Las medidas de seguridad en la oficina de Leo Valladares son algo extremas. Para llegar al quinto piso del edificio donde tiene su despacho en Asociación para una Ciudadanía Participativa (ACI) se requiere una clave especial en el ascensor.
Pero el resguardo no es infalible porque “en este año se me han metido dos veces a robar”, se queja el excomisionado nacional de los Derechos Humanos.
Los asaltos no le hacen perder el carácter amable y mantiene claras sus convicciones. Quizá estos incidentes sean pequeñeces comparados con el riesgo que vivió durante varios años cuando proclamaba la protección de los derechos humanos.
Por eso es que afirma que “mi idea ha sido luchar por las causas justas”.
Sin saco y corbata como de forma rutinaria se le ve, Valladares recibe a EL HERALDO para conversar sobre cómo nació su interés por velar por el respeto a los demás y los riesgos que eso le ha significado.
Abuelo abogado, padre abogado, ¿el derecho le corre por las venas?
Mi papá también fue diputado y presidente del Congreso Nacional en 1949, también fue embajador en España por varios años y después estuvo como miembro de la Junta Militar. Yo soy de familia de abogados, tengo tíos, primos y hermanos que son abogados.
¿Por qué no incursionó en política si su padre fue político?
Mire, no soy político en el sentido partidario. De forma inicial estuve en la Democracia Cristiana, pero después me separé y en este momento le puedo decir que soy una persona independiente. No me inclino por ningún partido tradicional o los que se han constituido ahora.
Creo que se puede hacer algo no necesariamente desde los partidos políticos, porque como dicen muchos, los políticos gobiernan, pero no tienen el poder.
¿Cómo se vincula en el tema de los derechos humanos?
Desde bastante joven, adolescente, porque yo hice mis dos últimos años de bachillerato en México, en un colegio que se llamaba Instituto Patria y era de la orden religiosa los jesuitas y entonces ellos hacían mucho énfasis en la cuestión social y ahí me interesó el tema social.
Cuando regresé a estudiar en la Universidad Nacional Autónoma me vinculé a los grupos social cristianos que había en la universidad y milité en un frente que se llamó Frente Revolucionario Estudiantil Social Cristiano, que fue uno de los movimientos que promovió la creación de la Democracia Cristiana.
¿Por qué fue a estudiar a México?
Por traslado de mi familia, se fueron una temporada. En realidad yo solo estudié secundaria en Honduras dos años, en el colegio San Francisco, porque el resto de mi educación la hice en España.
¿A qué se debió que se fueran a España?
Mi papá, cuando era diputado, se opuso a unas contratas de palma y entonces tenía problemas por eso y el presidente (Juan Manuel) Gálvez le dijo que se fuera para España y ahí estuvimos casi seis años.
Después me fui a México. En cierto sentido, lo que me sucede a mí es que yo conozco a Honduras no solo desde adentro sino que desde afuera, y eso me ha dado cierto balance para entender las cosas un poquito más apartándome de las pasiones.
¿De qué manera lo terminan definiendo sus vivencias en el extranjero?
En ambos lugares, tanto en España como en México, aprendía disciplina, porque en España, estamos hablando de los años 50, era una época en la que para tener una buena educación tenía que estar interno en un colegio y estuve interno los seis años que estuve ahí, era un colegio católico que se llamaba Calasanzo, de una orden que se dedica a la educación, con un patrono que se llama San José de Calasanzo.
Lo que yo sé de Honduras lo he aprendido yo, he tenido la ventaja de que mí padre, además de abogado, era historiador.
Mi idea siempre ha sido luchar por las causas justas, pero organizando en mi vida, en mi proceder. Después me casé muy joven.
¿A los cuántos años?
Me casé a los 23 años, seis meses y tres días y ahora el 1 de diciembre cumplimos 48 años de casados.
Yo tuve que trabajar para pagar mi doctorado por lo que la Universidad había pagado por mí y me deducían de mi sueldo y tenía que buscar ingresos por otro lado, pero yo tenía una ventaja, me gradué de abogado y notario a los 24 años, muy joven.
¿Dónde trabajó?
En varios lugares, eso es interesante, trabajé por ejemplo en el Instituto de Previsión Militar, después litigaba en forma independiente, pero en 1980 me llamaron de la Asamblea Nacional Constituyente para conformar una comisión para revisar lo que se había aprobado de la nueva Constitución.
Cuando se reinstauró el gobierno (democrático en 1982), el presidente del Congreso, Efraín Bu, me dijo que me quedara trabajando en el Congreso, pero el canciller Edgardo Paz Barnica me pidió que trabajara en la Secretaría de Relaciones Exteriores y trabajé con Relaciones Exteriores 10 años.
Fue ahí en donde pude desarrollar toda mi actividad en derechos humanos. Primero estuve en la Comisión de Soberanía y Fronteras en el tema de la delimitación fronteriza con El Salvador.
Pero estando ahí el canciller me pide que deje ese y que pase a ser uno de los asesores sobre el tema de derechos humanos relacionado a los refugiados, porque en Honduras habían refugiados de origen guatemalteco, salvadoreños, nicaragüenses, tanto misquitos como los llamados ladinos que en esa época estaban en Jacaleapa y Teupasenti.
¿Cómo logra presidir la Comisión Interamericana de Derechos Humanos?
En 1987, siendo canciller Carlos López Contreras me propone para un puesto en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a pesar de que era difícil ganar una candidatura, la ganamos. Fui miembro de la comisión ocho años, estuve de 1988 a 1995.
Cuando a mí me nombran comisionado de los derechos humanos en octubre de 1992, yo ya habido sido presidente de la Comisión Interamericana, entonces era obvio que yo no podía defender los derechos humanos de una forma a nivel internacional y otra a nivel hondureño, por eso siempre mis posiciones fueron claras en el tema.
¿Ha estado en peligro su vida?, y si es así, ¿cuántas veces?
Bueno, me explico, cuando fui comisionado muchas veces, pero, y como lo digo con mucha franqueza, cuando acepté el cargo no sabía a lo que me metía y cuando uno ya está en el cargo tiene que seguir adelante.
Hubo momentos en el que un jefe de las Fuerzas Armadas de cierta época me dijo: “Usted va a ser el responsable de que haya un estallido social aquí en Honduras por lo que está haciendo”. Y luego por el tema de investigar a los desaparecidos, incluso investigar algunos actos de corrupción de la Policía... en un caso me dijo un jefe de la Policía: “Tenemos noticias de que se planea un atentado contra su vida y le vamos a poner seguridad”.
Le pregunté que quién atentaría contra mí y me dijo que se reservaba esa información, pero no acepté que me brindaran vigilancia.
Y de ahí por otras investigaciones, otros casos; una vez nos anduvieron persiguiendo porque había llamado una persona que decía ser guerrillero y que denunciaba que lo estaban rodeando y vine yo con uno de mis colaboradores a una terminal de buses y lo tenían rodeado con armas y le dimos protección.
¿Logró averiguar quién mató a su hijo Rodrigo en enero de 2009?
No, fíjese que le voy a decir una cosa, como cristiano hay que perdonar. Yo dije en el momento del sepelio de mi hijo: “Señor, yo perdono a esta gente”.
Aunque para una persona que ha trabajado y se ha dedicado al tema es frustrante tener un caso en la total impunidad.
Yo fui en varias oportunidades al Ministerio Público, me puse a hacer cola como otras personas que estaban ahí averiguando sobre su gente y recuerdo que me encontré con una exalumna a la que le habían matado a su marido, la vi desconsolada y dije: “Si yo que he sido una persona conocida no tengo la posibilidad de averiguar quién fue el que asesinó a mi hijo o quiénes fueron y el sistema se da por vencido, qué es lo que puede pasar”.
Fíjese que cada vez que dejamos de investigar de forma adecuada un crimen en esa forma se va deteriorando el sistema, se deteriora el Ministerio Público, se deteriora la Policía, quedan esas estructuras que ahí están, pero no funcionan de forma adecuada. Yo pensé en aquel momento, cuando ya desistí con el asunto dije: “Cuántos miles morirán después de mi hijo”, y han sido miles.
¿A qué se dedica ahora?
En febrero me jubilé de la Universidad después de haber estado toda mi vida en ella, y entonces, bueno, colaboro con una organización que se llama Asociación para una Ciudadanía Participativa, que promueve los derechos humanos mediante la participación ciudadana, porque los derechos humanos no son un tema de teoría, sino que de práctica, porque la gente habla de que tiene derechos, pero también tiene que ejercerlos y respetar los derechos de los demás.