Revistas

La poesía es casi un milagro

Considerado uno de los fundadores de la poesía moderna hondureña, el escritor trabaja actualmente en nuevo libro, otro gran aporte a la literatura nacional: sus memorias.

12.03.2012

Pompeyo del Valle tiene una obra que ha sido capaz de cambiar el rumbo de la poesía hondureña. Lo extraordinario es que cuando lo llamamos para entrevistarlo parecía sorprendido, como si él no hubiera hecho nada para merecer algo así.

Pertenece a la generación literaria del 50, junto a óscar Acosta, otro culpable de la renovación de la poesía nacional en los comienzos de la segunda mitad del siglo pasado. Su poesía, hecha con versos sencillos, a veces nos golpea con una sutil ironía y casi siempre tiene la intensidad expresiva de la música.

En esta entrevista conversamos sobre el amor, las transformaciones sociales, el erotismo, la ironía y hasta el enfermizo deseo de figurar que agobia a algunos de sus compañeros poetas. Tratamos de descubrir los secretos de su obra, lea usted sus palabras y juzgue si en ellas los revela.
Usted y Óscar Acosta se deshacen de los códigos románticos y modernistas e inician la poesía hondureña moderna. ¿En ese momento, cuando usted publicó La ruta fulgurante, eran conscientes de lo que su obra significaba para la poesía nacional?

Yo creo que era una semiconsciencia, porque el entusiasmo estaba allí, pero era como un ímpetu psíquico, porque no éramos teóricos, ninguno de nosotros lo era, sino que éramos hacedores. Yo me di cuenta después y entonces había más cuidado en lo que se estaba diciendo porque sabía que iba a servir para futuros desarrollos. Para mí y para Óscar el referente era Pablo Neruda, pero para otro miembro de aquel grupo, David Moya Pozas, el referente era García Lorca.
En sus primeros libros predominan temas como el amor, la esperanza y las transformaciones sociales, pero después, en Monólogo de un condenado a muerte, privan el vacío y la desesperanza. ¿Qué cambió en usted para que esto ocurriera? Es que yo tuve una adolescencia muy dura, difícil, siempre fui un hombre muy solitario. Y esto continuó incluso después de mi adolescencia. Yo lo he dicho siempre, nada es inventado en mi escritura, todo tiene un punto de partida en la realidad que me envuelve, que vivo, y yo tuve muchos problemas y cuando se mezclaron con la política se incrementaron.

Monólogo de un condenado a muerte expresa uno de los momentos más dolorosos de mi vida. Trata sobre la muerte civil que me declara un grupo de jóvenes poetas, incluso algunos supuestos amigos, instigados por otros que tenían el afán de la gloria como una cosa enfermiza, porque uno aspira a ser conocido, pero desvelarse por eso no me parece correcto, querer ser mejor que otro incluso mintiendo o engañando, eso no es posible. Y como yo tenía una lucha política, ellos trataban de decir que esa lucha no era sincera, cuando yo demostré mil veces, con riesgo de mi vida y libertad, de mi tranquilidad, que yo estaba actuando sinceramente, dispuesto a dar la vida por aquello en lo que creía.

Es el poema más doloroso que yo he escrito. Y hay que aclarar que es un poema, no un libro. Lo que pasa es que alguien quería hacerme un homenaje y sin pedirme permiso, acudiendo a la que era en ese entonces mi compañera, consiguieron ese poema buscando entre mis papeles para darme la sorpresa, y publicaron ese poema largo que ahora la gente ve como un libro.
¿Conserva la fe en los cambios sociales retratados con tanta esperanza en sus primeros trabajos?

Sí, claro que ya no me parece que están allí tan cerquita, ni que son tan fáciles. En aquel tiempo yo me imaginaba que eso no estaba tan largo, y es que cuando uno está muchacho se cree inmortal. Se imagina que las cosas se van a ir dando más rápidamente de lo que en la realidad se presentan. Cuando estuve en Salamanca, uno de los poemas que leí fu precisamente: “Ahora lo proclamo. La esperanza/es una bella posibilidad futura./… tú puedes tener errores, pero ella jamás/se equivoca/ porque consigue mantenerte firme”. Y una de las poetisas que estaban allí dijo que eso tenía el sabor de un manifiesto. Sí, le dije, en ese momento era un manifiesto, pero era un manifiesto personal porque no lo compartían mis compañeros. Y es que se trata de una poesía directa, sin buscarle muchas vueltas, clara, y tiene una cosa que desde ese momento persigo yo, y es la conquista de la sencillez.

Sí, su poesía está hecha con gran sencillez y delicadeza, sin hacer gala de pretenciosas complejidades verbales. ¿Qué visión poética hay detrás de esto? El ansia de comunicación con los otros seres humanos. No hay que hacer las cosas complejas, hay que posibilitar que la sencillez llegue y atrape al ser humano. Hay que recordar que la poesía también es comunicación y si no hay comunicación no hay poesía. Por ejemplo, digamos que yo escribo un poema hermosísimo, pero nunca lo publico, lo quemo o lo pierdo, de tal manera que no pasó por otros ojos más que por los míos, entonces ese poema no existe. Pero si yo logro comunicárselo a alguien, desde un punto de vista de colectividad, ese poema ya existe.
El amor en sus poemas parece ingenuo y puro, como en los versos de Walt Whitman. ¿Podría hablarnos un poco de su concepto del amor?

Yo siempre he sido un empecinado romántico, y la parte espiritual del amor es la que más me fascina… el amor amor, porque ya el sexo es otra cosa. Puede que se den los dos al mismo tiempo, pero generalmente no es así. Yo soy partidario del amor de los antiguos caballeros, del amor cortés, que andaban con algo que perteneció a la enamorada, en las guerras, cuando peleaban, y normalmente era un pañuelo. Yo soy capaz de tener ese simbólico pañuelo conmigo porque siempre fui un romántico en todo sentido, porque mi lucha revolucionaria también es romántica. Morazán para mí fue un romántico; su gesta, su ideal, esa capacidad de inventar mundos nuevos, mundos llenos de hombres y mujeres libres, eso solo un romántico puede divisarlo en lontananza, y yo siempre fui así.

En el amor de ahora ha habido un retroceso, y lo que impera es el sexo a través de todas sus manifestaciones, en la cultura, con las dizque canciones actuales, con eso de irse de una vez a la cama, sin un tiempo previo de conocerse, de amarse mutuamente. Por eso yo me considero un ciudadano del siglo XX, un siglo que adoro, que amo, que viví intensamente, que es uno de los siglos más portentosos de toda la historia humana, es el siglo del cine, de Einstein, de Picasso, de la Revolución Rusa, es el siglo de la intensidad, de las luchas sociales, de los grandes movimientos de masas. Yo no siento que pertenezco a este siglo, el XXI, aquí no estoy en mi tierra.

“Y me complazco en llamarme a mí mismo/el cantor de la vida”. Algunos versos suyos tienen una marcada influencia de Whitman…

Hay que aclarar que la influencia no solo es marcada, es buscada. Whitman es mi hermano, es mi padre.

¿Más que Neruda? Es que Neruda tiene mucho de Whitman. Toda esa acumulación de cosas que nombra Neruda en sus poemas viene de Whitman.
¿Qué diferencia hay entre influencia y plagio? ¿Pueden llegar a confundirse en algún momento?

Plagio sencillamente es una palabra suave, edulcurada, endulzada, de otra palabra más abrupta: robo, y el robo es delincuencia. La influencia es otra cosa.
Recuerdo sus versos: “No somos ratas./Somos hombres, y estamos en el deber de cantar y edificar/haciendo honor al género humano”.

¿Qué papel juega la poesía en el desarrollo de los seres humanos y en la conformación de una sociedad? Es que la poesía es lo que te da humanidad. El hombre es un antropoide, pero a medida que se fue construyendo a sí mismo fue ganando humanidad, pasito a paso, y cuando va ganando su humanidad siente una fuerza dentro de sí que lo impulsa a pintar en las cavernas, a expresarse artísticamente, cosa que no puede hacer el poderoso león, ni el leopardo ni el lagarto, solo el hombre. Entonces, desde el principio el hombre inventa el canto y cuando se inventa el canto aparece la poesía. No hay humanidad sin poesía, por eso la expresión tan hermosa de Cardoza y Aragón, mi querido maestro, merecedor del Nobel -si se lo hubieran dado ya tendría dos premios Nobel Guatemala, y Centroamérica también, porque Guatemala es parte nuestra-: “La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre”.

“Entre tantas negaciones y palabras sin lumbre/¿qué sentido tiene la belleza?”, ¿para qué seguir escribiendo poesía? En mi caso para vivir, yo necesito de la poesía como necesito del aire para respirar. Si yo no me hubiera convertido en poeta, en un poeta más o menos aceptable, que yo me acepte a mí mismo, algo que me ha costado mucho, yo no estaría vivo. La poesía me ha dado audacia, me ha dado paciencia para vivir y me ha mantenido incorruptible en todos los caminos de mi vida.
“Ahora descubro jubilosamente/que puedo cantar a las más humildes flores/sin temor a parecer ridículo”. ¿Detrás de estos versos hay rebeldía, tratan de un tema proscrito de la poesía en ese momento? Yo creo que todos los temas pueden tratarse en cualquier momento. ¿Será que allí hay algo contra el machismo tal vez? Porque te miran llevar un ramo de rosas y hablan. Sin embargo, te voy a decir una cosa: en poesía no todo se puede explicar, ni se debe explicar. Neruda cuenta que lo fastidiaban los jóvenes o los menos jóvenes haciendo preguntas que para él no tenían pies ni cabeza. Por ejemplo: él tiene un poema muy hermoso dedicado a Federico García Lorca, en ese poema dice: “que pinten de azul los hospitales”.

Y un joven le preguntó: “Don Pablo, y por qué van a pintar de azul los hospitales”, ja, ja, ja… y Pablo dice: “Pero cómo le preguntás esas cosas a un poeta… Tal vez porque el azul es un color magnífico, es el color del cielo, es bello, porque Lorca era un gran poeta… yo no pensé qué quería decir al escribirlo sino que salió de mí corazón así”; y es que la poesía es misteriosa y cuando se hace no todo es planificable. La poesía es casi un milagro, y el que no es capaz de captar ese milagro está perdido. Es más, a veces la única manera de captar ese milagro es no entendiendo: “De consumida sal y garganta en peligro/están hechas las rosas del océano solo,/ el agua brota sin embargo,/ y pájaros temibles”: Neruda. ¿Qué dice allí? Yo qué voy a saber, pero a mí me emociona ese poema, tanto que a pesar de mi muy mala memoria logré rescatar ese pedacito.

Yo pensaba en rebeldía, pero veo que es algo místico, casi milagroso; me gusta más así. ¿Cuál es el mayor aporte de Pompeyo del Valle a la literatura hondureña? La honestidad en la poesía. A fines de este mes de marzo, quizá un poco después, voy a presentar un nuevo libro, mis memorias, allí vas a encontrar explicadas algunas cosas que se esbozan en esta charla. Las luchas, las conversaciones sobre poesía bebiendo cerveza, allí estará todo.

Ciudad con dragones. ¿A qué alude el símbolo del dragón? ¿Por qué Tegucigalpa es una ciudad con dragones? La gente ha querido encontrar en los dragones unos animales fantásticos que simbolizan al mal porque es el cartabón que tienen en su mente. Sin embargo, la historia es más sencilla. Yo desde muy niño fui un devoto, ferviente admirador de un libro maravilloso que me ayudó mucho en la vida, Las mil y una noches, y allí aparecen dragones y alfombras mágicas voladoras. Cuando yo estaba muy chico, en la puerta de la casa había una piedra en la que me sentaba a mirar el cielo, a pensar si algún día yo iba a poder tocarlo con mi mano. Incluso una vez le pregunté a mi mamá si podría tocarlo si subía al cerro El Berrinche; en ese tiempo yo esperaba ver pasar las alfombras mágicas y los dragones. Por eso les aclaro: los dragones no son ningún símbolo del mal, son mis primeros atisbos acerca de la poesía. No significan los grandes enemigos de las masas populares ni son los burgueses que ven los críticos, son los dragones de las mil y una noches, son la fantasía, nada más.
¿Por qué muchos han hecho esa lectura de los dragones como un símbolo del mal en su poesía?

Porque desde La ruta fulgurante para acá, la gente aprendió a ver en Pompeyo del Valle al gran combatiente por la libertad, contra los enemigos fundamentales. Entonces, claro, si hay un libro de Pompeyo donde aparecen dragones, esos dragones son unos grandes bandidos.
¿Qué hay detrás de la ironía de algunos poemas de Ciudad con dragones?

Lo que hay detrás de la ironía es otra vez el amor. Ya no aquel amor apasible, aquel amor quieto, este es un amor doloroso porque es un amor a alguien, a una ciudad, a un lugar, que al poeta le ha hecho daño, y entonces él, sin dejar de amarla, la combate, la combate en sus peores manifestaciones, canta el lado oscuro de ella, las partes lóbregas. Esa ironía es un desgarramiento amoroso. Ese libro ha pasado inadvertido, a pesar de que ganó un premio en un certamen de la alcaldía, pero tal vez reparen en él en tiempos futuros.
¿Otra razón para amar más a la ciudad?

Sí… desafortunadamente el libro ha pasado inadvertido. Ocurre algo interesante: cuando se abren este tipo de certámenes, los poetas del mundo se remiten a los cajones donde están los poemas que, por lo general, por razones económicas no han podido publicar, y los toman, les ponen la dirección y los mandan al certamen, pero este caso es único, el certamen decía que tenía que ser un poemario dedicado a Tegucigalpa, y nadie tiene un poemario escrito de antemano para una ciudad.
¿Querían fomentar la improvisación poética?

Bueno, este solo es un caso, nada más. Pero además se publicaron las bases a escasos meses del concurso, el plazo era corto, tal vez cinco meses. Y yo dije, ese premio me caería bien, así que voy a tratar de escribir un libro así, pero voy a tratar de que no se parezca en nada a los anteriores, porque puede ser que entre los jurados haya de las personas que me odian y si se dan cuenta que soy yo, estoy perdido. Por eso en ese libro manejé el recurso literario de otra manera y por eso no se parece a nada de lo que había hecho antes.

Las niñas juegan con su inocencia/ como una daga,/ exploran cada centímetro de su piel,/ cada centímetro de su cuerpo/ y toman debida nota/ de los progresos de su belleza”. ¿Qué papel juega el erotismo en su poesía?
Lo erótico me ha impulsado a escribir. Y es que lo erótico y el amor en mí han marchado juntos. No es que esté contradiciendo lo que dije antes. Ese poema es uno de los que más combatió esa gente que me quería desaparecer de la república de las letras. Eso me lo comentó mi gran amiga Clementina Suárez. Nos encontramos en La Hoya y ella me saludó y me dijo: “Vengo de defenderte, muchacho”. “¿Y por qué?” “Te están destrozando en el Jardín Italia -un cafetín muy famoso que hubo aquí-, esos poetas nuevos. Y yo les digo: cómo creen que no hay poesía en esos versos”.

Sin embargo, acaba de salir en una antología española una serie de poemas míos como esos de que estamos hablando; la selección la hizo Sergio Ramírez. Y entonces cómo es que esos versitos no valían nada, pero lo que me criticaban era que yo en esos versos había dejado ya de combatir por la sociedad y ya era un hombre que les estaba diciendo unos versitos a las niñas… ja, ja, ja. Mas no se daban cuenta que yo hace unos meses atrás había tenido el orgullo de estar en la casa de Nazim Hikmet, el gran poeta turco, conversando de estas cosas. Y una de las cosas que él me decía es que había que luchar contra el sectarismo. Allí él me pregunta qué es lo que hago, qué tipo de poesía. Y yo le digo que hago poesía para luchar por la libertad y todo eso.

Entonces Nazim se ríe y me dice: “Decime una cosa, ¿y poemas de amor escribís?”. Allí vacilé un poco, porque dije: y si este hombre me pone una trampita y quiere encontrar mis debilidades ideológicas con esa pregunta. Pero como yo no sé mentir, le dije sí, escribo poemas de amor. Y él me vio y alzando las manos dijo “¡Gracias a Dios!” Si hay cosa terrible es el sectarismo. No solo en política, sino en todo, hay que rechazarlo. Hay que tener el alma abierta, hay que amar y permitir que lo amen a uno también.

Tags: