Opinión

Los políticos y la realidad nacional

No hay duda de que Honduras sería un mejor país si hubiera sido cierto siquiera un tercio de lo que nuestros políticos, desde el poder, nos han dicho y nos dicen -ya sea desde los ministerios, empresas estatales, alcaldías, Casa Presidencial o el Congreso Nacional- cuando califican sus decisiones, acciones, obras y leyes de 'logros históricos', 'como nunca antes', 'por primera vez', etc.

El presente contradice esos rimbombantes conceptos expresados por los gobernantes del pasado, que con sus decisiones y acciones más bien crearon o profundizaron las dificultades que hoy sufrimos; que nos endeudaron para construir obras que no soportaron la prueba del tiempo o que físicamente se derrumbaron como ha ocurrido con algunos puentes; que con las leyes que aprobaron, la mayoría sin cumplirse, más bien contribuyeron a incrementar el desorden y hasta el debilitamiento de la institucionalidad.

Si a veces no se han obtenido buenos resultados ni trabajando con buena intención, con honestidad, con transparencia, con conocimiento, en consenso con los sectores afectados; es de temer que todo será peor cuando las obras, ya sean físicas o intangibles, son realizadas para abrirle las puertas a la corrupción, para que los 'amigos' hagan negocios, para pagar favores o con propósitos populistas, demagógicos o, simplemente, para ganar votos en las próximas elecciones.

Por eso algunas legislaciones en la mayoría de los países del mundo impiden la reelección, el lanzamiento de candidaturas presidenciales desde el poder o ejercen estrictos controles para impedir que, de una u otra forma, los recursos del Estado sean utilizados con fines proselitistas o para provecho de corruptos y otros vividores.

Por décadas los hondureños hemos sido testigos de la vehemencia histriónica con que nos han presentado grandes proyectos de 'transformación nacional', de desarrollo económico y social, obras monumentales o leyes que colocan a Honduras 'en el camino correcto para llegar al país con el que todos hemos soñado', etc., etc.

En este gobierno también hemos escuchado mucho de eso, en medio de aplausos en el hemiciclo legislativo y de cadenas de radio y televisión.

Y qué bueno que haya entusiasmo, optimismo, fe y esperanzas de un mañana mejor; pero para que eso se transforme en bienestar para el pueblo debe contar con bases sólidas, construidas con los recursos con que se cuenta y se contará. De lo contrario, las generaciones futuras de hondureños también protestarán porque el discurso de los políticos nada tiene que ver con la realidad nacional.

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