Caen una a una las manecillas del viejo reloj de la sala de espera y desde el Seguro Social llegan noticias... Una semana ha pasado sin él, sin don Julio Núñez, el uruguayo más hondureño de todos que le ha pedido unas cortas vacaciones a la vida para recomponer su salud. Pasa. Todo pasa...
Ayer, según confirmaron fuentes del Instituto Hondureño de Seguridad Social, se le retiró el ventilador mecánico que le ayudaba a respirar y proteger sus pulmones, tras ser ingresado el miércoles 4 por la noche y hospitalizado en cuidados intensivos en la madrugada del jueves, producto de lo que en términos médicos vendría a ser una neumonía basal derecha, que antecedió a una pulmonía crónica; la mejor de las noticias es que el hombre de Canelones amaneció sin fiebre, claro indicativo de que la infección ya desapareció.
Hombre de palabra...
“Te la mando en el transcurso del día”, es su recurrente respuesta cada vez que el diario le pide su ayuda para sacar pecho con su autorizada opinión. Lo hace sin pedir nada a cambio, casi como cuando sin querer patentó en 2002 la frase que mejor le va a ese cuerpo de pocas carnes que alimenta consumiendo deportes todo el día: “Aguanta, corazón”.
Y muchas veces contó la génesis de la obra. “Un día iba narrando para la radio una carrera ciclística en mi país y vi el esfuerzo que hacía un pedalista por llegar a la meta con el último aliento. Dije ‘aguanta, corazón’ y el ciclista escuchó”. Inmortal, don Julio.
Se viene el alta...
En el living hay un termo lleno de agua caliente y mucha yerba esperando el regreso de su camarada. Los doctores, que hablan de discreta mejoría en el cuadro clínico de don Julio, permanecen atentos a la evolución de este fumador empedernido al que la vida le mostró tarjeta amarilla y que de jueves a domingo se mantuvo en un estado delicado después de inducirle un coma medicamentoso.
Ya sin respirador artificial, los galenos determinarán el día del alta, tras el que don Julio se tendrá que someter a un nuevo estilo de vida: cero cigarrillos (algo que no admite negociación), limitación de algunos ejercicios y una paulatina vuelta a su trajín.
Para cuando lea esta nota, don Julio ya podrá respirar por sí solo. Y todos exhalaremos satisfacción. Y volverá a su búnker preferido, con el micrófono al lado, para continuar ganando mil batallas en la cabina de la N. Ese día está por caer. Es el día que esperamos para abrazar la voz que hace temblar el dial. Ya te queremos de vuelta, maestro...