"Salvaba a otros mientras mi padre moría": el sacrificio de ser socorrista
Mientras en esta Semana Morazánica muchos se desplazarán por distintos puntos del país, un grupo de hombres y mujeres estarán silenciosamente en las carreteras, balnearios y playas velando por la vida de los vacacionistas
- 01 de octubre de 2025 a las 12:24
Tegucigalpa, Honduras. En medio del caos de la tragedia, los socorristas, con su entrenamiento riguroso y su abnegación que trasciende lo inimaginable, están en la primera línea con el propósito inquebrantable de aliviar el sufrimiento y preservar la vida.
Con entrenamiento en rescate acuático, extinción de incendios, primeros auxilios y atención prehospitalaria, estos héroes— voluntarios o de carrera, guiados por su amor al prójimo— no solo sacrifican su tiempo familiar para acudir donde surge el dolor, sino que hasta ofrendan su vida.
Las historias de los socorristas son relatos extraordinarios donde resalta su profunda vocación y sacrificio personal. El caso del capitán de bomberos Sergio Jamith Madrid Alberto es una narrativa de desamparo, aptitud, superación, fe y entrega al servicio.
Oriundo de la ciudad de Tegucigalpa, con raíces en Copán, él ha dedicado 35 años de su vida a esta noble institución. Su trayectoria es un testimonio viviente del lema que rige su vida: "Donde surge el dolor y la tragedia, ahí llegamos".
Su inclinación no surgió de un curso vocacional, sino de una dura prueba de vida. En 1990, a la edad de 13 años, a raíz de problemas en su hogar, tuvo que dejar su casa y salió sin un rumbo específico.
Desesperado, se sentó a inmediaciones del Estadio “Chelato Uclés” y ahí "Dios me puso un ángel vestido de bombero que me tendió la mano, me ofreció alimento y agua, y me llevó a las instalaciones del Cuerpo de Bomberos”, relató Madrid.
Durante tres años, Madrid fue bombero voluntario, adiestrándose y "agarrando todo lo que era la agilidad del bombero". Sus aptitudes le valieron el ofrecimiento de una plaza para trabajar como miembro de la Guardia Permanente, iniciando así formalmente su carrera.
Ahora su formación es tan robusta como su servicio. Es un experto en extinción de incendios, en rescate acuático, rescate terrestre, rescates en vehículos y rescates en alturas. Actualmente, es miembro del equipo de búsqueda y rescate internacional “USAR Catrachos”. Además de su trabajo en la extinción de fuego y rescate, él y su equipo atienden atenciones prehospitalarias, incluyendo primeros auxilios y hasta partos.
Académicamente, posee una Licenciatura en Gerencia y Desarrollo Social enfocada en la comunicación, así como un postgrado en Seguridad y Defensa Nacional. A lo largo de su carrera de 35 años ha sido condecorado varias veces y ha recibido medallas de expedicionario por misiones humanitarias en Guatemala y México.
Su trabajo de bombero está lleno de riesgos y de incidentes que le han marcado profundamente la vida. El primero fue un incendio en el antiguo edificio del Registro Nacional de las Personas (RNP) en el Parque Central, donde “con otros dos compañeros quedamos sin aire dentro de la estructura, logrando salir por las gradas gracias a las técnicas necesarias y la ayuda de otro bombero”, recordó.
Una segunda gran experiencia, y una de las más dolorosas, fue el lamentablemente fallecimiento de dos compañeros en el sector de La Montañita. Pero también un gran impacto en la parte humana es encontrar a personas calcinadas, especialmente niños, lo cual le afecta profundamente, “haciéndonos reflexionar sobre nuestros propios hijos y la necesidad de cuidado en la sociedad”.
"Nadie está preparado para este tipo de cosas, pero nuestro trabajo es de riesgo y exige someterse mentalmente a lo que pueda pasar. En la acción como bomberos, nosotros siempre ofrendamos la vida por las personas", describió.
Por otro lado, su profesión también ofrece alegrías, dijo, rememorando su primer día de trabajo, las capacitaciones, sus ascensos jerárquicos, así como un incendio en la colonia Kennedy donde le tocó ingresar como primer bombero y rescató a una persona que tenía quemaduras de segundo y tercer grado, logrando reanimarlo y llevarlo a un centro hospitalario.
Una de sus alegrías es que en el 2018 aceptó a Jesús, y se considera un "servidor” de él porque "me ha transformado mi vida. Soy un hombre temeroso de Dios y antes de cada misión, me encomienda a mi Creador, me despido de mi esposa e hijos con la convicción de que Dios me va a cuidar y que no voy a fracasar".
Dentro de la institución, Madrid tiene muchos amigos, sin embargo al teniente Edwin Antonio Lazo Valladares lo considera un amigo especial, su hermano del alma. “El teniente Lazo, compañero de promoción, fue uno de los pioneros que me ayudó cuando no tenía nada que comer, dándome comida, ropa e incluso calzado”, agradeció.
Entre el laboratorio y la Cruz Roja
El camino de Lourdes María Alvarado Rodríguez en la Cruz Roja no fue fortuito; fue una decisión inspirada por la admiración hacia la labor humanitaria. "Me gustaba la labor que hacía la institución", confesó.
Relató que, con la determinación de una adolescente, un día le platicó a su madre sobre su deseo de ser voluntaria, encontrando en ella un apoyo incondicional que ha sido fundamental en su trayectoria.
Así, cuando tenía 14 años de edad ingresó como voluntaria a la Cruz Roja, preparándose poco a poco en primeros auxilios. Cuando tenía unos 20 años saltó a nivel de socorrista, siendo todavía estudiante de biología en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
Ahora a sus 26 años de edad y con sus 11 años tanto como voluntaria, socorrista y ahora también como bióloga, tiene múltiples vivencias sobre auxilio en carreteras, playas y durante las tormentas ETA y IOTA, que causaron enormes daños al país.
"Un día cuando estaba en el colegio le platiqué a mi mamá que quería ser voluntaria y ella me apoyó desde el primer día para poder ingresar a la institución. Primero recibí el curso de primeros auxilios estándar y como era menor de edad empecé en juventud y al cumplir los 20 o 21 años pasé al socorrismo", contó.
Alvarado aún no olvida ese primer día en la Cruz Roja, donde se encontró con personas de una increíble calidad humana, llenas del don de servicio a los demás de una forma desinteresada.
Detalló que, después del curso, en la parte de primeros auxilios, ayudaba en ciertas actividades y aprendió a tomar presión. Como estaba bastante pequeña y por la ley de voluntariado del país, no podía prestar servicio en ambulancia a esa edad, entonces empezó a colaborar en pequeñas cosas.
Estaba en la parte de primeros auxilios y también en el organismo de juventud, “trabajábamos con niños, asistíamos a asilos y actividades de esa naturaleza. Cuando tenía 18 estaba en la Directiva Nacional de Juventud, entonces esperé un poco y ya como a los 20 años pasé a socorrismo a prestar servicio en las ambulancias”.
Trajo a su mente un suceso que la marcó la vida como socorrista: “Llegué a un accidente y lastimosamente el paciente había fallecido. Esa fue una cuestión bastante impactante, por el hecho de que nosotros a veces nos quejamos de un montón de cosas, no valoramos la vida; hasta esos momentos uno se da cuenta que la muerte es el único problema que no tiene vuelta atrás”.
Como reflexión, queda valorar a los que están “con nosotros, familiares, amistades, conocidos, la salud”. Otra de las grandes emergencias que Alvarado no olvida son sus servicios durante las tormentas Eta y Iota en diferentes comunidades y departamentos de la zona norte del país, expresó.
En la Semana Santa y Semana Morazánica en años anteriores “me he desempeñado en la parte de rescate acuático. Me han asignado en la zona de Tela y en las playas del sur hace un par de años. Y también obviamente he prestado mi servicio voluntario acá en Tegucigalpa”, dijo.
Reflexionó que, lejos de casa, de la familia, intentando ayudar a aliviar el dolor de otros, tratando de que los afectados puedan sobrellevar, en esos momentos tan difíciles, “uno mira que tan frágiles somos los humanos y que la vida nos puede cambiar de un momento a otro”.
La vida de Alvarado ha sido de esfuerzo, entusiasmo y disciplina. Jamás descuidó su compromiso, inclusive cuando estudiaba en la universidad siempre encontró tiempo para sus clases y su servicio de voluntariado. Actualmente trabaja como técnico de vida silvestre en el Instituto de Conservación Forestal y sigue de voluntaria en la Cruz Roja.
Gracias a su compromiso, hace poco la escogieron como subdirectora de socorrismo de Tegucigalpa, así que en esta Semana Morazánica liderará a los socorristas de la capital y sus alrededores.
La historia de Alvarado es una muestra de la fuerza del compromiso humano. A sus 26 años de edad ha logrado armonizar su profesión con una vocación de servicio que inició en su adolescencia. A pesar de ser bióloga de profesión, ha demostrado que su amor por sus semejantes y el auxilio al prójimo va más allá de su carrera
Honra a un legado familiar
El doctor Kevin Omar Erazo Enrique, originario de Puerto Cortés, es un ejemplo de vocación y servicio incondicional. A sus 33 años de edad, combina el rigor de su profesión como médico en el Hospital Mario Catarino Rivas y su pasión humanitaria en la Cruz Roja.
Su voluntariado no es una opción, sino una herencia familiar. Toda su familia materna, incluyendo a su madre, sus hermanos y tíos, también han sido parte de la institución. Se incorporó en el 2004 cuando tenía 13 años, comenzando en un curso de natación junto con sus hermanos Erick y Michelle.
Su punto de partida en la Cruz Roja fue el programa de guardavidas en Puerto Cortés, sede de la Escuela Nacional de Rescate Acuático. Con los años, se profesionalizó en cuatro áreas de rescate acuático: guardavidas, manejo de embarcaciones, la Unidad Técnica de Rescate en Aguas Rápidas (TREPI) y también forma parte de la Unidad Subacuática (buceo de rescate). Su experiencia lo ha convertido en instructor de instructores de estas cuatro especialidades.
Dentro de la institución, Erazo también se formó como paramédico y técnico de emergencias médicas. Su liderazgo es evidente en su cargo actual como director regional de socorrismo. Desde esta posición, tiene a su cargo 23 consejos o filiales distribuidas en cinco departamentos del país.
Recordó que en 2006 tuvo su primera experiencia como socorrista —ya tenía un poco de involucramiento en la parte prehospitalaria—. Fue difícil emocionalmente porque tuvo que rescatar a los que habían asesinado al presidente municipal de Puerto Cortés, un hombre muy querido por la ciudadanía.
“A pesar de que sabíamos lo malo que habían hecho y todo, no hubo duda en llegar y tirarme al suelo para poderlo sacarlos de un charco, porque ahí fue donde los policías los balearon en un enfrentamiento. Les salvamos la vida, hasta llevarlos directo al Hospital Mario Catarino Rivas en aquel entonces”, precisó.
También rememoró que en Semana Santa estuvo como rescatista acuático en Tela y junto con otro compañero, solo el Jueves Santo, realizaron 26 rescates.
No obstante, la entrega de Erazo se vio marcada por una tragedia personal el 21 de noviembre de 2021. "Mientras yo realizaba maniobras de rescate y salvaba a otros en el contexto de las tormentas Eta y Iota, mi padre (Erick) moría de un paro cardíaco", recordó entre sollozos.
“Eso es una de las cosas que me causa mucha nostalgia”, dijo mientras las lágrimas rodaban por su rostro y el dolor estrujaba su pecho y quebraba su voz. “Siempre mi familia me dice, pucha, compartí con nosotros, pero por otro lado está mi amor por la Cruz Roja; y es que yo no tengo fotos tan recientes con mi familia, o compartiendo en algunos lugares”.
“No culpo a la institución, ella es muy hermosa, pero uno como joven quiere andar siempre, o sea, metido y siempre lo he dicho, para esto me formé y pues por eso doy todo”, manifestó.
Actualmente, Erazo trabaja de 7:00 de la mañana a 1:00 de la tarde de lunes a viernes en la emergencia de medicina interna en el Hospital Mario Catarino Rivas y los sábados lo dedica a su voluntariado en la Cruz Roja.
En este periodo de Semana Morazánica la labor se intensifica ya que al tener el cargo de director regional de socorrismo de la Cruz Roja tiene bajo su manejo 23 consejos o filiales distribuidas en cinco departamentos a los cuales tiene que evaluar y luego prestar servicio como rescatista en las playas de Puerto Cortés.