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A 192 años de la firma del Acta de Independencia

El documento memorable, redactado por Valle, es el espejo del pensamiento de una época, reflejo del ideario filosófico e ideológico de la Ilustración en América, herencia histórica y un legado que debe ser respetado.

15.09.2013

El pueblo pidió a voces la independencia o por lo menos eso es lo que relata la historia, y José Cecilio del Valle redactó aquel memorable documento luego de un largo discurso en el que demostró la necesidad y la justicia de alcanzarla, pero manifestando que para proclamarla debía oírse el voto de todas las provincias de Centroamérica.

No obstante, ¿en verdad el acta de independencia del 15 de septiembre de 1821 refleja el “deseo” del pueblo en aquel momento histórico? La respuesta del escritor Julio Escoto es que efectivamente el acta refleja la ansiedad del momento por conseguir autonomía para el gobierno de la Capitanía General, es decir, para toda Centroamérica. “El acta es redactada precisamente por un hombre del movimiento cultural político del Iluminismo o Ilustración, José Cecilio del Valle, quien ha leído a los teóricos de la república: Descartes, Robespierre y Montesquieu, propulsores de un nuevo sistema de gobierno opuesto al absolutismo de los reyes (el antiguo régimen) y que a la vez imaginan que la estructura parlamentaria democrática es la mejor para gobernar”.

Según Escoto, estos son los sueños que vibraban en el ambiente de Guatemala aquel septiembre y por lo tanto el acta sí refleja ese deseo.

“En lo que el acta no es justa con la población es en el modo de gobierno que legaliza: el mismo de antes, con lo cual nada cambia excepto la separación de España. Los mismos siguen gobernando, los mismos dominan la política, la economía, la cultura hegemónica, el territorio, el comercio…”, refiere el escritor.

Escoto considera que se trató de una redacción apresurada. Los criollos estaban desde mucho tiempo antes, prácticamente desde 1811, solicitando autonomía. La década entera es de debate y discusión alrededor del tema; hay tertulias, reuniones, periódicos, conspiraciones. Pero cuando la élite ve que el pueblo se está ilusionando y revolviendo demasiado y que eso puede generar una revolución que sí cambiaría todo, se apresura a convocar a la sesión del 15 de septiembre y allí ordena a Valle redactar a la carrera una declaración ajustada al gusto de ellos, no de la sociedad que está desde fuera observándola.

“Un poco como si el pensamiento de derecha (con frecuencia ultra conservador y hasta fascista) convocara en este momento en Honduras a una constituyente: sería solo para afianzar su poder, no para el desarrollo de todos”, continúa.

Esta decisión rápida y sin meditar trajo consecuencias. A meses de que el grito de independencia llegara a las demás provincias, el 28 de noviembre de 1821, Agustín de Iturbide propuso a Gabino Gaínza la anexión a México, argumentando que Centroamérica carecía de elementos necesarios para asegurar su autonomía, para librarse de la amenaza extranjera, y para constituirse como nación. Él proponía a los centroamericanos formar un gran imperio con México, bajo el Plan de Iguala y los tratados de Córdoba.
Entonces el istmo se dividió en dos: los anexionistas, compuestos en su mayoría por las familias ilustres y miembros del partido conservador, y los independentistas, conformados por los liberales.

Según Escoto, la redacción del acta dejó abierta la posibilidad de anexión a México; “aunque declara que se crea una nueva entidad política a la vez da a entender que esta debe apoyarse, respaldarse con otra mayor. Es prácticamente una declaración de inseguridad, de que el gobierno que surge se siente incapaz de administrar si no tiene una fuerza superior apoyándolo”.

EL CONTENIDO. Para algunos historiadores, los hombres reunidos el 15 de septiembre de 1821, en el Palacio Nacional de Guatemala, no eran rigurosamente independentistas frente a la metrópoli española, y el verdaderamente independentista era el pueblo que estaba en la calle exigiéndola a gritos. En el documento se fijaron las bases de un nuevo régimen: se determinó que se eligiesen representantes por cada provincia para formar el Congreso de la nación, al que debía corresponder la fijación de la forma de gobierno, y la formación de la constitución. Y que hasta ese momento no hubiese alteración alguna en la observación de las leyes españolas.

Además se determinó conservar la religión católica en toda su integridad y pureza.

Pero ¿por qué se mantuvo el poder de la Iglesia? “Precisamente porque el Acta busca que nada cambie. Recuérdese que la Iglesia Católica era la mayor terrateniente de la Centroamérica de esa época: las extensiones de territorio que poseía, más las haciendas, fincas, edificios que recibía en entrega testamentaria, más las iglesias, conventos, hospitales, cementerios, escuelas que manejaba; más el diezmo y las cofradías (donde un grupo o población se comprometía a entregar todo lo que ocupara la iglesia para “gloria” de un santo o santa), más el dinero que proporcionaba el Estado, más los ingresos de monjas y sacerdotes con caudales, convertían a esta organización no en una sociedad religiosa sino económica”, resume el escritor.

La respuesta de Escoto para quienes consideran que ciertas partes del texto son perversas y antipopulares es que “si es correcta la tesis de que la clase social alta y hegemónica del momento manipuló la declaración de independencia para proteger sus propios fines e intereses, desde luego que hubo perversidad. Y sí, a la vez se acepta que no se cumplió el ideal popular, el cuál era forjar un gobierno propio, americano y representativo de todas las clases sociales, es claro que hubo un manejo antipopular de la coyuntura política”, dijo.

Si bien Valle la redactó y fue uno de los opositores de la anexión, no la firmó. ¿Por qué? No porque no estaba de acuerdo como le enseñan a los escolares en los centros educativos, sino porque en ese momento no era autoridad, no tenía rango alto ni representaba a ningún grupo de convocados. “Está allí para asesorar, por ser sabio, y para iluminar con su ciencia, además de pertenecer a la élite y mantener buenas relaciones con el poder vigente”.

Pero sin importar la premura y los errores, Escoto considera que todo documento que registre un instante, aunque pequeño, de la vibración histórica de la sociedad es un legado, una herencia que nos deja el pasado, un mensaje que nos hace llegar una generación precedente. Por lo tanto, se le debe respetar como fuente informativa. Además de que, y esto debe considerarse con cuidado, esa misma acta sirvió como base posteriormente para separarnos de México, para convocar a la Asamblea Constituyente y para integrar el gobierno federal.

Aunque desgraciadamente hoy, a pesar de las luchas infatigables de Morazán, Cabañas, Valle y Herrera, las cinco naciones de Centroamérica siguen más lejos que nunca de aquel sueño unionista y el Acta de Independencia es solo lo que debe ser: “un documento histórico, espejo del pensamiento de una época”.

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