Hubo una vez un rey que soñó que las distintas razas y creencias no eran motivo suficiente para separar a los hombres, que las fronteras eran un artificio inútil y que con el avance del saber, toda la humanidad saldría ganando. Se llamaba Alejandro y conquistó todo su mundo conocido. Su nombre quedó en una ciudad fundada por él al norte de Egipto: Alejandría, la cuna de un sueño que sus sucesores hicieron realidad.
Imaginémonos por un momento caminando en la antigua Alejandría, amplias avenidas de más de 30 metros de ancho, con estatuas a ambos lados donde la gente paseaba tranquila, pensaba y reflexionaba, contemplando su famoso faro junto con los más de 300,000 habitantes de la ciudad.
CULTURA.
Su famosa biblioteca albergaba más de 700,000 volúmenes. Muchos de estos volúmenes estaban editados sobre pergamino incandescente, lo cual evitó que se quemaran, a pesar de los incendios que sufrió la biblioteca .
La biblioteca contaba con 10 salas, cada una dedicada a un tipo de investigación. Poseía un jardín botánico, un zoológico y un observatorio astronómico. En el observatorio había un reloj que cada hora iba dando uno de los doce trabajos de Hércules. En la biblioteca se guardó todo el saber humano acumulado hasta la fecha por los griegos en sus largos viajes.
Incluso se llegó a crear un cuerpo de buscadores de libros extraños y se llegó a pagar grandes sumas por los mismos e hicieron viajes por todo el mundo para encontrar nuevos conocimientos.
Grandes sabios alejandrinos.
El gran matemático Euclides, que recopiló los grandes avances hechos en este terreno en la India, Babilonia o Egipto, nos legó un tratado donde planteó sus famosos axiomas. Los axiomas de Euclides son una de las mayores empresas intelectuales que le debemos a los alejandrinos. En sus axiomas nos habla de proporciones, relaciones numéricas, qué es un número primo y cómo obtenerlos, todas esas cosas con que nos iniciamos en los colegios cuando estudiamos geometría o aritmética, quizá ahora nos parecen sencillas, pero la grandeza de Euclides estriba en ser el primer visionario que la clarificó y les dio el tratamiento ordenado.
En concreto su quinto axioma: “por un punto exterior a una recta solo podemos trazar una recta paralela a la misma y que pase por dicho punto”, fue el impulsor para que Riemman o Lovachevsky introdujesen nuevas geometrías en más dimensiones y para que Einstein, con su espacio tiempo curvo, sacase rectas paralelas que se cortan en algún punto con lo que el quinto axioma quedaría rebasado.
GRANDES APORTES. Apolonio de Pérgamo: hizo el mejor tratado de la época acerca de las cónicas. Las cónicas son una serie de curvas como la elipse, la hipérbola, la parábola, la ircunferencia… Apolonio entendió que formaban parte de una familia, pues todas procedían de las diferentes maneras en que podíamos seccionar un cono. También Apolonio realizó estudios acerca de las longitudes, áreas y volúmenes de algunas figuras geométricas.
El gran médico Herófilo estudió la circulación pulmonar de la sangre. Su máxima era que antes que ser un buen médico había que ser un gran psicólogo, pues como buen discípulo de Hipócrates afirmaba que no había enfermedades, sino enfermos que sufren una enfermedad. Sus terapias estaban basadas principalmente en la dietética y la prevención, pues como decían, la cirugía era el fracaso de la medicina, cuando ya no había remedio, se podría haber evitado.
Estratón de Lampsaco, un físico que estudió los centros de gravedad y la masa de los cuerpos. Estableciendo, como hicieron posteriormente Newton o Galileo, que masa y peso son dos conceptos distintos.
El gran astrónomo Hiparco. Creó un instrumento para poder medir longitudes, como los diámetros de los planetas, el Sol, la Luna. Este aparato era una especie de teodolito, como los que utilizan los ingenieros de las carreteras para medir distancias. Hiparco estableció una cartografía de la Tierra muy similar a la actual, dividiéndola en meridianos que atravesaban los polos, para ello se basó en la idea de la Tierra como una esfera. Tuvo el ingenio de aplicar el sistema babilónico, así que dividió el círculo en 60º, cada grado en 60 minutos y cada minuto en 60 segundos.
Ptolomeo el sabio, que creó un gran libro para de los astrónomos de aquel entonces, el Almagesto, cuya utilidad duró hasta la gran revolución copernicana.
En este tratado establece una especie de catálogo con más de mil estrellas observadas aplicando clasificaciones según su brillo. Su sistema es geocéntrico, aunque meramente como un útil de trabajo, pues Ptolomeo no desconoce los trabajos de Aristarco de Samos, que estableció el sistema heliocéntrico, y fue el primero en calcular la circunferencia de la tierra esférica con su famoso experimento de las sombras proyectadas en el equinoccio de verano en dos lugares diferentes de Egipto por un mismo objeto.
CIENCIA.
Otro apartado lo merece el estudio de la cultura técnica en Alejandría. Así, por ejemplo, mencionar a Ctesibio. Se le atribuye el primer órgano hidráulico. Su descubrimiento se basó en la idea de que el agua es un material incomprensible y que el aire es elástico. Mediante la presión del agua sobre el aire conseguían acumular bolsas de aire en una especie de tubos con lengüetas, así apretando una serie de pedales que permitían ejercer esta presión hidráulica obtenían una serie de sonidos. Ctesibio también diseñó un reloj de agua. Consistía en una cisterna en la que caía un chorro de agua de manera uniforme, siempre la misma cantidad. El agua iba ascendiendo por la cisterna y a su vez empujando una especie de émbolo.
Ese mecanismo se traducía en una especie de movimiento circular que se proyectaba sobre una tabla, y en esa tabla había una serie de divisiones que correspondían a las horas del día, así se iba trazando el transcurso de las horas del día. Pero los alejandrinos fueron complicando todavía más estos relojes de agua. Los griegos dividían el día en veinticuatro horas, doce de día y doce de noche, con el mecanismo simple del reloj las horas siempre tendrían la misma duración, pero con sistemas de engranajes hicieron relojes capaces de determinar las horas de diurnas y nocturnas en las diferentes estaciones del año, pues para ellos, por ejemplo, la hora sexta de verano no duraba lo mismo que la hora sexta de invierno
Herón de Alejandría creó instrumentos que servían para medir kilometrajes y para saber las distancias a las que se desplazaban los carromatos. También construyó los famosos autómatas, palomas voladoras que en medio de una representación teatral derramaban flores sobre el público, sirvientes capaces de escanciar vino, etc. Realizó estudios termodinámicos acerca de la fuerza del vapor para mover máquinas, de hecho en Alejandría se construyeron grandes calderas de vapor, pero se usaron para otros fines, como hacer mediante estos mecanismos que en las barberías de Alejandría los barberos pudiesen en cualquier momento hacer bajar desde el techo platillos con su navaja o con su loción o con lo que necesitasen en ese momento. En la milenaria China, hace más de 2,000 años, el vapor lo utilizaban para mover las grandes hélices de los barcos.
Para los alejandrinos, lo más importante no era la técnica, para ellos lo más importante era esa libertad interior, la belleza que querían ver plasmada en todas las cosas. Sus hogares estaban llenos de objetos bellos; alrededor de eso se movían sus vidas. Se recreaban en un trabajo bien realizado, en un bello gesto, en unas bellas palabras y pensamientos, esa era su filosofía de la vida. Buscaban la perdurabilidad, que sus máquinas durasen mucho tiempo. Al no estar presionados por la competitividad no necesitaban producir en demasía.
Lo que sí valía la pena era encontrar respuesta a esas preguntas que todos y cada uno de nosotros nos hacemos alguna vez, ¿quién soy? ¿Cuál es mi destino? ¿Qué es la felicidad? Esas preguntas que fueron eliminadas de la sociedad moderna por esa mentalidad “ilustrada” de la Revolución Francesa. Pero en realidad esas preguntas son siempre las que han motivado los grandes descubrimientos.