Siempre

Noé Lima, la edad perdida de la poesía

La paloma que regresa de tierra firme siempre trae en sus poemarios una delgada navaja en lugar de olivos...

06.12.2017

Tegucigalpa, Honduras
Desde que leí por primera vez a Noé Lima, hace unos catorce años, me asombró su poesía y me volví uno de sus lectores.

Siempre he seguido la pista de este poeta salvadoreño, desde sus años en el Grupo Tecpan, su cercanía con los poetas urbanos y experimentales de la ciudad de Guatemala a inicios de siglo, los encuentros de Paispoesible, su estancia en España, donde más de una vez planeamos encontrarnos mientras yo viajaba por Europa para continuar aquellas conversaciones que dejamos inacabadas en los bares de la zona 1 de ciudad Guatemala; además, claro, sus libros y sus publicaciones en línea siempre han sido testimonios necesarios no solo de una poética, sino de su idea de la vida y de la auténtica manera en que él vive y se expresa.

De aquel tiempo, de aquella primera sorpresa, como siempre sucede con los poetas que se arriesgan más allá del límite tradicional o que son luminosos desobedientes de lo que dictan las academias, las vacas sagradas o la militancia a favor de alguna razón o sinrazón política o ideológica, de allá viene mucho del impulso por escribir sobre su poesía; pero también el tiempo nos ha permitido ganar en lecturas y en experiencia, y hoy, mientras lo leo de nuevo, asisto nada más a reafirmar mis opiniones o más bien los criterios que definen a tan grande poeta: sus alucinantes metáforas arraigadas en la versatilidad oral más que en esas formas cultas y aburridas de mucha poesía que le responde a la poesía y no a la vida, en ese sentido los poemas de Lima son animales ahogándose en la baba de nuestro lenguaje, el realismo en el que insiste su poesía, la crudeza de la venganza del poeta ya no como testigo de una época o una causa sino como la piel misma del desaliento, el erotismo del cuerpo que se despedaza ante otro cuerpo como feroz prueba de la entrega, la mundanalidad de la poesía y su negación como esencia arcana.

Una poesía que necesita ser recogida del suelo como arma y no como ala o como flor; una escritura cuya furiosa verdad poética insiste en quitar lo enigmático del poema y dejarlo a hueso vivo.

¿Y el poeta?, el poeta desde esta visión ya no es elegido de los dioses, ni instrumento donde resuena la espiritualidad, ni la tarjeta de invitación de la carrera de literatura, el poeta se suma a la normalidad visceral de los millones de segundos que infestan las venas de la alienación, su lenguaje entonces es luminoso no por la belleza, sino porque él mismo se ofrece como combustible para una pira, no puede ser de otro modo, los poetas auténticos se incendian a sí mismos para ser luz, no buscan la redención en ello, ni ser guías de un tiempo, simplemente asumen ser la edad perdida de la poesía entre la desolación humana.

Esencia poética
En cierto modo la estructura verbal de la poesía de Lima denota un ímpetu violento, sus imágenes son lacerantes, fulgores que rechinan junto al asfalto.

Desde finales de los noventas y a inicios de siglo, Lima era un poeta que se alejaba del sentido telúrico de mucha poesía centroamericana y discursaba como una fiera de neón que había recibido un escopetazo entre las periferias de nuestra marginadas ciudades, y este es quizá el mayor signo de su poesía: la urbanidad.

Sin embargo, no se entiende aquí la urbanidad como paisaje ni como escenario, ni como motivo snob para huir del color local, todo lo contrario, ese mundo era otro, era la umbrosa hazaña de un monólogo. Digo también que su poesía acopió todos los discursos posibles, los mutilados y los novedosos, los olvidados y los que aullaban en el presente para hacerse notar, a Lima le urgía (y le urge) hablar en presente y del presente, sabía que ese es el único límite posible para un poeta que tiene un lenguaje diferente y novedoso; su esencia existencial no es producto de un azar, sino del desastre de un tiempo.

Hay que darle un alto crédito a Lima y es su personal búsqueda de una poética que materialice una sola causa: la soledad urbana de las periferias, y es de ahí donde brota la confrontación con un canon o con una “ética de la poesía” que muchas veces estancó a grandes poetas o negó a otros, y aquí no ejerzo una crítica política, sino más bien señalo el sectarismo de algunas generaciones por validar las nuevas voces de la poesía centroamericana desde su sola óptica ideológica.

De aquel tiempo en que leí los primeros poemas de Noé Lima, a este tiempo oscuro en mi país Honduras, donde sin duda la dignidad se pudre a la vista de todos y los fariseos políticos adecuan las cifras para armar el rompecabezas de la desgracia, mientras sus seguidores lamen su sol más negro, de aquel tiempo entre el humus de las madrugadas a la paz sospechosa de esta madruga que habito, ha cruzado frente a mí la poesía de Noé Lima, yo lo sé: el horizonte está en llamas.