para las muestras laboratoriales y así cruzar información entre ambos.
Lorena Cálix, relacionadora pública de Medicina Forense, explicó que el problema es que muchas veces los cadáveres llegan en estado de descomposición avanzado o desmembrados, es decir, solo partes del cuerpo. Otra dificultad es que los familiares no llegan a reclamar.
Al no asistir ningún ser querido, los cuerpos son sepultados en carácter de desconocidos, como ha ocurrido con 617 cadáveres almacenados en los cuartos fríos de Tegucigalpa, 361 de San Pedro Sula y 29 de La Ceiba.
Alvarado dijo que la sección de Identificación Humana de la DMF cuenta con todos los expedientes de cada una de las personas sepultadas, los cuales detallan lugar y fecha del levantamento, los resultados de la autopsia médico legal, y la causa y manera de manera de muerte. Las muestras de laboratorio se dejan para análisis de ADN.
En caso de que un familiar se presente en busca de una persona después del entierro y proporcione características que concuerdan con la de uno de los cuerpos sepultados, se le indica la ubicación y se realiza la exhumación.

Sin embargo, esta última medida debe ser autorizada por una orden judicial, con venia de la Secretaría de Salud y de la alcaldía municipal. Muchas veces el gasto corre a cuenta del familiar.
Fuentes de EL HERALDO Plus en Medicina Forense informaron que no siempre se realiza todo ese procedimiento, pues “lo que guardan solo son los levantamientos (el registro cuando se encontró en cuerpo), no se identifican las osamentas, las tienen guardadas en cajas, algunas sin realizar estudios antropológicos, porque no hay especialistas”.
La fuente también señaló que solo hay un dactiloscopista (especialista en el estudio y reconocimiento de huellas dactilares) que trabaja de 7:00 de la mañana a 3:00 de la tarde, así que por la noche mandan personal de Dirección Policial de Investigaciones (DPI), una medida cuestionada, porque un policía puede cambiar la identidad de alguna persona.
Biometría
Para el exdirector de Medicina Forense, Denis Castro Bobadilla, el problema de no identificar los cadáveres es fácil de resolver, pues una solución factible es implementar el mismo sistema biométrico utilizado en el proceso electoral primario. Al colocar la huella dactilar del difunto, automáticamente se establecerá la identidad.
“Ese sistema de identificación lo puso su servidor, cuando yo vine a Honduras la gente se enterraba sin ser identificada, también comenzamos a enterrarlos en una tumba para cada persona en el cementerio Divino Paraíso”, recordó.
Ahora también hay reconocimiento biométrico, es decir, que no solo le toman la huella a la persona, sino que también por medio de la cara. Honduras ya tiene el registro facial de todos los ciudadanos, por medio del sistema del RNP.
Explicó que para utilizar métodos científicos como el ADN y odontograma es necesario tener un pariente cuestionado, es decir, si hay cien cuerpos y alguien busca a su pariente, habría que aplicarle la prueba a todos los cadáveres, un procedimiento caro.
Para que la gente identifique a sus familiares y les de un entierro digno, primero Medicina Forense y el RNP deben trabajar en identificar a las personas, sacar las fotografías y los nombres, y pagar publicaciones en los medios de comunicación para llegar a los familiares, recomendó Bobadilla.
El problema es que “no hay una obra social de comunicación y de investigación, es decir, no hay ningún interés de investigar con el Registro Nacional de las Personas”, sentenció el experto, ya que los únicos casos que requieren más trabajo son los cuerpos quemados o desmembrados, pero son situaciones poco frecuentes.

En México por ejemplo, existe el Centro Regional de Identificación Humana (CRIH) en Coahuila, donde equipos de antropólogos, radiólogos y expertos en Medicina Forense hacen hablar a los huesos, y así darle nombre a ese ser que por alguna razón perdió la vida. En Honduras no existen esas capacidades.