Ciertamente, callar la realidad no nos llevará a ningún lado. Si nos matan por veintenas –sin importar edad ni condición- y somos ya una sucursal del purgatorio, hay que decirlo. Si los chiquillos y chiquillas no reciben escuela por alguna razón de esas razones que les sobran a los maestros para no ir a trabajar, o no tienen sillas ni cuadernos ni lápices porque alguien se comió la plata, también hay que denunciarlo.
Es necesario saber que los pacientes esperan hasta ocho días en el frío suelo del principal hospital del país hasta que son atendidos. Debe hacerse público que siete de ocho denuncias criminales no son investigadas y quedan impunes. ¿Acaso no es de gente decente quejarse porque no hemos logrado procesar y meter preso a ningún corrupto importante (sintiendo envidia de los países que se han atrevido a hacerlo)?
Sufrir por carreteras que no se construyeron como era debido, pero que igual se pagaron al doble de lo que realmente valen; o puentes apenas terminados que cedieron con la primera crecida de una quebrada o río. Ver a diario obras públicas inconclusas, sobrevaloradas, de mala calidad e inútiles, pero con su “placa de inauguración” reluciente y llena de nombres, que concurrieron a cortar cintas de cinismo.
Oficinas estatales que funcionan en edificios privados, gastando un presupuesto que ya hubiera bastado y sobrado para construir treinta sedes de ministerios. Todos los recursos que podrían haberse obtenido de las cuentas impagables y por cobrar de servicios públicos (agua, energía eléctrica y telefonía), de los tributos evadidos y defraudados, de los fondos malversados y desviados, que permitirían gozar de salud financiera al Estado hondureño para cumplir con las necesidades de su gente. Corrupción por doquier, principal problema nacional, raíz y causa de todos los males que nos aquejan. Narcotráfico que compra, vende, modifica, intimida, silencia y mata personas, servidores y conciencias.
No se puede callar ante la hipocresía de unos y otros. Para ellos y ellas, lo que ayer fue bueno, hoy es malo; lo que antes era deleznable, ahora es aceptable. Hay destituciones “buenas para la democracia”, hay separaciones “por ineficiencia”, permanencias por conveniencia, ratificaciones por experiencia. Ayer se fue díscolo, hoy se es celoso. A veces se arguye independencia, otras tantas lealtad y no pocas ocasiones se finge demencia.
Si algo es irregular, hay que denunciarlo. Si es falso, hay que aclararlo. Si lastima la dignidad de las personas, hay que desafiarlo.
Todos y todas estamos hartos de los dobles discursos y las mentiras, de las malas noticias, del miedo y los rumores. Se pueden llenar cuartillas tras cuartillas de quejas, decepciones y amarguras. Mierda a montones.
Nadie nos vendrá a arreglar la casa. Ninguna actuación mesiánica partirá las aguas y hará caer maná del cielo. Ningún líder sacará solo o sola la carreta del lodo.
Solo nosotros podemos salvarnos, hombro a hombro y mano a mano. Sabemos que ya días tocamos fondo. Llegó el momento de poner manos a la obra. Es cuestión de vida o muerte.