Opinión

Hay tanto talento en Honduras. En cada área de la vida nacional existen compatriotas competentes pero anónimos.

Con escasa incidencia en el marketing internacional, ingenioso y audaz, que puede vender aire no tan fresco, pero no los productos y el intelecto hondureño, que son tan incomparables como desconocidos.

Por circunstancias ajenas a calidad, precio o innovación, y por no contar con la red de contactos, indispensable en el entramado que posibilita el éxito.

Tenemos artesanos capaces de fabricar artículos de excelencia, incluidos de lujo, objeto de deseo de una élite nunca en crisis, en cualquier parte del mundo.

Médicos sabios, curalotodo, desde enfermedades tropicales, en las que eminencias extranjeras fracasan, hasta precisas cirugías rejuvenecedoras y reconstructivas: verdaderos milagros.

Contamos con ingenieros capaces de suspender sobre riscos, infalibles fortalezas, retadoras al paso del tiempo; geniales pintores, poetas, músicos, a nivel y arriba de cualquier reconocida figura mundial.

Diseñadoras de interiores, exquisitas, revolucionando comodidad y belleza para entornos mágicos. Honduras es un volcán de creatividad, en ebullición constante.

Pero nos ha fallado el liderazgo. Y la visión de los dirigentes, que no líderes. No vengan, entonces, a perturbarnos otra vez con la recurrente intención de la reelección presidencial.

Soto, Rosa, Mejía, Gálvez y Villeda, hace rato partieron, dejando el listón muy alto. La mayoría tuvo aciertos casi de chiripa y el actual que ha comenzado bien, aún no sabemos si terminará igual. La conducción nacional debiera ser servicio, capacidad y dinamismo. Solo los mejores debieran gobernarnos.

El ejercicio del poder no es para cualquiera, menos para aquellos cuya desidia ha resultado en atraso y dolor al pueblo hondureño. Como en todo, en política también existe talento oculto. Hay que extraerlo. Pero más de lo pasado, mejor no.

Por lo que hicieron bien, gracias, por lo mucho que no, dejen de fastidiarnos.