Nuestro prestigioso compatriota, profesor y doctor Salvador Moncada, científico de primer orden a nivel mundial, se encuentra nuevamente entre nosotros, esta vez para coordinar diversos eventos que tienen por denominador común la difusión de diversas actividades que realizan hondureñas y hondureños residentes aquí y en el exterior que les han permitido ensanchar las fronteras del conocimiento y/o establecer exitosas empresas propias, así como apoyar a jóvenes que muestran vocación y talento por la investigación.
Él cuenta con el respaldo de la fundación que lleva su nombre, la Cooperación Alemana, Honduras Global, Red de Conocimiento para el Desarrollo, la Asociación Nacional de Industriales y la Secretaría de Planificación.
La Semana Académica inicia este domingo 11, concluyendo el día 15, en Valle de Ángeles, y hará posible convocar a la juventud estudiosa que aspira a oportunidades y apoyos que les permitan desarrollar sus talentos y potencialidades en los campos de la ciencia.
Y quién mejor que Salvador Moncada, modelo e inspiración, para que explique y detalle las posibilidades de superación existentes para aquellas y aquellos que aspiran eventualmente a contribuir a expandir las fronteras del conocimiento científico en beneficio de la humanidad.
El trabajo científico es arduo, silencioso y requiere de personas con el suficiente rigor y disciplina para no desalentarse ante los reveses temporales, además de contar con la habilidad para el trabajo en equipo y con la infraestructura necesaria para impulsar proyectos de largo alcance de naturaleza teórico-práctica.
Al igual que otras naciones del Tercer Mundo, también Honduras padece de la fuga de cerebros, esto es, de profesionales que ante la incomprensión y ausencia de estímulos deben abandonar su país para poder realizarse en ambientes propicios para el estudio e investigación, dotados de laboratorios, gabinetes, bibliotecas, que respaldan de diversas maneras el quehacer científico.
Moncada es un ejemplo de lo arriba afirmado: la indiferencia e incluso hostilidad que encontró en la Facultad de Ciencias Médicas de aquel entonces lo obligaron a trasladarse a Europa, donde sí encontró comprensión, acogida y alientos que, en el mediano plazo, se vieron recompensados por él con sus hallazgos farmacológicos que le merecieron honores, prestigios y recompensas.
Afortunadamente no ha olvidado a su patria, y periódicamente retorna para compartir sus experiencias e inquietudes con las nuevas generaciones, que merecidamente lo valoran y admiran.