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Todo listo para el cónclave

La sede pontificia está vacante. Los miembros del Colegio Cardenalicio elegirán por dos tercios o mayoría simple al Papa número 266, que podría ocupar la silla de Pedro antes de Semana Santa.

03.03.2013

Les llaman “los príncipes de la Iglesia Católica”. Son 206, pero solo 117 tienen derecho al voto. En los purpurados miembros del Colegio de Cardenales recaerá la elección del hombre que se convertirá en el 266º sucesor de la silla de Pedro.

El Canon que rige la Iglesia indica que la sede solo puede estar vacante 20 días a partir del deceso del antecesor o en este caso de la renuncia o dimisión del mismo.

La elección no debe tardar más de tres días y se decide por dos tercios o mayoría simple. Solo pueden votar los que tienen menos de 80 años, el resto no pueden elegir pero sí ser electos.

PRIMERAS DECISIONES. Los 206 cardenales ya fueron llamados a Roma mediante una carta enviada por Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio (también llamado “sacro colegio”), para convocar las llamadas “congregaciones generales”, que son reuniones donde se empieza a discutir el nombramiento del nuevo Papa. Aunque no todos asistirán.

El cardenal italiano Tarcisio Bertone, camarlengo (administrador de la propiedad y las rentas del Vaticano), está a cargo de la sede vacante (un tiempo que se conoce en el seno de la Iglesia como interregno) hasta que sea electo el nuevo pontífice.

Su primera misión fue el 28 de febrero después de que el Papa salió de la Santa Sede en un helicóptero hacia Castel Gandolfo, Bertone cerró los aposentos papales y recibió los documentos vaticanos. Y cuando empiece la primera reunión de cardenales anulará el anillo del pescador, un anillo de oro macizo que llevan todos los papas con su nombre grabado en latín y que en la antigüedad servía para sellar documentos, lo cual evitará cualquier falsificación. El camarlengo también será el encargado de colocar el anillo en el dedo al nuevo Papa.

COMPETENCIAS DE LOS CARDENALES. Al marcharse el Papa la sede de Roma queda vacante. Por lo tanto es potestad de los cardenales gobernar la Iglesia solamente para los asuntos ordinarios o inaplazables y para preparar lo necesario para la elección del nuevo Pontífice. Interpretar los puntos dudosos o controvertidos emanados de la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis y atender los problemas que no puedan ser aplazados.

El Colegio Cardenalicio no tiene potestad o jurisdicción sobre cuestiones que corresponden al Sumo Pontífice, no pueden disponer sobre los derechos de la Sede Apostólica y de la Iglesia Romana. Ni corregir o modificar leyes emanadas por los romanos pontífices.

Al morir o renunciar un Papa, todos los cargos quedan vacantes, a excepción del camarlengo y el penitenciario mayor, que actúan bajo las órdenes del Colegio Cardenalicio y en este caso único, el secretario de Benedicto XVI, monseñor Georg Ganswein, quien continúa en su cargo de prefecto de la Casa Pontificia.

Tampoco cesan en su encargo el cardenal vicario general de la diócesis de Roma, el cardenal arcipreste de la Basílica Vaticana y vicario general para la ciudad del Vaticano.

Durante la sede vacante, todo el poder civil del Sumo Pontífice, concerniente al gobierno de la ciudad del Vaticano, corresponde al Colegio de los Cardenales.

EL CÓNCLAVE. Debe realizarse entre los 15 o 20 días subsiguientes a partir de la muerte o renuncia de un Papa.

Los miembros del Colegio de Cardenales o Colegio Cardenalicio realizan varias reuniones previas y el día fijado para comenzar la elección se reúnen a primera hora de la mañana en la Basílica de San Pedro, celebran lo que se llama Misa votiva Pro eligendo Papa. Por la tarde, los electores acuden en procesión a la Capilla Sixtina.

El cardenal camarlengo, ayudado desde fuera de la Capilla por el sustituto de la Secretaría de Estado, vigila que la elección se desenvuelva bajo las normas de reserva y discreción previstas.

La constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada el 22 de febrero de 1996 por Juan Pablo II, fijaba un plazo de 15 a 20 días desde la declaración de la “sede vacante”. Pero antes de renunciar, Benedicto XVI publicó un decreto (“motu proprio”) que permite anticipar la fecha “si los cardenales están presentes” en Roma.

Esta elección por escrutinio, es el único modo actualmente válido y tiene lugar a través de la votación, individual y secreta, de los cardenales electores.

Está prescrito que se deben realizar dos votaciones cada día, además de una votación la tarde en que comienza el Cónclave. Para que sea válida la elección debe contar con dos tercios de los votos. El artículo 74 prevé que, si después de 24 escrutinios los cardenales no consiguen ponerse de acuerdo sobre el elegido, podrán decidir por mayoría absoluta el modo de proceder, pero nunca se deberá prescindir del requisito de exigir mayoría simple para que sea válida la elección.

Después de cada elección se queman las papeletas. La tradición indica que los cardenales provoquen con paja seca o húmeda que el humo sea negro, si no se ha elegido al Papa, o blanco si se ha elegido al nuevo Romano Pontífice: es la conocida fumata negra o fumata blanca, que suele ver el pueblo romano desde la plaza de San Pedro.

PROCESO DE ELECCIÓN. Los ceremonieros (maestros de ceremonia) preparan y distribuyen las papeletas, entregan por lo menos dos o tres a cada cardenal elector.

Se hace una extracción por sorteo, entre todos los cardenales electores, de tres escrutadores, de tres encargados de recoger los votos de los enfermos, llamados Infirmarii, y de tres revisores; este sorteo es realizado públicamente por el último cardenal diácono, el cual extrae los nueve nombres de quienes deberán desarrollar tales funciones.

La papeleta debe tener forma rectangular y llevar escritas en la mitad superior, a ser posible impresas, las palabras: Eligo in Summum Pontificem, mientras que en la mitad inferior debe dejarse espacio para escribir el nombre del elegido; por tanto, la papeleta está hecha de modo que pueda ser doblada por la mitad. La compilación de las papeletas debe hacerse de modo secreto por cada cardenal elector, el cual escribirá claramente, con caligrafía lo más reconocible posible, el nombre del que elige, evitando escribir más nombres, ya que en ese caso el voto sería nulo, doblando dos veces la papeleta

Durante las votaciones, los cardenales electores deben permanecer en la Capilla Sixtina solos y por eso, inmediatamente después de la distribución de las papeletas y antes de que los electores empiecen a escribir, los demás deben salir.

El escrutinio inicia con la introducción de las papeletas en la urna apropiada.

Se mezclan y se hace el recuento de las mismas y se hace un escrutinio de los votos. Cada cardenal elector, por orden de precedencia, después de haber escrito y doblado la papeleta, teniéndola levantada de modo que sea visible, la lleva al altar, delante del cual están los escrutadores y sobre el cual está colocada una urna cubierta por un plato para recoger las papeletas.

En el altar, el cardenal elector pronuncia en voz alta la siguiente fórmula de juramento: “Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”, y deposita la papeleta en el plato y con este la introduce en la urna.

Se inclina ante el altar y vuelve a su sitio.

Una vez que todos los cardenales electores hayan pasado, el primer escrutador la mueve varias veces para mezclar las papeletas y el último escrutador procede a contarlas, extrayéndolas de manera visible una a una de la urna y colocándolas en otro recipiente vacío. Si el número de las papeletas no corresponde al número de electores, hay que quemarlas todas y proceder a una segunda votación; si, por el contrario, corresponde al número de electores, continúa el recuento.

Los escrutadores se sientan en una mesa colocada delante del altar; el primero toma una papeleta, la abre, observa el nombre del elegido y la pasa al segundo escrutador quien, comprueba el nombre del elegido, la pasa al tercero, el cual la lee en voz alta, de manera que todos los electores presentes puedan anotar el voto en una hoja. El mismo escrutador anota el nombre leído en la papeleta.

Concluido el escrutinio de las papeletas, los escrutadores suman los votos obtenidos por los varios nombres y los anotan en una hoja aparte. El último de los escrutadores, a medida que lee las papeletas, las perfora con una aguja en el punto en que se encuentra la palabra Eligo y las inserta en un hilo, para que puedan ser conservadas con más seguridad. Al terminar la lectura de los nombres, se atan los extremos del hilo con un nudo y las papeletas así unidas se ponen en un recipiente o al lado de la mesa.

Los escrutadores hacen la suma de todos los votos que cada uno ha obtenido, y si ninguno ha alcanzado los dos tercios de los votos en aquella votación, el Papa no ha sido elegido. Si resulta que alguno ha obtenido los dos tercios, se tiene por canónicamente válida la elección del Romano Pontífice. En ambos casos, los revisores deben proceder al control tanto de las papeletas como de las anotaciones hechas por los escrutadores, para comprobar que estos han realizado con exactitud y fidelidad su función.

Después de la revisión, todas las papeletas son quemadas por los escrutadores

En el caso de que se debiera proceder a una segunda votación, las papeletas de la primera votación se quemarán solo al final, junto con las de la segunda votación.

El cardenal camarlengo redactará un escrito, que debe ser aprobado también por los tres cardenales asistentes, en el cual declare el resultado de las votaciones de cada sesión.

Este escrito será entregado al Papa y después se conservará en el archivo correspondiente, cerrado en un sobre sellado, que no podrá ser abierto por nadie, a no ser que el Sumo Pontífice lo permitiera.

¿REQUISITOS PARA ELEGIR AL PAPA? La legislación canónica no impone requisitos para ser elegido Papa: por lo tanto, se deben considerar requisitos los propios del derecho divino para ser obispo, es decir, ser varón con pleno uso de razón. En la práctica, sin embargo, desde hace muchos siglos el elegido ha sido siempre cardenal.

Una vez elegido, el cardenal decano pregunta al elegido si acepta su elección canónica como Sumo Pontífice. Si el elegido que es obispo acepta, desde ese momento adquiere de hecho la plena y suprema potestad sobre la Iglesia universal.

Una vez que ha aceptado, le pregunta el nombre por el que quiere ser llamado.

Si el elegido no es obispo, se procede inmediatamente a su ordenación episcopal.

Luego los cardenales le rinden homenaje y le prestan obediencia. Después el primero de los cardenales diáconos -es decir, el cardenal protodiácono- anuncia desde el balcón de la Basílica Vaticana al pueblo reunido en la plaza de San Pedro la elección del nuevo Papa, usando la tradicional fórmula: “¡Nuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam!”. El Romano Pontífice imparte la bendición Urbi et Orbi.

De acuerdo con el artículo 90, si el elegido se encuentra fuera de la Ciudad del Vaticano, “deben observarse las normas del mencionado Ordo rituum Conclavis”.

El artículo 92 indica que “el Pontífice, después de la solemne ceremonia de inauguración del pontificado y dentro de un tiempo conveniente, tomará posesión de la Patriarcal Archibasílica Lateranense, según el rito establecido”.