Hace algunas semanas estuvo mi madre hospitalizada en uno de los centros asistenciales de nuestro país y me llenó de mucha tristeza ver cómo hijos, familiares y no digamos el personal médico y enfermeras ven con tanta indiferencia a personas de la tercera edad, que por diversas enfermedades son ingresados.
La mayoría son ancianas y ancianos que claman un poco de atención, un poco de cariño de sus parientes, que muchas veces solo van a internarlos y se olvidan de ir a visitarlos y estar pendientes de sus necesidades, de su mejoría.
El otro caso es el personal, que tal pareciera que no fuese parte de sus funciones y por lo que devenga un salario, que la mejoría de un paciente es que se sienta bien, que logre alimentarse dentro de sus indicaciones médicas, que no sufra de frío y de la ausencia de sus parientes.
Deberían estos centros tener en cuenta y hacerle ver a sus familiares que estén pendientes de ellos, que no los olviden, porque aparte de la enfermedad que les aqueja y les imposibilita, esa indiferencia y falta de amor viene a sumar más su sufrimiento.
Mantengamos por siempre el amor y atención a nuestros seres queridos, máxime cuando ellos llegan a la edad que no pueden valerse por sí solos.
Esta temporada de Navidad debe servirnos para recordar que hay un sector de la población que no recibe nada, ni regalos ni atención y mucho menos cariño y que previamente durante su vida productiva regaló mucho, tanto a hijos como nietos y otros, pero que con la llegada de la vejez se le ve de menos.