Opinión

¿Quo Vadis Honduras?

Soy un hondureño, de aquella generación sesentera que bañó en la poza La Tercera del río Grande, de los que jugamos potras nocturnas en la cancha de El Obelisco, de los del maule, trompo y tejo, volé barriletes en el cerro Bella Vista, vestí el saco gris de mi querido Instituto Central, mi camada estudiaba en las afueras del Banco de Fomento o en La Gatera en la madrugada, y de día íbamos a estudiar al cerro Las Crucitas o al Monumento Juana Laínez, sin amenaza de volvernos noticia roja. Soy de los que llevábamos de noche la novia al parque

El Obelisco o a La Concordia, de los a pie, que encaminábamos la cipota a su casa en Reparto Arriba, y jamás sufrimos siquiera un irrespeto en la calle, no importa si el regreso era muy noche, aún así, llegábamos sin novedad a casa. Mi hermana Margarita, estudiaba de noche en el Gustavo Adolfo Alvarado y llegaba a casa a las diez y media en Bella Vista, sin peligro.

Estudiábamos de madrugada para los quince días antes de los exámenes finales, a dos cuadras del mercado San Isidro, en mi segundo hogar, la panadería de mi inolvidable doña Coca y sus semitas de orilla, que junto al termo de café nos preparaba para ayudarnos a soportar el desvelo, éramos doce centralistas los que estudiábamos bajo los postes de la tercera calle de la Comayagüela descalza pero acogedora.

Nunca olvido una madrugada cuando en la colonia El Country, la fiesta acabó a medianoche y no queriendo amanecer en un sillón en una sala, mis hermanas, novia y amigos nos venimos a pie pasando por en medio de Belén a las dos de la madrugada y caminamos hasta el final de la avenida Los Próceres, rumbo a la colonia San Miguel. Igual llegamos reventados de cansancio, pero sin novedad.

Hoy, no reconozco la Honduras donde nací y crecí, ¿que te hicieron?, eres otra Honduras doliente y llorosa, de gente hosca y esquiva, de ceño fruncido, triste o tensa, que discute nerviosa en voz alta, gente desconfiada que vive encarcelada detrás de rejas, muros y alambre de púas de sus casas.

Ya el centro de Tegucigalpa es fantasmal a las ocho de la noche, los colegios nocturnos están cerrando por falta de alumnos, la gente camina de prisa mirando para todos lados, el miedo es lo único que compartimos en común, y los diarios destilan sangre con tantos muertos por drogas y asaltos. Viajar en bus es deporte de riesgo extremo, te sobresaltas cuando sube un joven de mochila en mano o con la cabeza cubierta. La gente sale a trabajar y no lleva certeza de regresar.

Y hasta la humilde pulpería del barrio paga impuesto de guerra. Con mucho gusto cambiaría los adelantos del Internet, el cable, el plasma, los celulares, a cambio que los hijos de esta generación pudieran saber lo que es salir a caminar en pareja, de la mano, subiendo por las empedradas calles de La Ronda y ver las luces nocturnas de Tegucigalpa mientras se besan en el balcón del parque La Leona.

¿Quo Vadis Honduras? ¿Qué te hicieron? ¿En qué momento perdimos el camino? ¿Cuál es la responsabilidad de los partidos gobernantes? Las promesas de campaña se convirtieron en mentira sostenida cada cuatro años, nos ofrecieron filete en campaña y nos entregaron pellejos en el poder. Ayer engañaron y se burlaron de los niños y los jóvenes y hoy los matan por ser mareros.

El cisma del 28 de junio de 2009 tiene su génesis en un resentimiento político sostenido, que un mesías populista supo abanderar a su favor y, con ello, dividir a la familia, padres contra hijos, marido contra esposa, hoy en la mesa, la familia discute, acusándose de golpistas y resistencias.

A pocos días de las elecciones, el bipartidismo está en su examen final, y en el fortuito caso de ganar y no cumplan, condenarán al país a la dictadura democrática, que celebrará con banderas rojinegras el sepelio de los partidos tradicionales y festejará su entronización en el poder por los siglos de los siglos.

Entiendo a muchas buenas personas, quienes se han corrido de los partidos tradicionales a la resistencia, yo lo haría si esa fuera la solución. He sido excluido de mi propio partido por cuidar en el IHNFA la comida de los niños venidos de la calle, que la usan para engordar unos cuantos adultos corruptos, ello con la bendición de palacio. Fui excluido por el pecado político de pensar, y por no ser un “yes man” al líder o eunuco mental de los que hay en palacio, y por el defecto de ser honesto, pues para ellos: “No le entiendo al trámite”, por eso hoy vivo y sirvo bajo otro cielo en mi autoexilio.

Hondureño: Que no sea el odio el que te inspire a participar, que sea el amor por reconstruir a Honduras, el odio destruye, no construye, y de odio ya tuvimos bastante. ¡Vamos todos a votar! ¡Hay opciones! Vota por el candidato de tu preferencia con alegría y respeta a los demás, no pelees ni arriesgues tu vida por un candidato, quien ya en el poder, quizá ni te recordará.

En la segunda década del siglo XXI, la pregunta susurra en el aire como un fantasma deslizándose entre las ruinas de las viejas casas de la primera avenida: ¿Quo Vadis Honduras? ¿Quo Vadis?