Opinión

Se reconoce ampliamente que el calentamiento global, con sus catastróficas consecuencias, se debe a la acumulación de CO2 en la atmósfera y que es causado por el uso de los derivados del petróleo en las fábricas y en los vehículos. La mayor parte de los países se han comprometido a reducir la emisión de gases de invernadero de acuerdo con el protocolo de Kioto de 1997.

Se promociona el uso de fuentes alternas de energía como la atómica, la hidroeléctrica, la eólica, la geotérmica y sobre todo la solar. También se hace más popular el uso de vehículos eléctricos o los híbridos, que pueden moverse con gasolina o con electricidad. Hay todo un movimiento para sustituir el uso de la gasolina por biocombustibles derivados de la caña de azúcar y el maíz y de sustituir el diésel por el biodiésel.

Óscar Posadas, en su artículo “El etanol, una alternativa para Honduras” (publicado en EL HERALDO del 28-2-13), plantea la posibilidad real de producir biocombustible para los vehículos utilizando la caña de azúcar como materia prima.

Sin embargo, se ha generado una controversia sobre los biocombustibles en cuanto a que disminuyen la seguridad de alimentar a los pueblos pobres, ya que encarecen productos como la harina de maíz, el azúcar y el aceite. Se argumenta que no se puede quitar la comida de la boca de los niños para mover los carros.

Por otro lado, nuevos desarrollos tecnológicos hacen posible fabricar biocombustibles a partir de desechos agrícolas como el bagazo de caña, las hojas, tallo y mazorca del maíz. Hay bacterias y levaduras que fermentan la celulosa produciendo etanol o butanol. El butanol es aún mejor que el etanol como combustible porque tiene menos afinidad por el agua que el etanol y además tiene un octanaje similar a la gasolina.

También se está produciendo biodiésel a partir del aceite de un arbusto que produce aceite no apto para el consumo humano, que puede crecer en terrenos semiáridos y resiste la sequía por largos períodos. Esta planta se llama jatropha curcas, en el lenguaje científico, y piñón, en el lenguaje común. En Honduras los campesinos la usan para cercos vivos en sus potreros, porque es resistente y los animales no se la comen.

La conversión de aceite a biodiésel es un proceso que se llama transesterificación y consiste en romper los lípidos en sus dos componentes: ácidos grasos y glicerina. En el proceso los ácidos grasos se convierten en esteres del metanol o sea en biodiésel.

Honduras importa anualmente alrededor de 5.2 millones de barriles de diésel a un costo de $680 millones. Si se pudiera sustituir a lo menos el 20% de ese diésel importado por biodiésel producido localmente, se ahorraría $236 millones. Además se ayudaría a disminuir la contaminación del aire.

Hay zonas del sur de Honduras, donde están los municipios más pobres, que podrían elevar su nivel de vida con la plantación del piñón en sus tierras áridas. El piñón detiene la erosión y la desertificación, sus hojas cuando caen al suelo se convierten en abono.

El piñón, originario de Centroamérica, puede pasar de ser una planta olvidada a una fuente de riqueza y convertirse en un verdadero oro verde mediante la fabricación de biodiésel.

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