Opinión

Sin entender lo que casi es un recuerdo

Pese a que la crisis económica mundial acontecida durante los años 2008 y 2009 inició desde hace muchos meses su etapa de transición hacia el recuerdo, es innegable que para Honduras sus incidencias e impactos siguen demandando análisis, interpretación y posicionamiento.

Todavía hoy, tres años después, nuestras decisiones en el ámbito de las relaciones internacionales y la economía siguen desconociendo que la crisis internacional marcó el inicio de una dinámica mundial con actores, reglas y nuevas relaciones.

Todos sabemos que la crisis financiera mundial hizo evidente que el dinamismo de las economías emergentes (China, India, Pakistán, Singapur, Sudáfrica y Brasil, por ejemplo) no es circunstancial y que, en este momento, son actores capaces de incidir por ellos mismos en el comportamiento de la economía mundial; posibilidad antes retenida en las grandes potencias mundiales y en los países productores y exportadores de petróleo.

Por otro lado, la crisis económica marcó la presencia de las grandes corporaciones globales como actores que inciden en el comportamiento mundial.

Se trata de una especie de concretización de un espejismo presente en la percepción de nuestras sociedades. Una especie de “corrida de cortina” para confirmar que, en efecto, existen enormes corporaciones con economías que superan en mucho el tamaño de la gran mayoría de los países del planeta, que cuentan con una voz, susurrante y poderosa, que incide cada día en las decisiones y el giro de las economías del mundo.

Esas grandes corporaciones tienen presencia, inversiones e intereses en el mundo entero. Administran y deciden el comportamiento de alrededor del 70% de las inversiones y el comercio mundial. Han crecido en forma acelerada -casi sin límites-.

Son actores (“players” como se les designa en el mundo de los negocios) con una incidencia enorme. Son resultado de la globalización. Son evidencia de un modelo económico que planteó justamente, la necesidad de romper todas las fronteras.

Estas nuevas connotaciones deben ser entendidas y planteadas como retos de la política exterior y la política económica de nuestras naciones.

El momento histórico que vive el mundo entero marca como crítico el hecho de buscar el fortalecimiento de nuestros vínculos con las economías emergentes, economías en transición industrial, en procesos intensos de cambio cultural, viviendo momentos de transición en sus patrones de consumo, marcadas por un dinamismo que abre oportunidades, que genera cambios.

Lo anterior, sin desconocer el enorme valor de los vínculos políticos y comerciales que nos unen y han unido por décadas con nuestros socios tradicionales y que deben ser consolidados, mantenidos y cuidados.

Hoy es momento de planificar un proceso ordenado y sistemático de ampliar horizontes, de expandir nuestras relaciones y diversificar nuestros mercados.

Es momento de ser agresivos. Estamos obligados a caracterizar y abrir nuevos mercados, a encontrar nuevas formas de vinculación con los grandes actores del comercio mundial, de localizar nuevos compradores, hacer crecer nuestro aparato productivo y abrir nuevas oportunidades mediante una acción permanente de contacto, de relación, de gestión continua.

La meta debe ser crecer y, con ello, crear más y mejores oportunidades para Honduras.

No podemos esperar. Muchas veces he mencionado un hecho que forma parte del conjunto de nuestras duras realidades: Cada año 200,000 jóvenes hondureños se convierten en población económicamente activa.

Sin embargo, también cada año, el gobierno y el aparato productivo, generan menos de 50,000 puestos de trabajo permanentes. 150,000 jóvenes, cada año, llegan a su edad productiva sin tener oportunidades. Esto no puede continuar.

Las condiciones y características particulares del país no lo van a soportar.

Es tiempo de ser agresivos. Se necesitan manos del sector público y del sector privado. Manos unidas. Manos que coincidan en propósitos.

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