La campaña nacional contra el dengue, lanzada el pasado jueves por la Secretaría de Salud, debe ser apoyada no solo por todas las secretarías de Estado y la sociedad civil organizada, sino por toda la ciudadanía, pues es la única forma de garantizar el éxito y evitar que se repita la mortal epidemia de 2010 cuando 83 personas murieron víctimas del prevenible mal.
Si bien el gobierno tiene la responsabilidad de adoptar las medidas necesarias para eliminar la posibilidad de regresar a la nefasta experiencia -que además de crear un problema de salud, también impacta en la economía nacional por los miles de trabajadores que deben ausentarse de sus labores cuando sufren ya sea la mortal variedad hemorrágica o el dengue clásico-, lo cierto es que la lucha contra el mal no es efectiva si la población no aporta la cuota que le corresponde.
De hecho, el grueso de la reproducción del mosquito transmisor del dengue se da en los hogares, en pilas, otros recipientes para guardar agua y en tapaderas, plásticos y cualquier otro objeto donde pueda retenerse el vital líquido.
De esta forma, la fumigación para matar a los transmisores adultos y el abate para impedir que se reproduzcan en pilas y tanques son solo parte de la lucha contra el dengue, la que debe ser complementada con un extremo cuidado por parte de los pobladores a fin de eliminar toda agua estancada, aunque sea en mínima cantidad, que puede convertirse en un criadero.
Obviamente, la estrategia contra el dengue también debe incluir la activación en todos los centros de salud, clínicas, hospitales públicos y privados de las medidas necesarias para hacer el diagnóstico correcto del mal para aplicar el tratamiento correspondiente en el momento más oportuno.
En ese sentido, todos y cada uno de los hondureños debemos involucrarnos de forma rápida y activa en la lucha contra los criaderos de zancudos, ya que es la única forma de garantizar que el dengue nunca más se convertirá en una mortal epidemia.
Luchemos unidos contra el dengue.