Opinión

Y ocurrió

Fue el mejor fin anual de todos los siglos: cien, doscientos o más millones de personas deseando que el 13 baktun convocara no a destrozos y lamentos sino a una fresca conciencia moral entre los hombres; y al decir “hombres” cito al ser humano en conjunto, no al abuso de género. De Yucatán hasta Montreal, de Guatemala a Singapur y de Cantarranas a París lo significativo y valioso del cierre del calendario maya de la cuenta larga fue la confluencia de augurios en vez de la angustia ante posibles catástrofes terráqueas; es decir que en el imaginario colectivo privó la onda constructiva derrotando, por primera vez en este milenio, a las angustias y ansiedades subconscientes del horror a la extinción. Ya de por sí eso implica (sugiere y alienta) un prometedor cambio de actitud vital.

El espectáculo en Copán Ruinas fue hermoso a pesar de que se desaprovechó todo un año para eventos, promoción e ingreso monetario para la comunidad y el país. Sinfónica y coro mantuvieron su digno nivel de calidad aunque faltando cuerdas y apropiada acústica, entendible en conciertos al aire libre. El grupo Zotz se va a resentir porque su obra me pareció un frito entre Popol Vuh y Harry Potter, pero es que entre profesionales se dicen las cosas directo o nos siguen pajeando folclorismos falsos. El mensaje fue oscuro, excepto en la bien lograda danza del juego de pelota; hubo excesivo efectismo (con bailarinas gorditas), lo que significa que abusaron del intento por impresionar y ganar aplausos, no por profundizar en el sentido gnóstico e intelectual de los mayas: otra vez la maldita aproximación turística (y no cultural) que rejode al arte en el mundo y que tiene a Disney cual exponente supremo. ¿Me explico?... Si por una vez en 5,000 años vas a tratar un tema de trascendencia, lo que se exige es respeto. No puedo pintarrajear a los actores como para la selva camboyana de Apocalypse Now -a cuyo efecto contribuyó la estentórea composición de Jorge Mejía-... ¿Qué eso pidieron las autoridades, show? Incomoden entonces estas palabras pues o somos artistas o mercenarios del arte.

La gente que llegó a Copán lo hizo atraída por la magia del sitio, no por campaña alguna gubernamental, que no existió, cruel desperdicio. Si no había presupuesto (que abundó, según los resentidos hoteleros de Ruinas) hubieran declarado al espacio arqueológico una zona mántrica de meditación trascendental y hubieran asistido millares de yogas del mundo, instructores, maestros y chamanes, claro, sin las irrespetuosas bocinas de las compañías de celulares tirando al aire por tres días estruendos de reggaetón.

Y digo resentidos, arriba, porque la contratación para recepción y degustación de comida catracha se hizo con un caro club étnico sampedrano y no con empresas locales que en el curso de dos meses hubieran superado lo que se ofreció tanto en producto como en servicio, generando empleo y ahorro.

Son comentarios con afán positivo, para contrarrestar el error. Excepto que el error, por constante, muestra que su existencia no viene por falta de conocimiento sino por otras ignoradas razones que dan pábulo a desconfianza y confusión. ¿Por qué no se hacen bien las cosas y se procura el bien común? ¿Por qué así no es rentable para alguien y “álguienes”?...

El fallo linfático de la gobernanza hondureña reside en la estructura mental de quienes gobiernan y que es esencialmente foquista (coyuntural), temporal (barata y efectista), burocrática (gasto sin equilibrada retribución), ahistórica (ni planificación ni permanencia) y usualmente corrupta.

Es imprescindible, por ende, transformar la concepción estatal de aquellos a quienes elegimos obligándolos a retomar la práctica de la ética social, de beneficio colectivo, en vez de la ética individual y egoísta del torpe capitalismo en que vivimos. Lo corregimos o prosigue llevándonos el diablo, si el pobre sulfuroso acaso aguanta más.

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