Nueve días. Nueve días y contando. El reloj avanza sin retraso y sin prisas. Tic tac, tic tac. En poco más de una semana, hombres y mujeres, saldrán de sus casas para cumplir con ese ritual que se repite religiosamente, cada cuatro años. Atrás quedarán quejas, discursos, insultos, estrategias, foros, propaganda, movilizaciones, encuestas, pronunciamientos, canciones, banderazos, eslóganes.
Esa mañana, cuando empiece a rayar el alba, 300 mil afanados representantes partidarios estarán preparándose para instalar las 16 mil mesas electorales en las que 5 millones 300 mil ciudadanos y ciudadanas escogerán de una extensa lista de 27 mil aspirantes al Poder Ejecutivo y Legislativo, corporaciones municipales y al Parlamento centroamericano, una muy selecta nómina de 2,500 representantes populares que iniciarán sus funciones a finales de enero de 2014.
Según pronósticos climáticos ampliados hasta el 24 de noviembre, tendremos esa fecha día y noche nublados, con probabilidad de algún chubasco tardío, que no impedirán que en muchas mesas a las cuatro y en otras a las cinco de la tarde, concluya la primera parte de la jornada. El siguiente capítulo del escrutinio iniciará a partir de entonces y terminará en algún momento de la noche, cuando se firmen las actas de cierre y se divulguen los resultados.
Cuando amanezca el 25 de noviembre, independientemente del resultado final, los segundos, minutos y horas continuarán su paso inexorable, sin retraso y sin prisas, como lo han venido haciendo desde que los humanos empezaron esta obsesión por medir el tiempo. La vida seguirá, con sus azares y alegrías. Algunos se levantarán henchidos de gozo, otros un poco tristes y la mayoría esperanzada de que su decisión no le cobre factura a su conciencia en el futuro. Muchos de nosotros esperamos celebrar entonces porque todo ha salido bien, sin hechos que lamentar, confiando en que la voluntad general se haya expresado de manera contundente y los resultados sean respetados por todas las fuerzas participantes en la contienda. El país continuará, como todos los días, con sus retos y desafíos.
El proceso electoral que está pronto a concluir está dejando muchas lecciones aprendidas. Todas ellas están siendo meticulosamente registradas por observadores y estudiosos, para que sirvan en el necesario e impostergable ejercicio de diálogo y formulación de propuestas previo a la emisión de una nueva normativa para elecciones y organizaciones políticas. Los reclamos que se escucharon reiteradamente durante el último cuatrienio, a veces con sólidos argumentos y otras no tanto, deberán reducir su emotividad y racionalizarse para construir reglas generales y democráticas, más claras, justas y equitativas.
El borrador de la nueva ley que elaboró el Tribunal Supremo Electoral, con participación multisectorial, deberá enriquecerse con las ideas que ha aportado la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, pero también con los insumos que la realidad y la práctica agreguen al debate.
Tic tac, tic tac. Restan solo nueve días. Tempus fugit. En cuatro años veremos si el tiempo, ese que huye, fue bien aprovechado.