Siempre

Tokio, un gigante desde el cielo

La ciudad más poblada del mundo se despliega como una ventana a la cultura, tradición y desarrollo de Japón. Al año, más de 32 millones de turistas tienen contacto con su pasado y presente
28.02.2023

TOKIO, JAPÓN.- El avión inicia su descenso, pero desde antes se visualiza una ciudad, pero no cualquier ciudad, es Tokio, la capital de Japón, un nombre que hace eco en la historia universal.

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Hay cierto aire de leyenda antigua y modernidad cada vez que se pisa un territorio con tanta historia y vastedad.

El avión desciende, pero en un grupo de latinoamericanos la expectativa asciende... ¿Qué nos espera en los siguientes siete días? El Programa Juntos!! Japón, derivado de la Japan International Cooperation Center (JICE), que incluyó una mirada a su cultura, su tecnología y sus esfuerzos en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, nos desplegó una nación que abre los sentidos a la exploración.

Pero vamos paso a paso, tras horas de viaje, 24 para unos, poco más o poco menos para otros, llegó el día 1.

Un almuerzo entre tibio y frío, un baño, un cambio de ropa y una reunión en recepción entre desconocidos, marcó el inicio de una aventura que quedará grabada en los corazones de 24 centroamericanos y 8 caribeños en un viaje por un país fenomenal.

La riqueza cultural de Japón convive a la par de su desarrollo a toda escala y es un escenario perfecto para el aprendizaje, la vivencia, la emoción...

“He tenido la fortuna de conocer países de Norteamérica y Europa, pero la expectativa generada por este viaje no tuvo comparación alguna”, recuerda el comunicador salvadoreño Roberto Sánchez, y refuerza la idea que nos generamos: “Sin lugar a dudas, Japón es uno de los países más interesantes por su cultura, gastronomía y otros rasgos identitarios que lo vuelven único”.

El puente Rainbow se levanta sobre las aguas del norte de la Bahía de Tokio y es la conexión entre el puerto de Shibaura con la isla artificial de Odaiba.

Tokio para el mundo

Con una superficie de 2,194 kilómetros cuadrados y una población de 37 millones de habitantes que la convierten en la ciudad más poblada del mundo, conocer Tokio como la palma de la mano es un asunto imposible.

Pero algo teníamos que hacer al respecto, recorrer un radio inferior al 5% de su extensión, fue, digamos, suficiente para lograr algo: darnos cuenta, y no de oídas, si no in situ, del desarrollo de una ciudad que viene siendo el reflejo de una nación entera.

La cultura japonesa descansa sobre nueve principios fundamentales: la honradez, la justicia, la compasión, la heroicidad, la cortesía, la sinceridad, el honor, el deber y la lealtad. Fuimos testigos de gran parte de ellos, habría que estar inmerso un tiempo en su forma de vida para ir descubriendo cada capa de su construcción ética y moral.

El reloj marcaba las 2:00 p.m.

Iniciamos la primera visita, el primer contacto de un grupo que después iría junto a descubrir lo desconocido.

Primera e imperdible parada: el templo Zojoji o Zōjō-ji.

Imperdible por dos razones: porque es uno de los templos budistas más populares entre los turistas, y porque queda justo a la par del hotel donde nos hospedamos, ni el cansancio más crítico podría habernos detenido.

El recorrido fue una combinación perfecta entre antigüedad y modernidad. Por un lado, el templo Zōjō-ji, construido en 1393 y que hace mucho tiempo fue el recinto principal de la rama de budismo Jodo-Shu, y por otro, como telón de fondo, la conocida Tokyo Tower, una torre de comunicaciones y observación erigida como un gigante de 332.9 metros, situada en el Parque Shiba de Minato, por donde pasamos no una, si no varias veces.

No es necesario profesar las creencias del budismo para sentirse inmerso en la solemnidad y paz de sus templos. Hay en ellos un asunto espiritual irresistible, se percibe, si fuera palpable, sería visible.

Es una experiencia sensorial. Ante los ojos un monumento que, si bien fue reconstruido tras la destrucción de Japón por la II Guerra Mundial, es un espectáculo visual.

Ante el olfato, una mezcla de incienso dentro y fuera del templo, donde la gente se acerca a las ollas de incienso para quemarlo como señal de respeto o con motivo de alguna petición.

“Me parece impresionante cómo preservan su identidad a través de rituales y ceremonias, y el hecho de que con el paso del tiempo no han perdido sus costumbres”, destaca la dominicana Carmen Muñoz, cautivada por la cultura, educación, gastronomía, desarrollo e infraestructura de Japón. Bien sería el sentir de todos.

Desde los jardines de la parte trasera del templo Zōjō-ji se ve imponente la Tokyo Tower, finalizada en 1958 y conocida como la Torre Eiffel de Japón, es un símbolo distintivo de la capital nipona y testimonio de su ascenso tras la II Guerra Mundial.

Su imagen aparece en el animé, el manga, el cine y la televisión; pero el salto hacia la televisión digital le quitó en 2012 el lugar de la torre más alta de Tokio, porque para soportar la radiofusión de televisión digital se construyó la que ahora ostenta el primer lugar de la torre más alta del país asiático: la Tokyo Skytree, con 634 metros de altura que la posicionan como la segunda torre más alta del mundo, solo superada por la Burj Khalifa, de Dubái (828 metros de altura).

El cruce de la estación de Shibuya es un espectáculo visual de personas y edificios. Famoso en el mundo del entretenimiento, y punto de encuentro de nacionales y extranjeros.

Para qué dormir, si Shibuya está despierta...

Una vez caída la noche, nos esperaba el primer encuentro serio con la gastronomía japonesa.

Como dice Roberto, el choque cultural es inmediato, no solo por el idioma, sino también por su gastronomía, “completamente diferente a lo que hemos experimentado en nuestros países de origen”. Carmen es del mismo pensar, “es fascinante adentrarse en la gastronomía japonesa”.

Una vez entrados en confianza y con una curiosidad compartida, inició nuestra primera caminata por Tokio, el destino: Shibuya, en la Metrópolis de la capital.

Con un área de 15.11 kilómetros cuadrados, Shibuya es la capital asiática del mundo.

Es un punto de encuentro comercial y de entretenimiento, y es parte de ella el famoso cruce homónimo, el más abarrotado del planeta.

La influencia de lo que ahí se genera no solo trasciende en Tokio, si no en Asia.

Se estima que alrededor de un millón de personas cruzan diariamente por este lugar. Verlo no es lo mismo que imaginarlo. ¿Qué vemos? A las miles de personas que cruzan en segundos mientras el semáforo lo permite, o los edificios que se levantan luminosos, invitando a entrar, descubrir y consumir.

Podríamos decir que esta es otra experiencia sensorial, tanto, que los sentidos se embotan. Perder de vista a quien está a la par es un asunto que sucede en un segundo.

¿Pero qué es esto? ¿La estatua de Hachikō? Quién no ha llorado con la historia de este perro akita que, tras morir su amo, el profesor Hidesaburō Ueno, siguió esperándolo casi nueve años en la estación de Shibuya. Y ahí está su estatua, frente a nosotros, y lo ha estado frente a millones de personas de todo el mundo desde 1934.

Hachikō es parte de la cultura popular de Japón, Hachikō es el akita de los tokiotas, una foto con él es imperdible a pesar de la prisa, a pesar de la multitud y a pesar del frío, que esa noche descendía a menos de 7 grados centígrados, sin castigarnos tanto con un -1.

Pero al día siguiente nos esperaban otras experiencias, sería nuestro primer encuentro con los esfuerzos de Japón por ser un país con desarrollo sostenible, y un grupo de guatemaltecos, salvadoreños, hondureños, nicaragüenses, costarricenses, panameños, cubanos y dominicanos, ya había tenido suficiente por un día en la capital de una nación visitada por más de 32 millones de turistas al año.

Tokio, imponente.