Tegucigalpa, Honduras.- Cada persona neurodivergente tiene una historia de lucha interna que no siempre es visible. Para muchas, el mundo parece diseñado bajo códigos que no encajan con su forma de percibir la realidad.
No es que no quieran ser parte, sino que se ven forzadas a enmascararse para encajar.
Esta es la realidad del camuflaje autista —que puede confundirse con una habilidad social— definido por la psicoterapeuta Helen Maradiaga como una estrategia que consiste en imitar comportamientos neurotípicos para evitar el rechazo.
Cuando en 1943 Leo Kanner definió el autismo, lo hizo con la certeza de que se trataba de una condición extremadamente rara. En aquel entonces, se estimaba que apenas una de cada 5,000 personas era autista.
Hoy, los estudios sugieren una prevalencia de una de cada 30.No es que el autismo haya aumentado, sino que la comprensión hacia él ha evolucionado. Aunque, como explica la especialista, “la sociedad sigue teniendo un concepto muy deteriorado de lo que es el autismo”.
Antes se asociaba solo a quienes no hablaban o no socializaban, hoy, en cambio, sabemos que el espectro es mucho más amplio. “Solo se conocía el 1%, ahora hemos tomado conciencia de un 50% del espectro”, destacó.

No obstante, este mayor conocimiento no se ha logrado traducir en aceptación.
Muchas personas autistas, al no presentar una sintomatología evidente, quedan atrapadas en una especie de limbo, no son comprendidas por los demás ni se comprenden a sí mismas.
Este enmascaramiento puede iniciarse de forma inconsciente. Un niño observa que cuando actúa según sus intereses es marginado por sus compañeros, entonces, aprende a modular su comportamiento, a forzar una sonrisa cuando no la siente o a evitar hablar de sus obsesiones para no parecer extraño.
Con el tiempo, estas estrategias se consolidan y se convierten en un hábito, pero a un costo emocional grande.
Para concluir es preciso aclarar que este camuflaje no es un rasgo del autismo, sino una respuesta socialmente condicionada.
Si el entorno fuera más inclusivo, muchas personas neurodivergentes no sentirían la necesidad de ocultarse. Sin embargo, la educación y empatía siguen siendo asignaturas pendientes en la sociedad.