En 2011, Piergiorgio Odifreddi, matemático y escritor italiano, ateo confeso y profesor de lógica matemática, escribió el libro “Querido Papa, te escribo”, en el que analiza la teología del entonces papa Ratzinger y formula graves críticas a la Iglesia Católica.
El hoy Papa Emérito respondió en una carta personal del 3 de septiembre, enviada a la casa de Odifreddi, que ha sido publicada por el diario La Repubblica, de Roma.
Ratzinger es un polemista peligroso, porque cree sus verdades y las defiende con la sencillez y la suavidad de un bondadoso maestro de escuela. Pero sabe cuándo y cómo devolver un golpe, sin perder su tono dócil.
Odifreddi afirma que la matemática es, en el más estricto sentido, la única ciencia.
Es una afirmación atrevida, viniendo de un científico. Quizás trata de separar ciencia de teología.
Ratzinger, defensivo, aclara que en cada materia específica, la cientificidad adopta su forma dependiendo del objeto de estudio.
Agrega una percepción y apertura personal: la teología debe “ligar a la religión con la razón, y a la razón con la religión”. Esto, dice, es esencial para la humanidad.
La ciencia a veces propone fantasías, dice Ratzinger, como la teoría de Heisenberg sobre el origen y el fin del mundo.
Error del Papa Emérito. Heisenberg no trató ese tema. Físico y matemático, es más bien conocido por su “principio de incertidumbre”.
Pero establece su punto: la ciencia, como la religión, también tiene aspectos fantásticos. No es válido verlos solo en uno de los lados.
Respecto a la crítica por el abuso de menores por sacerdotes, Ratzinger contesta que la penetración del mal hasta el fondo de la fe provoca honda consternación, pero también determinación de hacer lo posible para que tales hechos no se repitan.
Recuerda que estudios sociológicos demuestran que el porcentaje de sacerdotes católicos culpables de estos crímenes no es mayor que en otras profesiones comparables.
No se debiera presentar estos abusos como una podredumbre específica del catolicismo, agrega.
Se endurece cuando aborda el tema que más le irrita. “Lo que usted dice de la figura de Jesús no es digno de su rango científico”, escribe.
“Usted pone la cuestión de Jesús como si no se supiese nada de Él como figura histórica. Le invito de forma decidida a que sea más competente desde el punto de vista histórico. Le recomiendo leer los cuatro volúmenes de la obra sobre Jesús de Martin Hengel, teólogo protestante de la Universidad de Tübingen”.
Sorprende, en verdad, que un científico de hoy dude de la historicidad de Jesús.
Ya a principios del siglo pasado, el ruso (comunista) Karl Kautsky escribió “Orígenes y fundamentos del cristianismo”, sobre la personalidad política de Jesús y su entorno social.
Al finalizar su carta, Ratzinger admite la dureza de algunos párrafos.
“El diálogo es parte de la franqueza”, afirma.
Odifreddi comenta en su blog que la carta de Ratzinger, que se disculpa por la tardanza en responder, le llenó de emoción. Deja la impresión de que le gustaría continuar el diálogo.
La lectura de esta controversia me ha recordado la polémica, aquí comentada, que hace unos años sostuvieron en el diario La Repubblica, de Roma, el cardenal Carlo María Martini, entonces obispo de Milán, con el pensador y escritor Umberto Eco.
Tras repasar con franqueza y libertad temas cruciales para la humanidad, y el rol que en ellos corresponde a las religiones y a los intelectuales, acordaron que es necesario reconocer la existencia y los derechos del “otro”, del ser humano viviente, genérico y personal a la vez, para que todos vivamos en paz y cooperación.
Ratzinger ha ido más lejos. Ha propuesto un diálogo de todos los liderazgos planetarios para debatir el futuro de la humanidad.
Más que los contenidos de su carta, cuenta su gesto de contestar las objeciones de un ateo militante, algunas de las cuales le son odiosas.
Ratzinger demuestra así que ha recuperado su libertad, que solo es libre como teólogo.