¿Y la Constitución?
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Tegucigalpa, Honduras.- Las llamadas eran insistentes. Una voz amenazante exigía tres millones de lempiras a cambio de liberar con vida a Jonathan Adalberto García Ramírez, un joven de 29 años reportado como desaparecido el 29 de julio, cuando se suponía que viajaba de Tegucigalpa, la capital hondureña, hacia San Pedro Sula, en el norte de Honduras.
Del otro lado del teléfono, su madrina escuchaba cada palabra con angustia. Había sido su apoyo desde la niñez, su protectora. Ahora, la vida del muchacho parecía estar en riesgo.
Sin embargo, tras ser localizado por la Unidad Nacional Antisecuestros (Unas) sano y salvo en una vivienda del municipio Oropolí, El Paraíso, al oriente de Honduras, se descubrió que no estaba cautivo, ni maniatado, ni herido. Allí se encontraba descansando junto a un amigo, el cual le ayudó a fingir el secuestro y quien prestó su voz para las terroríficas llamadas
Aunque no es tan recurrente, en la última década decenas de personas en Honduras han participado en autosecuestros.
EL HERALDO Plus conoció que entre 2015 hasta julio de 2025 se reportaron 91 personas que participaron en autosecuestros, ya sea como autores o cómplices, según cifras de la Secretaría de Seguridad compartidas por medio de la solicitud de información pública SOL-SSSS-2966-2025.
Las cifras se presentan en número de personas y no de casos, ya que en un solo autosecuestro pueden participar hasta tres individuos. Por ello, los registros de rescates y detenciones reflejan la cantidad de participantes y no necesariamente el número de hechos.
De acuerdo a la investigaciones policiales, el plan de Jonathan tenía un solo propósito: conseguir dinero para pagar deudas y comprarse un vehículo nuevo.
Si bien Jonathan Adalberto no corrió ningún peligro, esto se traduce en que ahora tendrá que enfrentar la justicia por simular su propio secuestro.
El 2021, en medio de la pandemia de covid-19, fue el año con más casos por autosecuestros, registrándose 16. En segundo lugar, figura este 2025, con 14 casos hasta la fecha.
Lo anterior refleja que nueve personas al año se autosecuestran. Cabe aclarar que en la información compartida no figuraron reportes de 2017.
Antes de 2020, quienes fingían su secuestro simplemente eran entregados a su familia. Con la entrada en vigencia del nuevo Código Penal bajo el decreto No.130-2017, esta acción figura como un delito por el cual una persona es capturada y procesada penalmente.
Entre 2021 hasta octubre de 2025, se reportaron 59 secuestros falsos. Estos casos se desglosan de la siguiente manera: 34 personas rescatadas y 25 arrestadas.
Al dividir la cantidad de arrestos entre el total de secuestros entre 2021 a 2025, esto se traduce en que cuatro de cada diez personas que fingieron su secuestro se les arresta y acusa formalmente.
Las autoridades de la Unas consultadas por EL HERALDO Plus explicaron que los casos inicialmente se manejan como rescatados "porque hasta no encontrarlo, en ese momento es secuestro. Hasta que ya conversamos con él (refiriéndose al infractor) y vemos que hay cosas que no concuerdan, confirmamos que no se trataba de un secuestro, sino de un autosecuestro".
Sobre aquellos que figuran como arrestados, detallaron que "se reúne toda la prueba primero y posteriormente se emite orden de captura". La captura no es de inmediata, sino hasta que recopila toda la evidencia necesaria para poder acusar a la persona que fingió su secuestro y su cómplice si actuó con apoyo.
Ejemplificaron el caso de Jonathan García Ramírez. Fue localizado hace tres meses y todavía está en proceso la recolección de la carga probatoria para solicitar su arresto con el fin de acusarlo formalmente.
Según este análisis, los autosecuestrados son originarios de 17 de los 18 departamentos de Honduras, siendo Francisco Morazán el que más casos reportó, con un total de 19. Colón es el único con cero registros.
De forma más específica, los detenidos reportan procedencia de 52 de los 298 municipios, con el Distrito Central (7), Curarén (6) y San Pedro Sula (5) a la cabeza.
Cabe aclarar que una persona de Islas de la Bahía se autosecuestró, pero no se especificó si pertenecía al municipio de Roatán, José Santos Guardiola, Utila o Guanaja.
No solo hondureños fingieron su secuestro en el territorio nacional, sino también extranjeros. En 2018 y 2019 se rescataron a dos norteamericanos (no se detalló específicamente el país) que se creían que estaban secuestrados, mientras que en 2024 se notificó sobre el autosecuestro de una persona originaria de Costa Rica.
Esta última se trata de una mujer identificada como Annia Cervantes, quien al momento de ser localizada por las autoridades, se descubrió que estaba junto a su amante en San José de Comayagua. Cervantes le mintió a su esposo, quien se encontraba en Costa Rica, diciéndole que fue privada de su libertad en Honduras y que para su rescate debía pagar 40 mil lempiras y dos mil dólares más.
Hay una predominancia del sexo masculino: seis de cada diez personas que simulan su infracción resultan ser hombres.
Este rotativo también comparó los casos de autosecuestros con los secuestros reales en los últimos diez años, de acuerdo a datos del Sistema Estadístico Policial en Línea (Sepol). Los verdaderos secuestros entre 2015 hasta 2019 superaban los 10 casos anualmente. 2015 y 2017 fueron los años con más casos, con 45 y 26 respectivamente.
A partir de 2020 los secuestros disminuyeron, llegando al punto de ni siquiera superar la cantidad de 15. En contraste, es a partir de ese mismo año en que hubo un aumento en los falsos secuestros, siendo 2021 y 2025 los años con más casos con 16 y 14 respectivamente.
Entre 2020 y 2023, se registraron más autosecuestros que verdaderos. En este lapso de tiempo, se contabilizaron 22 secuestros y 42 que fueron actuados.
Varios de los casos que han llevado los policías antisecuestros comparten similitudes, pero las causas son variadas. Se han reportado autosecuestros en donde el infractor lo hizo con el fin de recolectar dinero para saldar deudas, mientras que otros por motivos sentimentales, aparentando estar secuestrado pero en realidad tiene una relación amorosa con alguien que no es su pareja.
Los autosecuestros en ocasiones son cometidos por personas que no tienen necesidades económicas, pero que buscan sentir la experiencia de ser buscado, señalaron a EL HERALDO autoridades de la Unas.
"Hemos tenido desde guardias de seguridad, hasta personas que lo hacen como por hobby. No tienen la necesidad de dinero, sino que lo hacen como por querer jugar al ladrón y policía, de sentir esa adrenalina que la policía lo anda buscando", mencionaron.
Otro factor que llama la atención de los 91 autosecuestros es que 57 personas tenían edades entre 20 a 39 años, siendo relativamente jóvenes. En otras palabras, seis de cada diez autosecuestros lo cometen personas en este rango de edad.
Por otra parte, las cifras reflejan que menores de edad también figuran en lista de infractores de la ley por fingir un secuestro. En total, se contabilizaron 17 autosecuestros protagonizados por menores de 18 años.
Considerando esta variable, los agentes de la Unas atribuyen que una persona en su adolescencia o juventud puede carecer de madurez o ser más susceptible a ser influenciado por otras personas en hacerle creer que con fingir su secuestro obtendrá el dinero que necesita sin enfrentar las consecuencias.
Además de estos motivos, también pueden haber causas relacionadas a la salud mental, indicó la psicóloga Lourdes González.
No descarta que entre los infractores figuren personas histriónicas "que son personas que les gusta llamar la atención, son bastante eufóricos. A veces pueden estar alegres, enojados o tristes. En un momento que quieran llamar la atención y no la obtienen, entonces pueden tomar esta decisión".
González agregó que las personas con trastorno límite de la personalidad pueden llegar a cometer este delito. Las personas con esta condición se caracterizan por tener emociones en picos altos y bajos como al sentir ira o tristeza.
También comentó que es posible que personas dependientes emocionalmente incurran en esta indebida práctica con el fin de captar la atención.
La experta en psicología apuntó que un autosecuestro de un menor de edad puede ser influenciado por personas externas o por la falta de comunicación con los padres puede derivar en este acto.
"Tal vez no tengan problemas económicos, pero sí desean tener algo y y como no tienen esa comunicación, entonces lo hacen para obtener el dinero", acotó.
Con la nueva legislación, la acción de fingir un secuestro es penalizada bajo el delito de simulación de infracción inexistente. Esta figura se encuentra en el artículo 529 del actual Código Penal y establece que la persona será castigada con una multa económica y hasta con cárcel.
"Quien simula ser responsable o víctima de una infracción penal o denuncia una inexistente, provocando actuaciones procesales, ante funcionario público que por razón de su cargo tenga la obligación de investigarla o perseguirla, debe ser castigado con la pena de prisión de seis (6) meses a dos (2) años y multa de cien (100) a trescientos (300) días", dice el artículo que se encuentra en el capítulo de delitos contra la autoridad de la justicia.
Entre enero de 2015 y julio de 2020, 66 personas fueron rescatadas. A partir de 2021, otras 25 más fueron arrestadas -cómplices y autores- por el delito, sumando así 91 casos en conjunto. Los arrestados incluyen tanto a quien fingió su secuestro como a quien le ayudó en la simulación.
Los entrevistados señalaron que el Estado de Honduras es quien resulta perjudicado ya que se despliegan equipos de rescate, incurriendo en gastos para una operación que puede extenderse por varios días para enterarse finalmente que el delito nunca se fraguó.
"Con todo ese gasto que el Estado hace, nosotros pudimos haber estado investigando otros otros delitos", reprocharon los oficiales entrevistados.
Los agentes expresaron que por lo general estos casos llegan a una audiencia de suspensión de la persecución penal. Es aquí donde se llega a un acuerdo para que la persona pague una multa al Estado, conforme a sus capacidades económicas.
En las situaciones cuando el autosecuestro es infringido por un menor de edad, este no es sancionable penalmente, sino que incurre en una falta.
Los abogados penalistas Wilfredo Urtecho y Nilia Ramos remarcaron que los castigos son inferiores y que, si el juez lo considera necesario, puede ser enviado a un centro correccional de menores infractores o se le aplican medidas cautelares.
Por otro lado, cuando un extranjero finge su secuestro, el proceso puede variar. Los policías ejemplificaron el caso de la costarricense hallada en Comayagua; ella deberá rendir cuentas ante la justicia de su país de origen ya que alertó a las autoridades de su nación en primera instancia. A raíz de ello, Costa Rica informó a Honduras que una de sus ciudadanas estaba secuestrada.
"Nosotros no llevamos el proceso judicial porque en sí el delito no lo cometió aquí, porque la llamada la estaba haciendo hacia Costa Rica. El delito se está dando allá", añadieron.
En el escenario de que un extranjero llame a familiares o seres queridos estando en el territorio hondureño alertando sobre un falso secuestro, deberá ser judicializado en Honduras.
Hay secuestros falsos en los que se actúa con apoyo de un cómplice. En estas situaciones, también son acusados por del delito de simulación de infracción inexistente.
Si en alguna ocasión el familiar paga por la liberación de la persona, pero se descubre que no estaba secuestrada, el dinero sirve a la fiscalía como evidencia, aseguraron los expertos. El Ministerio Público devolverá el dinero a la persona cuando culmine el proceso.
En el caso de que la persona del falso secuestro haya gastado el dinero del supuesto rescate, deberá pagarlo y al imputado se le suma un agravante en el proceso penal, señaló Ramos.
Aunque el ser querido se encuentre sano y salvo, un autosecuestro deja graves consecuencias en los seres queridos del infractor, provocando pérdida de confianza y que la relación se fracture y sea visto como una traición.
La psicóloga González subrayó que los familiares tienden a sufrir de ansiedad, depresión, angustia, tristeza y desesperanza al pensar que su pariente realmente está secuestrado por verdaderos malhechores.
"Quedan con estrés postraumático, desconfiando tanto en el familiar porque ya perdieron la confianza en ellos. Quedan con ansiedad porque cualquier cosa les puede dar un sobresalto", destacó.
Además de psicológicos, los efectos en los familiares también se convierten en fisiológicos. Varios dejan de comer y dormir pensando en cómo se encuentra su ser querido, y el sufrimiento se extiende a medida pasan los días. Para personas que padecen de enfermedades de base como hipertensión, diabetes u otras, representa un peligro para su vida experimentar emociones muy intensas.
"Hay sentimientos encontrados porque el cariño y el aprecio por el familiar siempre está, pero también está ese rencor por todo lo que le hizo pasar. No es fácil superar una situación de esas", manifestó.
Si bien la Unas al recibir una alerta de secuestro lo prioriza siempre como uno completamente real, a medida avanzan las investigaciones se descubren inconsistencias que sirven como pistas de que fue un secuestro fingido.
Para su supuesta liberación, el infractor pide una cantidad de dinero de la cual es consciente que su familia tiene la capacidad de pagarla. Por ello, no hay del todo un patrón sobre el dinero exigido, pues pueden ser cientos de miles de lempiras, o cifras relativamente más accesibles como 10 mil o 20 mil lempiras.
Las narrativas también pueden tener pequeños detalles que enciendan alarmas de que el secuestro es una mentira.
Uno de los agentes recordó que en una ocasión una persona que fingió su secuestro le envió fotografías a sus familiares de él mismo desnudo con sus ojos vendados, su boca amarrada con cinta adhesiva y sus manos atadas hacia atrás.
Sin embargo, en el texto escribió "me tienen secuestrado". Esto evidenció la narrativa ilógica, ya que entra la duda de cómo pudo escribir el mensaje bajo las condiciones en las que supuestamente estaba
De igual forma, ejemplificó el caso de una mujer quien le envió un video a sus parientes avisando de que estaba secuestrada.
"No había ningún micro movimiento de la cámara y era porque estaba en un algún soporte, no era que alguien le estaba grabando. Al momento que finalizó el video, se miraba que se hacía hacia un lado para poner la mano y apagarlo", rememoró.
Otra señal de un falso secuestro es el lapso de tiempo con el que se comunica con sus familiares, ya sea por mensaje, llamadas o aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp. En los secuestros fingidos, la comunicación es más constante.
Ya sea para recaudar dinero rápido para saldar compromisos o comprar algo que se desea, fingir un secuestro puede parecer una solución rápida y en la que nadie sospecharía del crimen.
Aún con ese pensar, la realidad es otra. Quedan manchados los antecedentes penales y policiales, se fractura la confianza con los seres queridos y tienen que pagar multas económicas.
A criterio de Nilia Ramos y Wilfredo Urtecho, se debería aumentar la pena en el Código Penal para aquellos que se autosecuestren y también participen como cómplices.
"La pena debe ser mucho más fuerte porque el Estado invierte casi el misma esfuerzo y los mismos recursos que un secuestro. Entran investigadores, hay que hacer intervenciones telefónicas, hay que emplear vehículos, etcétera", opinó Urtecho.
Ambos expertos en Derecho consideran que la sanción es leve frente al daño moral y emocional que dejan estos engaños.
De acuerdo a la psicológa González, es de suma importancia que el ciudadano sea sometido a evaluaciones psicológicas y que junto a su familia acudan a terapia para sanar este capítulo. La atención psicológica también servirá para confirmar si la persona padece de algún trastorno.
"Hay situaciones que se pueden hablar y que se pueden solucionar, ya sean económicas o si son de pareja (...) siempre hay solución. para para algo, y para las que no hay que buscar otras opciones", afirmó.
Además, destacó la importancia sobre la comunicación en la familia, el saber escuchar a los jóvenes quienes posiblemente estén atravesando por alguna dificultad, por lo que hay que evitar juzgarlos fuertemente. También el infractor debe aprender a asumir la responsabilidad de sus acciones.
"Van a perder más de lo que piensan ganar. Aparte de la sanción económica y todo lo que implica la parte judicial, como persona ante su propia familia, quedan realmente mal", enfatizaron las autoridades de la Unas, quienes llaman a la población a no violentar la ley con estos delitos que no se toman con la debida seriedad.