Opinión

Un modelo económico perfecto

Desde el mismo inicio de los tiempos, desde siempre, el ser humano y las sociedades hemos buscado formas de realización personal, de crecimiento y de prosperidad.

Y la búsqueda ha sido de tal magnitud e incidencia, de tal intensidad y fuerza, que sus consecuencias han provocado evolución y desarrollo; riqueza y pobreza; guerras; la creación y desaparición de estados y naciones; la marginación; revoluciones de alta y baja intensidad; la evolución tecnológica y el cuestionamiento a los paradigmas de la propia existencia.

Durante siglos, esa búsqueda significó también investigación, la dedicación de filósofos, economistas, teólogos y pensadores. Todos avocados a encontrar las formas y los medios para alcanzar el bienestar de las sociedades.

Más recientemente los organismos internacionales, los centros de pensamiento y los centros de investigación de prestigiosas universidades, perfilaron y promovieron formas de actuación gubernamental con incidencias profundas en la producción, la economía y el comercio que, en muchos casos, no lograron alcanzar la plenitud de sus expectativas, provocando inequidad y desigualdades, profundizando las diferencias y generando niveles de pobreza que afectaron naciones y sociedades a nivel global.

Y así, durante toda la historia de la humanidad, pasamos por modelos que, poco a poco y casi siempre, al estar ausentes de un sentido de racionalidad social y justicia, desembocaron en cambios muchas veces violentos, que recogieron el grito de angustia, indignación y frustración de los pueblos y provocaron enfrentamiento, dolor y muerte.

La revolución francesa, la revolución bolchevique, los genocidios en África, los movimientos sociales violentos en Oriente Medio y los conflictos armados en América Latina, separados por siglos de historia, muestran la recurrencia de una lucha de las sociedades del mundo en su búsqueda permanente de cambio, mejores condiciones de vida y bienestar.

Entender las estructuras y las formas de las sociedades, las necesidades básicas de todos los seres humanos y el deseo natural de bienestar, nos ha tomado mucho tiempo pero, desde la más optimista de las visiones, debemos reconocer que de manera progresiva y a un costo extremadamente alto, hemos ido alcanzando la posibilidad de concretar modelos económicos que han sabido capturar esos anhelos y provocar sociedades más justas, menos convulsionadas, que son hoy visualizaciones ideales de un modelo que aspira a perfeccionarse.

Pese a los problemas que se viven hoy en Europa, es innegable que los modelos económicos con componentes importantes de protección social, ofrecieron a sus ciudadanos niveles de vida extraordinarios.

Los países desarrollados en Asia evolucionan constantemente y los países más poblados del planeta, caracterizados por enormes desigualdades y extrema pobreza, avanzan aceleradamente en el proceso de librar del hambre y la miseria a sus propias sociedades.

La pobreza se redujo dramáticamente a nivel global durante los últimos 20 años.

Miles de millones de personas en el mundo entero pudieron alcanzar un nivel de vida más digno.

Creemos que la evolución del pensamiento hacia el humanismo como búsqueda permanente, finalmente logró incidir en el comportamiento de los gobiernos y en la vida de millones de seres humanos.

Pese a ello, Centroamérica aún no lo ha alcanzado. Más allá de eso, el comportamiento de nuestras sociedades muestra la existencia de mayor pobreza cuantitativa, de mayores desigualdades, de más inequidad.

En el caso de Honduras, más del 65% de la población continúa sumida en pobreza, más del 65% de nuestros hermanos hondureños viven con menos de veinticinco lempiras diarios como ingreso familiar.

Pero podemos cambiar. Quienes lo hicieron lograron que los principios y los valores tomaran su espacio. Lograron que el hecho de ver al ser humano como fin supremo de toda sociedad modificara el modelo.

Un modelo que nos obliga al encuentro de una forma de economía con mayor contenido social, con instrumentos que propicien la inclusión, con crecimiento económico que signifique bien común. Podemos lograrlo. Debemos buscarlo.

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